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jueves, 1 de junio de 2017

Ser padres, ser hijos. Prólogo de José Ramón Ubieto




 



Prólogo de José Ramón Ubieto

Freud decía, refiriéndose a los adolescentes, que se encuentran en un túnel donde tienen que cavar dos salidas simultáneamente. Por un lado la que les llevará a asumir sus responsabilidades como adultos (estudios, familia, trabajo) y por otro la que los constituirá como sujetos con una identidad sexual asumida. Es decir, la que les llevará a hacerse cargo de su nuevo cuerpo púber, muy distinto del infantil.

Los padres y os adultos, en general, estamos muy pendientes de la primera salida y les recordamos sus deberes como adultos futuros. No es seguro que pensemos en su segunda obligación, por la que nosotros mismos pasamos y que habitualmente se presenta como un imperativo más exigente, para ellos, que el que nosotros les planteamos.

De ahí que en ese pasaje, a veces oscuro y estrecho, encuentren falsas salidas que los atrapan en un bucle por más o menos tiempo. Una de ellas es la que los ata a un objeto del que se convierten en devotos, sea un tóxico (drogas) o una pantalla (móvil, videoconsola, ordenador). Otra es la que los frena en sus objetivos y los inhibe en sus aprendizajes (fracaso escolar) o en sus decisiones. Y la última, y seguramente la más espectacular

lunes, 24 de octubre de 2016

Violencia filio-parental: una salida fallida de la infancia







La Vanguardia, 24 de octubre de 2016


José Ramón Ubieto. Psicólogo clínico y psicoanalista

Salir de la infancia, atravesando esa “delicada transición” (Víctor Hugo) que es la adolescencia, no es un asunto fácil. La prueba es que muchas sociedades inventaron para ello sus ritos de paso, todos con la misma secuencia: separación de la familia, exposición a pruebas con riesgo y finalmente adquisición de un lugar en la sociedad de los adultos.

Freud incluso recurrió a la metáfora de un túnel donde el adolescente tiene que cavar, al tiempo, una doble salida. La que le llevará a obtener una identidad social como adulto responsable y la que le otorgará su nueva identidad sexual.

Hacerse adulto implica, pues, separarse del universo infantil en el que habitaban hasta entonces. De la protección de los padres, en primer lugar, y de los objetos y sus modos de uso, propios de la infancia.

Esa separación siempre es dolorosa para los hijos y para los padres, que también tienen que hacer ese tránsito y desprenderse de los hijos-niños. Ejemplos cotidianos los encontramos en

jueves, 13 de octubre de 2016

¿Educamos para hacer buenos gestores emocionales o adultos responsables?



 

 

 

La Vanguardia. Jueves, 13 de octubre de 2016 


El aprendizaje socioemocional (SEL en inglés) está de moda. Aprender aquello que las generaciones precedentes nos legaron queda en un segundo plano frente al desafío de gestionar nuestras emociones. Sólo esto último nos hará libres y emprendedores de nosotros mismos. Lo otro son ataduras de las que conviene desprendernos.

El yo se convierte así en el nuevo ídolo del panorama educativo. Y con él, el cuerpo como sede principal de las emociones que embargan a ese nuevo individuo autónomo y empoderado.

Para ello nada mejor que empezar lo más pronto posible, en la guardería mismo donde hay que dejar a los niños que decidan libremente sus actividades y horarios, que den rienda suelta a sus emociones. Si es posible con la complacencia de sus progenitores. ¿Para qué aferrarse a los hábitos cuando es posible construirse a sí mismo en el aquí y ahora?

¿La educación debería, pues, centrarse en hacer de cada niño/a un excelente y feliz gestor de sus emociones? ......

SEGUIR LEYENDO :

http://www.lavanguardia.com/vida/20161013/41948052536/el-divan-educacion-ninos-gestionar-emociones-adultos-responsables.html

lunes, 11 de julio de 2016

Conversar con adolescentes







La Vanguardia. Jueves, 7 de julio de 2016

La primera tarea de todo adolescente es separase del mundo infantil del que procede. Dejar sus juguetes, sus hábitos y también “abandonar” parcialmente a sus padres, perderlos un poco de vista. Por eso cierran la puerta de su habitación –primer signo inequívoco del cambio- y se niegan a salir de paseo con los padres.

Ese distanciamiento, necesario para llegar a ser adultos, se nota también en su lenguaje. El nuestro se les vuelve antiguo, propio de “puretas”. Ahora toca inventar otro o copiarlo de los amigos, la pandilla o los artistas admirados. Un lenguaje provocativo, a ratos obsceno y desafiante. Un lenguaje que les suene a auténtico, que diga de verdad lo que les pasa, sobre todo las nuevas sensaciones que el cuerpo no cesa de transmitirles.

Los adultos imaginamos que su única tarea es hacerse responsables, seguir sus estudios y ocuparse de sus cosas, incluidas algunas tareas domesticas. Y esa es una tarea que les corresponde, sin duda, pero no la única ni siquiera, para ellos, la más importante. Tienen otra urgencia, otro amo que les exige más y mejor que los padres y los profesores: su cuerpo sexuado.

Como decía Freud, tienen que cavar una doble salida del túnel en el que se encuentran. La que les pedimos para tener un lugar en la sociedad como adultos, autónomos y responsables y la que el cuerpo no cesa de exigirles para estar a la altura de esas nuevas sensaciones. Alcanzar, además de la identidad social, una “identidad” sexual, un saber hacer con ese cuerpo que, por resultarles extraño, les inquieta y les perturba.

Extraño porque no reconocen lo que sienten y tienen que manipularlo para hacerlo suyo. Para ello deben explorar territorios hasta entonces inéditos: la sexualidad, los consumos, los deportes de riesgo, la violencia entre iguales, las marcas corporales. De esta manera manipulan su cuerpo para domesticar esa especie de fiera interior que no los deja tranquilos.

Ellos van a lo suyo y parece que pueden prescindir de nosotros, no quieren que les rallemos (o rayemos) con nuestros consejos y nuestras historias pasadas. Conversar con ellos deviene una tarea titánica para no convertirla en un monólogo.

La clave está en