La
Vanguardia, domingo 24 de abril 2016
El amor romántico es una ficción, como lo fue el
amor cortés o el amor libre. No un engaño ni una ilusión, sino un discurso que
sirve para velar eso que no existe, en este caso la armonía sexual natural y
preestablecida.
Como no hay esa supuesta media naranja que
permitiría el encuentro feliz entre los sexos, nos queda, decía Lacan, la
posibilidad del amor con sus luces y sombras. Y el amor se hace sobre todo con
palabras. Cada época da forma a esos relatos amorosos y, sin duda, el
romanticismo encontró uno consistente que, con variaciones, sigue subsistiendo.
Pero hoy, junto a él, encontramos la crisis de las
grandes narraciones y su sustitución por el imperio de las imágenes.