La Vanguardia, Viernes 5 de febrero de 2016
Carlos Rolando falleció
trabajando en varios proyectos, visionando documentales sobre política y
ciencia y buscando, en sus lecturas diversas, claves interpretativas de sí
mismo. Una vida de 82 años marcada por la curiosidad y la inquietud
intelectual. Pasear con él era descubrir pequeños detalles en cada esquina y en
cada edificio, signos que no dejaba de comentar con su crítica lúcida y
contundente.
Rolando aprendía de todo
lo que le rodeaba, niños incluidos. Como el que le mostró la funcionalidad,
para los daltónicos, de los semáforos que combinan los códigos semióticos
(colores y formas) o le sugirió rediseñar los pasos de cebra. Su curiosidad infantil
se mantuvo viva hasta el final.
La generosidad fue otro
de sus rasgos de estilo. Los suyos lo saben bien y los que tuvimos la suerte de
compartir su amistad también. Durante
los 25 años de existencia de la revista Freudiana
(editada por la Comunidad de Catalunya de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis)
diseñó sus bellas y sugerentes portadas. Cada una diferente y cada una un
regalo original que él cedía como un don. Sus contribuciones al suplemento Cultura(s) de este mismo diario fueron
otro ejemplo de generosidad y entrega apasionada a cada proyecto, no importa su
envergadura o beneficio.
Sobre su oficio – a él
siempre le gustó presentarse como diseñador pendiente del encargo del otro más
que como artista individualista- queda su ingente obra. Premio
Nacional de Diseño (2005),premio de honor del "Club de Creativos"
(2011), primer Laus honorífico (2012) en reconocimiento a toda su carrera
concedido por el FAD, sus diseños forman parte ya de nuestro imaginario
colectivo (Camper, Roca, ARCO, Fagor, Pegaso, Expo de Sevilla, Ram, Círculo de
Lectores, Ifema, Madrid 2016, la Bolsa de Barcelona, el Ministerio de
Administraciones Públicas,..).
Su faceta artística abarcó la
pintura, la escultura y la fotografía, fuente de muchas de sus creaciones.
Todavíahoy la portada de la
obra del educador de Sumerhill A.S.
Neill “Hijos en libertad” (Gedisa), en la que aparece una niña desnuda desafiante
–fotografía tomada por él mismo en su círculo familiar- sigue siendo un icono
de referencia. Rolando buscaba en cada objeto producido atrapar algo singular,
siempre distinto, una mezcla de mensaje útil dirigido al público con un plus de
“inútil” belleza y de misterio. Cada una
de esas piezas encarnaba una pregunta que él mostraba, con su sonrisa irónica,
al interlocutor para causar su sorpresa.
Conversador incansable, nos queda
su obra –con algunos proyectos inéditos que esperemos vean la luz- y ese deseo
indestructible que tan bien supo transmitir con sus
preguntas incesantes: ¿por qué así? ¿Qué quieres comunicar?
JOSÉ R.
UBIETO