lunes, 17 de junio de 2013

El factor sujeto




Los dilemas, suscitados por la no renovación del jugador Abidal por parte del FC Barcelona (sentimientos versus rendimiento), revelan un síntoma de muchas instituciones de nuestra época. Tradicionalmente los valores, socialmente aceptados (progreso, esfuerzo, lealtad, solidaridad) configuraban el marco de acción de cualquier organización (desde la iglesia al ejercito pasando por las políticas, culturales, sociales e incluso las económicas). Luego cada una se diferenciaba en sus estrategias y tácticas. Unas primaban la relación interpersonal, el cuidado y otras el rendimiento y el beneficio económico.

La hipermodernidad produjo un cambio notable: los modelos del management, propios de las organizaciones empresariales, se exportaron a todas las demás. Aquello que generaba negocio y resultaba eficaz y eficiente podía ser la brújula de la gestión de un hospital, un centro de servicios sociales o un club de futbol. En cierto modo se trataba de pensar en términos de  reingeniería social y eliminar el desperdicio –lo improductivo- tal como propugna el exitoso método Lean.

Esta idea, muy extendida a partir de la implementación en los años 80 de la New Public Management es hoy una realidad en los servicios públicos que no ha dejado, por ello, de recibir críticas. Algunas de expertos como Ralf Dahrendorf, miembro de la Cámara de los Lores y ex rector de la London School of Economics, que  escribía lo siguiente: "Debemos tener cuidado con los enfoques hacia los servicios públicos que se guían con criterios empresariales. En ciertos momentos y en ciertos países, los servicios que no tienen por qué ser públicos tuvieron que privatizarse y apegarse a líneas empresariales con el fin de funcionar mejor (o para poder funcionar siquiera). Pero los servicios públicos esenciales como la salud, la educación, el transporte y unos cuantos más, siempre serán sólo eso, servicios, y por ello se les tendrá que medir con criterios más complejos que el logro de metas cuantificables." ("El triunfo de los servicios públicos", LV 1/1/2004)

¿Se puede eliminar de las instituciones, incluidas las empresariales, el factor sujeto, aquello que se cuela en cualquiera de sus intersticios? ¿Se puede todavía pensar en una objetivización absoluta de los vínculos institucionales? ¿Todo es reducible a la “gestión”: emociones, cuerpo, salud, relaciones?

El psicoanalista Jacques Alain Miller recordaba que el clínico forma parte siempre del cuadro que enmarca el caso que atiende. Al igual que el maestro o el trabajador social o el directivo de un club de futbol, difícilmente pueden pensarse por fuera de ese marco.
El arte ha dado muchas muestras de ese factor sujeto en los “caprichos” de los actores o las extravagancias de los artistas que no son más que signos de un deseo que es ineliminable. Las organizaciones, del tipo que sean, se mueven por muchas razones pero seguro que una de las decisivas es el deseo de sus miembros y los síntomas que provoca ignorarlo.

Los afectos no se oponen al rendimiento, más bien lo condicionan. Por eso ignorarlos, como hace buena parte del pensamiento pseudocientífico (no confundir con la ciencia seria) que cultiva la ilusión de un hombre neuronal (reducido a combinaciones neuroquímicas) o el pensamiento político que sueña con prescindir de aquello que no participa de lo programado es la mejor manera de garantizarse su retorno bajo formas destructivas (repeticiones, desafección, boicots...). Reducir un sujeto a un código de barras o a sus performances mutila la propia institución y los beneficios que persigue.