lunes, 1 de agosto de 2016

Esperar, pensar, crear





¿Por qué nos resulta tan difícil esperar y lo queremos todo ya?


La Vanguardia, 28/7/2016

Nuestra civilización es, sin duda, la de la instantaneidad y la prisa como el modo en que los sujetos modernos viven su tiempo. Nos domina la cultura del just in time, tan presente en toda la retórica del consumo (“¡¡no esperes a pagarlo, disfrutalo ya!!”) y de los avances tecnológicos (“la información en tiempo real”) como una aportación específica de este nuevo siglo, marcado por las nuevas tecnologías de la información y la comunicación.

Esta instantaneidad no es sólo un efecto virtual y tecnológico, también lo captamos en las formas de satisfacción más cotidianas (comida rápida, viajes acelerados, acumulación de gadgets, zapping). Lo cual no deja de crear, a la vez, sus propias patologías: accidentes de tráfico, aumento de las muertes por infartos, cuadros de estrés y de hiperactividad, pasajes al acto violentos o de riesgo. Se trata, pues, de una nueva relación del sujeto a este nuevo tiempo hiperactivo en el que la espera parece un anacronismo y una pérdida insoportable.


El tiempo del sujeto


Fue la modernidad quien inventó el reloj y lo incluyó primero en el mundo laboral, como contabilizador de los tiempos de producción, y luego en la vida social. Hoy el tiempo es básicamente el presente, el aquí y ahora, desdeñando el pasado como rémora y atadura y el futuro como incierto. Lo que cuenta es que “la cosa funcione”, como si el hacer fuera un fin en sí mismo.

El psicoanalista Jacques Lacan nos dio una pista para entender como vivimos el tiempo de nuestras vidas. Un tiempo más lógico que cronológico. Podemos pensar cualquier decisión de nuestra vida (relación de pareja, elección de estudios, proyecto profesional) como una secuencia de tres momentos.