lunes, 6 de mayo de 2013

Lo mental y lo social*


 



Pensar la incidencia de lo social en la relación asistencial con sujetos con patologías mentales parecería lógico en un discurso inclusivo sobre estas problemáticas. Lo curioso es que en el discurso actualmente dominante en la Salud Mental (SM) lo social queda relegado a un factor secundario respecto a la etiología y a actividades secundarias, fundamentalmente de rehabilitación, por lo que hace al tratamiento de la patología mental.

Sirva como ejemplo el programa televisivo “La marató” de TV3, centrado en la Enfermedad Mental (EM) celebrado en el mes de diciembre de 2008. Tanto en el programa mismo como sobre todo en los proyectos subvencionados con el dinero recaudado, cantidades muy altas, se hizo patente este desprecio por la incidencia de lo social en la EM: tan solo uno de los proyectos subvencionados incluía variables sociales y su dotación apenas supone un 1% del total del dinero conseguido.

Estos hechos no son nada ajenos a un nuevo paradigma en la relación asistencial que se ha impuesto desde hace algunas décadas. Hoy, entrados ya en el Siglo XXI, podemos decir que la tendencia “individualista” en la mirada sobre el sujeto contemporáneo, junto a las falsas promesas del cientificismo, constituyen la base más firme de la nueva relación asistencial cuyas características y consecuencias podemos ya vislumbrar con claridad.

 

Esta nueva realidad es la consecuencia de un amplio e ilusorio afán reduccionista que trata la complejidad del real que abordamos, mediante razonamientos y procedimientos simplificados. La ilusión de reducir la complejidad del psiquismo y de la subjetividad a una parte de nuestro organismo: el cerebro. El hombre, así pensado, es un hombre neuronal sin pasado ni futuro, sin historia.

 

Hoy asistimos a la proliferación de investigaciones sobre la genética humana, los fundamentos biológicos de sus procesos mentales, afectivos y relacionales. Estas investigaciones pretenden explicar, a partir de nuestra neuroquímica cerebral o de nuestra fisiología neuronal, cómo es posible que alguien elija una pareja, decida sus inversiones en bolsa o se afilie a un partido político. Todo ello se basa en la idea del hombre neuronal, un sujeto sin consciencia, o en todo caso con una conciencia ya programada y con un funcionamiento ajeno a su voluntad, decidido por misteriosas sinapsis (Pérez-Álvarez, 2011). Estas tesis ensalzan la idea de un individualismo irresponsable ya que sus actos estarían previamente determinados por causas ajenas a él (bioquímica cerebral, dotación genética).

 

La lógica de este nuevo saber sobre el hombre, reducido a su condición neuronal, constituye una verdadera supresión de su condición de subjetividad y por tanto de su relación al otro, o sea de su dimensión social. La etiología supuesta tiene carácter orgánico, vinculado a déficits funcionales (desequilibrio en los diversos sistemas neurotransmisores). En el origen de todo esto suponemos una causa genética que si bien es indemostrable (autismo, esquizofrenia,..) aparece como la garantía final, la evidencia científica de todo el discurso (Tizón, 2009). Las informaciones que disponemos acerca del futuro DSM V no hacen sino confirmar esta idea (Frances, 2010).

 

Estas tesis “neuronales” alcanzan también el ámbito de la intervención social, si bien con menos intensidad que en otros como el de la salud o la educación. Se habla ya de la “neurona de Wall Street” para explicar el comportamiento humano con el paradigma del liberalismo económico, como si actuásemos de manera isomórfica al sistema capitalista (Pérez-Álvarez, 2011). Se pretende así encontrar las bases neurológicas de las prácticas sociales en un momento en que asistimos a un declive evidente de las ciencias humanas y sociales (Llovet, 2011).

Esta pseudociencia se presenta como una liberación del re-ligare de lo antiguo. Se apoya en el poder de la ciencia, exorcizadora de las ataduras y contaminaciones de los viejos procedimientos que implicaban una “confusión” entre sujeto y objeto. La paradoja es que esa ciencia abusiva, o sea el cientificismo, acaba dando forma sólida a una nueva religión por su carácter holístico.

Junto a este nuevo objeto de la SM se promocionan soluciones rápidas y simples que sin embargo no parecen contar con todas las evidencias que prometen. Los antipsicóticos de segunda generación que previsiblemente serian más eficaces y con menos efectos secundarios que sus predecesores no parecen cumplir con sus promesas (menos eficacia y mas efectos indeseados), su uso es discutible (mayores de edad, niños) y en cualquier caso no parecen haber frenado las cifras de los trastornos mentales que aumentan día a día.
*Extracto de la Conferencia realizada en la Comunitat Terapeutica del Maresme, setiembre de 2012. Arenys de Munt (Barcelona)