lunes, 17 de junio de 2019

Porno a los 8 años: ¿el fin de la infancia?





El Diván de La Vanguardia, 14 de junio de 2019

El sexo, en sus diversas manifestaciones, siempre tiene algo de  escandaloso y si se asocia a la infancia todavía más, como en la noticia de que los niños de 8 años ven porno en sus pantallas. Este dato de una reciente investigación (UIB) se suma a otros anteriores como el que nos proporcionó la ONU en 2015 donde se señalaba que el colectivo que más porno online consume en el mundo son adolescentes de 12 a 17 años. Hay otros en la misma dirección que hemos recogido en una investigación sobre Familias y redes en la era digital que publicaremos (Ned) en Octubre. 

Podemos escandalizarnos un par de días y luego pasar a otra cosa. Es una fórmula muy actual, lo hacemos con la pobreza, con las guerras y otras violencias, ¿por qué no con el sexo? Aunque también cabe analizar los datos de manera crítica para precisar y dimensionar el asunto. Eso nos permitiría diferenciar al menos tres cuestiones...


miércoles, 29 de mayo de 2019

Reconciliarse con el cuerpo y los otros. Un ejemplo de educación saludable




ÀÁF Àmbits de psicopedagogia Nº 50 (3a.época) mayo 2019 p. 20-31


El artículo analiza la relación entre salud y escuela poniendo el énfasis en las estrategias de conversación y de red que se pueden implementar. Define la salud como alcanzar, para cada sujeto, una reconciliación con el cuerpo que, sin eliminar –tarea imposible- la perturbación propia de lo pulsional que siempre aspira a una satisfacción autoerótica, consiga establecer vínculos de aprendizaje y de socialización. Analiza el fenómeno de la desatención generalizada y propone algunas estrategias concretas que se visualizan en el ejemplo de un caso de un alumno, con graves dificultades de conducta, que logra mejoras importantes gracias a un trabajo en red continuado. 

Palabras clave: Cuerpo. (Des)Atención. Trabajo en Red. Estrategias de conversación.


jueves, 16 de mayo de 2019

¿Leer la Caperucita te convierte en un lobo feroz y machista?



La Vanduardia. El Diván, 17/5/19

¿Hay una relación directa causa-efecto? ¿Leer un cuento que contiene valores patriarcales –propios del contexto histórico donde se escribió- o jugar al GTA (Grand Theft Auto) te convierte en un machista o en un conductor asesino


Hace unas semanas, conocimos que la comisión de género de una escuela pública de Barcelona había retirado de la biblioteca infantil 200 cuentos al considerarlos “sexistas”, entre ellos La Caperucita Roja o La Bella durmiente. Sus responsables se quejaban de la falta de “bibliotecas igualitarias donde los personajes masculinos y femeninos aparezcan mitad y mitad, donde hagan el mismo tipo de actividades” y defendían –sin duda con las mejores intenciones- su decisión para prevenir a los más pequeños de los efectos nocivos de estos valores, faltos de la igualdad de género.

Sin entrar a las discusiones sobre la revisión histórica, que dejamos a los expertos, quisiera reflexionar sobre la idea de que podría haber un efecto automático entre la lectura de esos cuentos y la asunción –y realización efectiva- de actitudes machistas. Es un viejo debate en el mundo psi, sobre todo en lo relacionado a los videojuegos “violentos” y su influencia en futuros comportamientos.



martes, 14 de mayo de 2019

SKAM: AMOR Y SEXO EN LA ERA VIRTUAL




Skam (en español: Vergüenza) es una serie de televisión noruega sobre la vida cotidiana de los adolescentes en una escuela urbana. En España existe ya una adaptación ambientada en un instituto de Madrid. Allí vemos cómo esos adolescentes de hoy se las arreglan con sus primeros amores y sus primeros escarceos sexuales.  Para ello, disponen, como en todas las épocas, de una erótica propia, con sus objetos y sus ficciones acerca de la pasión amorosa.
Como cualquier otra, cumple una función básica: velar la inexistencia de la relación sexual, entendida ésta como armonía sexual preestablecida, llenando ese vacío con palabras, imágenes y objetos que lo cubran. Que las cosas entre los sexos no encajan es algo que sabemos desde hace tiempo, Freud lo destacó y Lacan lo designó con esa frase ya popular, al menos en el mundo psi: “la relación sexual no existe”.

