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viernes, 12 de enero de 2018

¿Dónde encontrar la calma en la ciudad?




La Vanguardia,  12/1/2018
 

¿Quién no se ha quejado del estrés y la ansiedad  que le produce vivir en la ciudad? ¿De la hiperactividad, que parece ser consustancial a la vida urbana y que se presenta como la forma actual del malestar del sujeto contemporáneo? La mayoría de las veces esa queja oculta un afecto clásico y atemporal como es la angustia del ser humano. Angustia que toma formas diferentes según las épocas y los discursos que en cada momento definen esos lazos sociales, propios del mundo urbano.

Los grandes éxodos de fin de semana, en busca de la paz y de la calma del campo, dicen mucho de ese malestar, ligado al estrés. Pero no siempre fue así, ya que la prisa es un fenómeno relativamente reciente, vinculado al nacimiento de las grandes urbes. En el mundo rural antiguo la prisa no existía, porque la cadencia del tiempo y la rutina de los hábitos y costumbres la volvían inexistente. La sorpresa estaba limitada y el marco espaciotemporal fijado de antemano.

Fue la emigración a la ciudad la que estableció una novedad importante: las distancias entre los espacios urbanos (trabajo, casa, ocio) implicaban otro cálculo del tiempo porque desbordaban....LEER TEXTO COMPLETO

lunes, 1 de agosto de 2016

Esperar, pensar, crear





¿Por qué nos resulta tan difícil esperar y lo queremos todo ya?


La Vanguardia, 28/7/2016

Nuestra civilización es, sin duda, la de la instantaneidad y la prisa como el modo en que los sujetos modernos viven su tiempo. Nos domina la cultura del just in time, tan presente en toda la retórica del consumo (“¡¡no esperes a pagarlo, disfrutalo ya!!”) y de los avances tecnológicos (“la información en tiempo real”) como una aportación específica de este nuevo siglo, marcado por las nuevas tecnologías de la información y la comunicación.

Esta instantaneidad no es sólo un efecto virtual y tecnológico, también lo captamos en las formas de satisfacción más cotidianas (comida rápida, viajes acelerados, acumulación de gadgets, zapping). Lo cual no deja de crear, a la vez, sus propias patologías: accidentes de tráfico, aumento de las muertes por infartos, cuadros de estrés y de hiperactividad, pasajes al acto violentos o de riesgo. Se trata, pues, de una nueva relación del sujeto a este nuevo tiempo hiperactivo en el que la espera parece un anacronismo y una pérdida insoportable.