Skam (en español: Vergüenza) es una serie
de televisión noruega sobre la vida cotidiana de los adolescentes en una
escuela urbana. En España existe ya una adaptación ambientada en un instituto
de Madrid. Allí vemos cómo esos adolescentes de hoy se las arreglan con sus
primeros amores y sus primeros escarceos sexuales. Para
ello, disponen, como en todas las épocas, de una erótica propia, con sus
objetos y sus ficciones acerca de la pasión amorosa.
Como cualquier otra, cumple una función básica: velar la
inexistencia de la relación sexual, entendida ésta como armonía sexual preestablecida,
llenando ese vacío con palabras, imágenes y objetos que lo cubran. Que las
cosas entre los sexos no encajan es algo que sabemos desde hace tiempo, Freud
lo destacó y Lacan lo designó con esa frase ya popular, al menos en el mundo
psi: “la relación sexual no existe”.
Y por eso mismo, existe el amor como suplencia. La pubertad, como despertar de un
cuerpo nuevo y además sexuado, los enfrenta con el real de un goce que no
pueden situar ni nombrar fácilmente, ya que no disponen de la lengua adecuada
para ello. Les queda el recurso de soñar y fantasear sobre ese sinsentido. Para
ello, esos mismos adolescentes que bucean en el porno online ven también y
buscan referentes en las series de ficción, que cada vez más muestran su
relación con el sexo de forma abierta y directa.
¿Será la vía del amor la que
resistirá al goce autoerótico al que empujan estos nuevos objetos? ¿Qué lugar
ocupa la vergüenza y el pudor como defensas frente a este real sexual? Todavía
no podemos responder a esa pregunta pero el limite al porno vendrá quizás más
por la vergüenza de ‘verse mirando’, que por la culpa moral, poco eficaz a día
de hoy. En cualquier caso,
parece que esta facilidad en el acceso al sexo fácil no ha hecho desaparecer la
dificultad de las relaciones de pareja.
Como psicoanalistas sabemos que cuanto
más se identifica el sujeto al objeto de desecho, a esta mercancía sexual
consumible, más hay que oponerle el deseo como enigma frente a esa certeza. Un
deseo que frene algo de esa repetición compulsiva y permita inventar lo que
Lacan llamó un nuevo amor, un poco alejado de la repetición infinita. Algunos
de los éxitos literarios, de blogs y raps dirigidos a un público adolescente nos
enseñan que esa necesidad de inventar nuevas ficciones sigue viva, porque la
saturación de “más de lo mismo” no deja de producir síntomas que hacen emerger
la subjetividad, no aplastada por el goce.