Y por eso mismo, existe el amor como suplencia. La pubertad, como despertar de un cuerpo nuevo y además sexuado, los enfrenta con el real de un goce que no pueden situar ni nombrar fácilmente, ya que no disponen de la lengua adecuada para ello. Les queda el recurso de soñar y fantasear sobre ese sinsentido. Para ello, esos mismos adolescentes que bucean en el porno online ven también y buscan referentes en las series de ficción, que cada vez más muestran su relación con el sexo de forma abierta y directa. 


¿Será la vía del amor la que resistirá al goce autoerótico al que empujan estos nuevos objetos? ¿Qué lugar ocupa la vergüenza y el pudor como defensas frente a este real sexual? Todavía no podemos responder a esa pregunta pero el limite al porno vendrá quizás más por la vergüenza de ‘verse mirando’, que por la culpa moral, poco eficaz a día de hoy. En cualquier caso, parece que esta facilidad en el acceso al sexo fácil no ha hecho desaparecer la dificultad de las relaciones de pareja.

Como psicoanalistas sabemos que cuanto más se identifica el sujeto al objeto de desecho, a esta mercancía sexual consumible, más hay que oponerle el deseo como enigma frente a esa certeza. Un deseo que frene algo de esa repetición compulsiva y permita inventar lo que Lacan llamó un nuevo amor, un poco alejado de la repetición infinita. Algunos de los éxitos literarios, de blogs y raps dirigidos a un público adolescente nos enseñan que esa necesidad de inventar nuevas ficciones sigue viva, porque la saturación de “más de lo mismo” no deja de producir síntomas que hacen emerger la subjetividad, no aplastada por el goce.

 *Extractos de la intervención del autor en las XVª Jornadas de la Sección de Psicoanálisis de la AEN: “EL AMOR” 


martes, 7 de mayo de 2019

Los malestares actuales de la infancia



Publicado en Revista Catalana de Pedagogia,15 (2019), p. 63-87. DOI: 10.2436/20.3007.01.116. ISSN (edició electrònica): 2013-9594. http://revistes.iec.cat/index.php/RCP/index 64 |


El artículo parte de la noción de infancia entendida como un concepto histórico, y por tanto cambiante, sujeto a las transformaciones sociales.  apuesta por leer los malestares en la infancia como síntoma de esos cambios y no tanto como trastornos individuales, sin olvidar la importancia del factor sujeto siempre presente.

Señala tres de estas transformaciones, que afectan al trabajo/saber, a las dinámicas familiares y a la alianza entre la tecnología y el discurso capitalista. A partir de aquí se analizan cuatro fenómenos actuales que en la actualidad inciden de modo relevante sobre la infancia: el desamparo digital, el TDAH, el acoso escolar (bullying) y la violencia filio-parental.

Concluye proponiendo un abordaje de estos malestares que no excluye, en ningún caso, a sus protagonistas: niños y niñas, adolescentes y madres y padres. Los profesionales, sean educadores, clínicos o trabajadores sociales deben incluirse en el cuadro mismo de la intervención y no quedarse fuera, como si se tratase de un método experimental donde el objeto es analizado asépticamente. Para ello la conversación y el trabajo en red devienen instrumentos claves.

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miércoles, 1 de mayo de 2019

Bullying: el acoso del sujeto









Publicado originalmente en Zappeur. 12/3/2019. Le bullying à l’époque de l’Autre qui n’existe pas



