domingo, 13 de mayo de 2012

¿Por qué crece el voto a los líderes autoritarios?




LA VANGUARDIA, Internacional / Domingo, 13 de mayo de 2012


José R. Ubieto. Psicólogo clínico y Psicoanalista

Las recientes elecciones en Francia y Grecia, sumadas a las de otros países europeos, muestran a las claras un aumento del voto a las formaciones de extrema derecha, tendencia nada ajena a la crisis actual. Uno de sus efectos, por lo que hace al psiquismo humano, es el sentimiento de vulnerabilidad que puede manifestarse como miedo, incertidumbre o angustia difusa ante el futuro.

Los líderes políticos cumplen un papel fundamental en la creación de significación y por tanto en la orientación de todos aquellos que los escuchan o están bajo su influencia. Cuando estos dirigentes se muestran inseguros y dubitativos ante el futuro, sin un relato creíble que pueda extenderse en el espacio de influencia y en el medio plazo, la perplejidad y desorientación de los ciudadanos aumenta considerablemente.

Pensadores notables como S. Freud o H. Arendt ya captaron este fenómeno y teorizaron sobre el desamparo o el desarraigo como factores de vulnerabilidad del sujeto y resorte potencial de soluciones autoritarias.

Hoy vemos como los gobernantes europeos proponen un menos allí donde los anteriores apostaban por un más. A las promesas y/o a la ostentación anterior sucede un elogio de la austeridad y las privaciones, con el hándicap que estas renuncias no van acompañadas de la certeza de un salida clara ni de un futuro en el que cada uno pueda situarse en mejor posición que la actual. El recurso al saber (tecnocracia), como regulador del caos actual, tampoco parece frenar la voracidad de ese Otro implacable, encarnado en los mercados o las agencias de calificación. Donde antes sobresalía la potencia, ahora luce la impotencia.

¿Cómo generar confianza y reconstruir ese marco simbólico para recuperar el locus control, la percepción de que tenemos dominio sobre lo que nos ocurre? ¿Cómo hacerlo además cuando los líderes dibujan un horizonte en el que ya nada volverá a ser lo que era?

Una primera respuesta la encontramos en el ascenso creciente de líderes autoritarios y de movimientos radicales que se proponen como la solución al ofrecer relatos del presente y del futuro aparentemente más sólidos. Todos ellos identifican claramente al enemigo: inmigrantes, especuladores, políticos “blandos”. A partir de allí plantean acciones contundentes para devolver la seguridad afianzando los rasgos identitarios. Las fundamentan en un pasado (ilusorio) libre de estas incertidumbres y donde los rasgos de pureza eran parte esencial de la identidad colectiva.

Allí donde los otros políticos se muestran maniatados, vacilantes y sin criterio propio, éstos no rehúyen encarnar la función de líderes populares rechazando injerencias externas y transmitiendo la idea de que defenderán lo nuestro en primer lugar, que nunca nos dejaran solos. Ese mensaje hoy resulta atractivo para muchas personas que han perdido lo que tenían y sienten que la sociedad los deja solos ante su precariedad.

Su apoyo electoral no debe tomarse sólo como una opción ideológica. Es sobre todo una respuesta al desamparo en un momento convulso en el que cada uno queda aislado y a la intemperie, como ocurre en un accidente o catástrofe donde la fractura del marco simbólico cuestiona radicalmente la propia identidad, percepción básica para saber dónde estamos y hacia dónde vamos.