viernes, 2 de diciembre de 2016

“TDAH: ¿una “solución” real de 4 letras?”






Intervención en la Jornada "EL TDAH A DEBATE". Barcelona, Col·legi de Metges.1 diciembre de 2016

“TDAH: ¿una “solución” real de 4 letras?”
Quisiera contribuir al interesante debate de esta jornada con una primera reflexión sobre el uso, a mi juicio excesivamente generalizado del término TDAH. Muchos autores se han referido a ello, incluyendo algunas expresiones como “epidemia”. Yo quiero citar al Dr. Conners, uno de los investigadores y clínicos del TDAH más reconocido mundialmente. Lo conocen además por sus escalas utilizadas en el diagnóstico del TDAH. Hace unos meses señaló, en una entrevista para el New York Times, que el número de niños en los EEUU, diagnosticados con TDAH, se había elevado a 3,5 millones, frente a los 600.000 detectados en 1990. Él mismo calificó estas cifras de "un desastre nacional de proporciones peligrosas”[1]. Hay que decir que el trastorno es ahora en ese país, el segundo diagnóstico más frecuente a largo plazo realizado en niños, muy cerca ya del asma.

Pero además vemos como ese uso avanza cada día y en todas las edades, tanto por abajo como por arriba. Parece no tener límites.
Los cambios introducidos en el año 2014 en el sistema escolar norteamericano permitieron la incorporación en escuelas públicas a niños y niñas de 3 a 5 años. Ello ha supuesto el avance del diagnostico de TDAH en esas edades preescolares, puesto que la Academia Americana de Pediatría aconseja adelantar la detección a edades tempranas, para así prevenir mejor los futuros fracasos escolares.

Traducido en cifras ha supuesto que el aumento de diagnósticos en escuelas públicas haya sido, tras esta ampliación de la escolaridad, de un 59% mientras que en las escuelas de clase media de un 10%[2]. Actualmente y según el CDC (Center for Disease Control and Prevention) en los EE UU hay unos 10.000 niños de entre 2 y 3 años, incluidos en el programa público Medicaid, diagnosticados y medicados con Adderall (psicoestimulante anfetamínico) a los que habría que añadir 4.000 más de los seguros privados. Estos datos los encontraran en el primer informe realizado sobre el uso de la medicación con menores de 4 años, dirigido por la Dra. Visser[3].

Si fuéramos más jóvenes tendríamos permiso para escandalizarnos pero, a nuestra edad, quizás nos conviene más preguntarnos por las razones de este fenómeno. Mi hipótesis es que esto se produce por causas diversas pero sobre todo porque confundimos síntoma y trastorno. Es evidente que el TDAH existe, por eso estamos aquí reunidos. Y es evidente que esa etiqueta o ese nombre designa algo muy real, designa un malestar creciente entre padres e hijos, entre docentes y alumnos.

Un malestar con causas múltiples y de una gran complejidad, que tiene que ver con las transformaciones sociales, los cambios familiares, las dificultades de educar y criar en nuestra época y, por supuesto, con las causas particulares de cada sujeto, niño o adulto. Causas que en algunos casos remitirán a un trastorno claro, en otros a dificultades relacionales o adaptativas y en algunos pocos a enfermedades orgánicas.

¿Por qué nombrar toda esa diversidad y complejidad con un acrónimo de 4 letras? Digamos que no es casualidad su éxito para cristalizar y precipitar ese malestar en un solo significante. Todos somos, en cierto modo, hiperactivos porque nuestro tiempo lo es. Hiperactivos en su vertiente impulsiva y multitasking y en su vertiente desatenta, modo zapping. La hiperactividad es sin duda uno de los nombres privilegiados de nuestra manera de gozar y de satisfacernos con los objetos que nos rodean.

El problema de reducirlo todo a esas 4 letras es que hay efectos colaterales –además de los secundarios ya conocidos- como es el hecho de la des-responsabilidad que se produce en un sujeto cuando se le ofrece fácilmente un pretexto para justificar sus olvidos, sus inhibiciones o su falta de control. Un paciente de 45 años, con dificultades de pareja y en paro tras diez años dirigiendo sin problemas una oficina bancaria, no duda, al terminar la primera entrevista, en pedirme un informe para solicitar un certificado de disminución, alegando su diagnostico actual de TDAH.

Jacques Lacan nos aviso (1967) de esta tendencia del “niño generalizado” como un rasgo que él intuía cada vez con más fuerza[4]. Niño generalizado quiere decir abandonarse a la tentación de la inocencia, como la nombró años más tarde Pascal Bruckner o como se lamentó antes André Malraux cuando en sus Antimemorias se quejaba de que ya o quedaban personas mayores, o sea adultos responsables.

El TDAH, si lo entendemos como síntoma de ese malestar contemporáneo, debería hacernos pensar, a la hora de discriminar y particularizar el caso por caso, en otras variables, además de las clínicas ya señaladas anteriormente. Les citaré 4 que yo he constatado en los casos de niños y adolescentes diagnosticados con TDAH.

Por un lado, la existencia de duelos no realizados en la familia, algunos ligados a situaciones de abandono de alguno de los progenitores, desaparecidos brusca o precozmente o a duelos migratorios. Por otro situaciones persistentes de violencia intrafamiliar (de género o maltratos y/o abusos). También situaciones de negligencia continuadas donde los cuidados básicos y la presencia de los padres quedan muy reducidos. Y, por último, el peso que toman muchas veces los secretos familiares que provocan, en muchos niños y adolescentes, la necesidad de actuar, con sus cuerpos movidos y despistados, lo no dicho. Todos estos factores son causa directa de agitación y desatención en muchos sujetos que atendemos.

Para terminar, quisiera sugerir otra propuesta relacionada con el abordaje de este malestar. Desde hace 16 años venimos desarrollando un programa de trabajo en red, Interxarxes, que nos ha permitido realizar una práctica colaborativa real entre escuela, salud y atención social. Nos ha enseñado que abordar muchos de estos malestares sin tener una valoración global, sin captar la lógica que guía cada caso y sin consensuar una cierta hoja de ruta, nos conduce muchas veces a la deriva. O sea a una derivación, que es más una segregación y un sacarse de encima el caso que no una decisión argumentada.

Nuestro lema es que, cuando se trata de problemas de aprendizaje o dificultades en el ámbito educativo, debe ser primero la educación quien actúe. Consciente de sus límites y capaz de solicitar ese trabajo en red cuando sea necesario.

Interpretar ese síntoma llamado TDAH requiere muchas veces de esa práctica entre varios que nos permitirá afinar en cada caso la dimensión del malestar, su gravedad, su abordaje y su pronóstico. Reducirlo a un trastorno “igual para todos” nos conduce a un callejón sin salida y a la rigidez de unas respuestas que no toman en cuenta al sujeto que lo padece y sin el cual, no nos engañemos, no habrá cambios posibles.



[2] Stephen P. Hinshaw; Richard M. Scheffler. “La explosion del TDAH” http://adhdexplosion.com/stephen-p-hinshaw/
[3] Susanna Visser, DrPH: CDC, National Center on Birth Defects and Developmental Disabilities “The epidemiology of attention-deficit/hyperactivity disorder “ https://www.cartercenter.org/resources/pdfs/health/mental_health/2014-mental-health-forum-power-point-presentations.pdf

[4] J. Lacan. Alocución sobre las psicosis del niño (1967)