Bullying: el acoso del sujeto

El estado natural del adolescente es el acoso, acoso de su cuerpo púber. La tentación es desplazar ese acoso a un chivo expiatorio. Manipular el cuerpo del otro para dejar el suyo a salvo. Y todo esto en grupo, como falsa solución para salir del atolladero de la pubertad[1].
Los testimonios que encontramos en la clínica y en la literatura nos confirman el carácter traumático de ese acontecimiento, que deja huellas indelebles y singulares, hasta el punto que a veces tienen que pasar décadas para poder hablar de ello[2].
El bullying es además un síntoma social que forma parte del malestar en la civilización. Analizarlo implica tomar en cuenta dos ejes: aquello que aparece ligado al momento histórico donde emerge y lo atemporal: aquello que lo conecta con el pasado y con las razones de estructura. En el caso del bullying, lo que no cambia, aquello que permanece fijo, es la voluntad de dominio y la satisfacción cruel que algunos sujetos encuentran al someter a otros a su capricho, para así defenderse del desamparo ante lo nuevo. Eso ha existido siempre como el ejercicio del matonismo en la escuela, fundado en el goce que proporciona la humillación del otro, la satisfacción cruel de insultar y golpear a la víctima.
¿Qué habría de nuevo en nuestra época para explicar las formas actuales que toma este fenómeno? Por una parte, el eclipse de la autoridad encarnada tradicionalmente por la figura del padre y sus derivados (maestro, cura, gobernante); la importancia creciente de la mirada y la imagen como una nueva fuente privilegiada de goce en la cultura digital -junto a la satisfacción de mirar y gozar viendo al otro-víctima, hay también el pánico a ocupar ese lugar de segregado, quedar así invisible, overlocked[3]-; la desorientación adolescente respecto a las identidades sexuales y el desamparo del adolescente ante la pobre manifestación de lo que quieren los adultos por él en la vida, y la subsecuente banalización del futuro.
Esta soledad ante los adultos y la vida supone una dificultad no desdeñable para interpretar las fantasías y las realidades que puede llevar al extravío y a la soledad. Entre los refugios encontrados en los semejantes, la pareja del acoso es una solución temporal.
Estos cuatro elementos convergen en un objetivo básico del acoso que no es otro que evitar afrontar la soledad de la metamorfosis adolescente y optar por atentar contra la singularidad de la víctima. Esta “fórmula” genera un tiempo de detenimiento en la evolución personal. Elegir en el otro sus signos supuestamente “extraños” (gordo, autista, torpe) y rechazar lo enigmático, esa diferencia que supone algo intolerable para cada uno, es una crueldad contra lo más íntimo del sujeto que resuena en cada uno y cuestiona nuestra propia manera de hacer.

La escena del acoso: 4 elementos y un nudo
Una lectura que el psicoanálisis nos permite hacer del bullying es que se trata básicamente de una escena, un cuerpo a cuerpo en el que participan varios. Nuestra lectura no puede ignorar lo pulsional como clave subjetiva. Hay una intencionalidad agresiva que propone un destino a la pulsión sádica; una continuidad de la escena fija y un desequilibrio acosador-acosado marcada por la falta de respuesta de la víctima, por su inhibición ante ese acoso. La víctima es elegida por su silencio, su imposibilidad de responder.
La escena del acoso incluye al acosador, la víctima, los testigos y el Otro adulto (padres, docentes), que no está pero al que se dirige también el espectáculo. Lo que los embrolla es la subjetividad y sus impasses, que pasa básicamente por hacer algo con el cuerpo que se les revela como un misterio, pero un misterio que habla y esa extranjeridad (otredad) los perturba e inquieta. Lacan lo anticipaba en 1967 cuando en una de las clases de su seminario decía “El Otro, en última instancia y si ustedes todavía no lo han adivinado, el Otro, tal como allí está escrito, ¡es el cuerpo!”[4]
De allí que la acción resulte inevitable, y manipular el cuerpo del chivo expiatorio bajo formas diversas: ninguneo (dejarlo de lado), insultos (injuriarlo), agresión (golpearlo), sea una solución temporal para calmar la angustia. Para los testigos es crucial no quedar del lado de los pringaos, aquellos designados como chivos expiatorios. La escena del acoso –en su dimensión de acting-out-, es una escena que daría acceso a un cierto goce del cuerpo del otro a través del grupo, si seguimos las indicaciones de JAM en su texto “En dirección a la adolescencia“.[5]
Una escena, pues, alrededor de “la extraña pareja” que cada sujeto forma con el objeto innombrable. Una pareja donde el amor/odio se confunden y como uno de los protagonistas de la película Bully –inspirada en sucesos reales- que se deja maltratar por su mejor amigo a la espera de ese signo de amor que nunca llega. [6]

José R. Ubieto, psicoanalista en Barcelona. Miembro de la AMP y de la ELP. Profesor de la UOC. Co-autor de “Bullying. Una falsa salida para los adolescentes”



[1] Ubieto, J.R.(2016). Bullying. Una falsa salida para los adolescentes, Barcelona: Ned
[2] Ubieto, J.R.(2016). “Testimonios literarios del Bullying”. En La Vanguardia. Cultura(s).Sábado 20 de febrero de 2016. Disponible en Internet. 
[3]. Lacan, J. (2014). El Seminario. Libro 6. El deseo y su interpretación (1958-59). Barcelona: Paidós, p.29
[4]Lacan, J. (1967). El Seminario. Libro 14. La lógica del fantasma (1966-67). Inédito.
[5]Miller, J.A. (2016). “En dirección a la adolescencia”. En El Psicoanálisis, número 28, p.15-26.
[6] Bully (2001). Dirigida por Larry Clark. https://www.filmaffinity.com/es/film770576.html