lunes, 29 de agosto de 2016

¿Por qué abrazar nos resulta terapéutico?










La Vanguardia. Tendencias, 21/08/2016



Dios ha muerto. Ergo, todo está permitido. Esta parecía ser la promesa de la liberación sexual de los sesenta. Ya nada ni nadie impediría que gozáramos de nuestros cuerpos libremente. Aquí la cosa llegó, como otras muchas, un poco más tarde y le llamamos destape. 

Pasada la euforia inicial, y como ocurre con la pasión, las aguas volvieron a su cauce pero con una novedad. Ahora que Dios había  muerto, estábamos obligados a gozar y, de paso, a mostrar ese goce con todo lujo de detalles. La intimidad a cielo abierto devino un imperativo de transparencia máxima. La sociedad digital se basa en ese “compartirlo todo”, como si la vida misma fuera un reality show.

Ese goce obligatorio impone sus exigencias de funcionamiento y para ello disponemos de ayudas varias como estimulantes, ciberporno y todo tipo de apps de contactos para que la pasión no decaiga. Un sujeto hipermoderno que se precie debe, como mínimo, conocerlas e incluso tener cierto uso. Los datos actuales de consumo de porno online, estimulantes sexuales o uso de apps de citas no dejan lugar a dudas sobre su función.

La paradoja es que en esa carrera por el sexo-máquina, por contabilizar y evaluar los resultados,  empezaron a aparecer objetores de conciencia. Gentes que preferían abrazarse sin sexo mediante. Sentir el cuerpo del otro, tomarlo como un reconocimiento y como signo de amor. Pensar que el otro les daba un lugar que no pasaba por la satisfacción sexual. Que podrían privarse del goce sexual para obtener otros beneficios. Eso les resultaba terapéutico.


Mientras Tinder, Badoo y otras apps triunfaban, nacía también en los EE UU Cudder. Inspirada en los cuddle parties, fiestas muy populares que proliferaron en 2004 donde se ofrece cariño sin sexo. Al mismo tiempo los cafés para abrazar y tocar gatos o los grupos de “sin sexo” se revelaban como otras opciones para vivir la sexualidad.

Poco importa si las cábalas de los terapeutas del abrazo acerca de la liberación, que el touch facilitaría,de la oxitocina, la llamada hormona del bienestar, son ciertas o no. Lo que cuenta de verdad es que sus clientes, mujeres y hombres más bien jóvenes, se sienten solos y como promete la web www.cuddlecomfort.com, con más de 36.000 miembros en España y en el resto del mundo, puedes encontrar otro solitario con el que acurrucarte sin ninguna otra expectativa.

En el fondo unos y otros buscan lo mismo: no querer saber que la relación sexual no existe como armonía natural. Que las cosas del sexo no acaban de encajar y por eso no nos queda otra que inventar soluciones, cambiantes en cada época, para velar ese secreto último: hay un más allá del goce sexual fálico. El cuerpo encuentra otras vías para satisfacerse, distintas a lo genital, y no siempre incompatibles.

Todos necesitamos contarnos algún relato para olvidar esa falla original. Las novelas de amor y eróticas sirven para eso. Con sexo o sin él, son ficciones necesarias para vivir la sexualidad en todas sus variedades, que no son pocas.

Abrazarse para sentirse en comunión con el otro es tan terapéutico como las otras fórmulas. Todas ellas curan, parcialmente, lo incurable del ser humano. El hecho cierto de que cuando se trata de hallar la satisfacción con el otro siempre se nos escapa algo. Ningún abrazo, por muy intenso que sea, ni ninguna cópula por muy satisfactoria que nos resulte, anulará ese desencuentro sexual que nos anima a hablar, escribir y contar historias de amor alrededor de ese vacío.