La Vanguardia. Dossier Culturas. Sábado 25 de febrero de 2017
La era analógica y patriarcal ya es historia. Y los cambios afectan también al modo en que los individuos se relacionan y organizan. ¿Dónde están hoy los líderes? ¿Cómo surgen? ¿Cuál es la génesis y las motivaciones de los nuevos grupos sociales? Proponemos un análisis de las masas a la luz de las nuevas realidades
En medio de una calle derruida por los bombardeos, un niño camina con su
bici y un pokémon de un azul intenso, que contrasta con el gris del paisaje. Más
allá, otro niño parece hablar con su pikachu lloroso, sentados en lo que un día
fue una acera y que ahora deja ver sus tripas de acero, secuelas del combate
que se libra día a día.
Estas estampas, obra de Saif Aldeen, artista y activista sirio, han sido
lanzadas a las redes sociales para llamar la atención del mundo sobre el
conflicto sirio. Los militantes del RFS, opositores al régimen de Bachar al
Asad, han aprovechado el éxito del video juego Pokemon Go fotografiando a niños
de 7-8 años, desconocedores del juego y habitantes de una de las zonas más castigada
por los combates.
Esta iniciativa es un buen ejemplo del encuentro entre dos versiones de la
realidad muy diversas, que sin embargo coinciden en un mismo espacio y tiempo:
la realidad aumentada y la realidad estallada. Dos fenómenos actuales que nos
permiten pensar la psicología de las masas en nuestra era digital y post-patriarcal
de manera nueva respecto al análisis que Freud hizo hace 100 años, justo al
acabar otra guerra que puso fin al “mundo de ayer”: la primera guerra mundial.
La tesis básica de Freud es que en las masas encontramos dos tipos de lazos
afectivos: aquel que une a cada miembro con el líder y aquel que une a los
individuos entre sí. El eros que propicia esta comunión se basa en que cada
individuo de la masa comparte con los otros un mismo objeto, que ha pasado a
ocupar el lugar de su Ideal del Yo, aquello a lo que aspira ser. Es por esta
elección común que sus yoes se identifican entre sí.
Cuando este ideal cae, la unión entre iguales se desmorona. Es el ejemplo
del caudillo muerto en la batalla que provoca la fuga desesperada de sus
guerreros, huérfanos del líder que los cohesionaba entre sí. O del político
carismático que, al caer en desgracia, arrastra tras de sí el derrumbe de sus
seguidores. El padre todopoderoso encarnaba mejor que nadie este régimen
patriarcal, ahora en franco declive. Era él quien proporcionaba las
identificaciones a los sujetos, como modelo indiscutible
¿Quién sería entonces el líder de las masas que se precipitan en túneles,
escuelas y vías púbicas a la caza del pokemón? ¿O el de las multitudes
indignadas que ocupan las calles para protestar por la corrupción, la
especulación inmobiliaria o el último atentado? ¿Y el de las propias filas de
los grupos terroristas?
De un tiempo a esta parte las manifestaciones multitudinarias son un hecho
incontestable. ¿Las podemos analizar en los términos en que lo hizo Freud, en
plena era analógica y patriarcal, cuando se refería a instituciones
tradicionales como el ejército o la iglesia? ¿Qué sustituye hoy a esa figura
del líder, ahora denostado y en serios apuros incluso allá donde los regímenes
personalistas gobiernan?