Las prácticas de grupo son una de las maneras clásicas de
evitar afrontar en soledad la metamorfosis de la pubertad.
Ese cuerpo del Otro, inaccesible, puede encontrar allí una encarnación. El
inventario de esas prácticas es largo. A las clásicas de la pandilla, los
grupos lúdicos, las bandas violentas se suman hoy las performances públicas
(botellón, Pokemon go, flashmob), los nuevos lazos sociales
promovidos por el fanatismo (yihadismo), las comunidades de afectados por un
rasgo de goce (LGTBI, TDAH, ...) y por supuesto las comunidades virtuales.
Sabemos que el catalogo de las pulsiones está cerrado
pero su lectura, a partir de la actualidad de los semblantes, nos obliga a
renovar su abordaje en la clínica. La realidad digital plantea así algunas
novedades que inciden en el goce del ser hablante, constituyéndose como un
nuevo soporte pulsional.
Por una parte, como destaca Miller, esta nueva realidad plantea
una diversidad infinita de posibilidades, lo que abre a la realización
fantasmática y al tiempo puede producir una cierta procastinación por la
dificultad del sujeto para concluir.