¿Por qué nos resulta tan difícil esperar y lo queremos todo ya?
La Vanguardia,
28/7/2016
Nuestra
civilización es, sin duda, la de la instantaneidad y la prisa como el modo en
que los sujetos modernos viven su tiempo. Nos domina la cultura del just in time, tan presente en toda la
retórica del consumo (“¡¡no esperes a pagarlo, disfrutalo ya!!”) y de los
avances tecnológicos (“la información en tiempo real”) como una aportación
específica de este nuevo siglo, marcado por las nuevas tecnologías de la
información y la comunicación.
Esta
instantaneidad no es sólo un efecto virtual y tecnológico, también lo captamos
en las formas de satisfacción más cotidianas (comida rápida, viajes acelerados,
acumulación de gadgets, zapping). Lo
cual no deja de crear, a la vez, sus propias patologías: accidentes de tráfico,
aumento de las muertes por infartos, cuadros de estrés y de hiperactividad,
pasajes al acto violentos o de riesgo. Se trata, pues, de una nueva relación
del sujeto a este nuevo tiempo hiperactivo en el que la espera parece un
anacronismo y una pérdida insoportable.