Intervención en la Jornada "EL TDAH A
DEBATE". Barcelona, Col·legi de Metges.1 diciembre de 2016
“TDAH:
¿una “solución” real de 4 letras?”
Quisiera
contribuir al interesante debate de esta jornada con una primera reflexión
sobre el uso, a mi juicio excesivamente generalizado del término TDAH. Muchos
autores se han referido a ello, incluyendo algunas expresiones como “epidemia”.
Yo quiero citar al Dr. Conners, uno de los investigadores y clínicos del TDAH
más reconocido mundialmente. Lo conocen además por sus escalas utilizadas en el
diagnóstico del TDAH. Hace unos meses señaló, en una entrevista para el New
York Times, que el número de niños en los EEUU, diagnosticados con TDAH, se
había elevado a 3,5 millones, frente a los 600.000 detectados en 1990. Él mismo
calificó estas cifras de "un desastre nacional de proporciones peligrosas”[1].
Hay que decir que el trastorno es ahora en ese país, el segundo diagnóstico más
frecuente a largo plazo realizado en niños, muy cerca ya del asma.
Pero además
vemos como ese uso avanza cada día y en todas las edades, tanto por abajo como
por arriba. Parece no tener límites.
Los cambios introducidos en el año 2014 en
el sistema escolar norteamericano permitieron la incorporación en escuelas
públicas a niños y niñas de 3 a 5 años. Ello ha supuesto el avance del
diagnostico de TDAH en esas edades preescolares, puesto que la Academia
Americana de Pediatría aconseja adelantar la detección a edades tempranas, para
así prevenir mejor los futuros fracasos escolares.
Traducido en
cifras ha supuesto que el aumento de diagnósticos en escuelas públicas haya
sido, tras esta ampliación de la escolaridad, de un 59% mientras que en las
escuelas de clase media de un 10%[2]. Actualmente y
según el CDC (Center for Disease Control and Prevention) en los EE UU hay unos 10.000
niños de entre 2 y 3 años, incluidos en el programa público Medicaid, diagnosticados y medicados con
Adderall (psicoestimulante
anfetamínico) a los que habría que añadir 4.000 más de los seguros privados. Estos
datos los encontraran en el primer informe realizado sobre el uso de la
medicación con menores de 4 años, dirigido por la Dra. Visser[3].
Si fuéramos más
jóvenes tendríamos permiso para escandalizarnos pero, a nuestra edad, quizás
nos conviene más preguntarnos por las razones de este fenómeno. Mi hipótesis es
que esto se produce por causas diversas pero sobre todo porque confundimos
síntoma y trastorno. Es evidente que el TDAH existe, por eso estamos aquí
reunidos. Y es evidente que esa etiqueta o ese nombre designa algo muy real,
designa un malestar creciente entre padres e hijos, entre docentes y alumnos.
Un malestar con
causas múltiples y de una gran complejidad, que tiene que ver con las
transformaciones sociales, los cambios familiares, las dificultades de educar y
criar en nuestra época y, por supuesto, con las causas particulares de cada
sujeto, niño o adulto. Causas que en algunos casos remitirán a un trastorno
claro, en otros a dificultades relacionales o adaptativas y en algunos pocos a
enfermedades orgánicas.
¿Por qué nombrar
toda esa diversidad y complejidad con un acrónimo de 4 letras? Digamos que no es
casualidad su éxito para cristalizar y precipitar ese malestar en un solo
significante. Todos somos, en cierto modo, hiperactivos porque nuestro tiempo
lo es. Hiperactivos en su vertiente impulsiva y multitasking y en su vertiente
desatenta, modo zapping. La hiperactividad es sin duda uno de los nombres privilegiados
de nuestra manera de gozar y de satisfacernos con los objetos que nos rodean.
El problema de
reducirlo todo a esas 4 letras es que hay efectos colaterales –además de los
secundarios ya conocidos- como es el hecho de la des-responsabilidad que se produce
en un sujeto cuando se le ofrece fácilmente un pretexto para justificar sus
olvidos, sus inhibiciones o su falta de control. Un paciente de 45 años, con
dificultades de pareja y en paro tras diez años dirigiendo sin problemas una
oficina bancaria, no duda, al terminar la primera entrevista, en pedirme un
informe para solicitar un certificado de disminución, alegando su diagnostico actual
de TDAH.
Jacques Lacan
nos aviso (1967) de esta tendencia del “niño generalizado” como un rasgo que él
intuía cada vez con más fuerza[4]. Niño
generalizado quiere decir abandonarse a la tentación de la inocencia, como la
nombró años más tarde Pascal Bruckner o como se lamentó antes André Malraux
cuando en sus Antimemorias se quejaba de que ya o quedaban personas mayores, o
sea adultos responsables.
El TDAH, si lo
entendemos como síntoma de ese malestar contemporáneo, debería hacernos pensar,
a la hora de discriminar y particularizar el caso por caso, en otras variables,
además de las clínicas ya señaladas anteriormente. Les citaré 4 que yo he constatado
en los casos de niños y adolescentes diagnosticados con TDAH.
Por un lado, la
existencia de duelos no realizados en la familia, algunos ligados a situaciones
de abandono de alguno de los progenitores, desaparecidos brusca o precozmente o
a duelos migratorios. Por otro situaciones persistentes de violencia
intrafamiliar (de género o maltratos y/o abusos). También situaciones de
negligencia continuadas donde los cuidados básicos y la presencia de los padres
quedan muy reducidos. Y, por último, el peso que toman muchas veces los
secretos familiares que provocan, en muchos niños y adolescentes, la necesidad
de actuar, con sus cuerpos movidos y despistados, lo no dicho. Todos estos
factores son causa directa de agitación y desatención en muchos sujetos que
atendemos.
Para terminar,
quisiera sugerir otra propuesta relacionada con el abordaje de este malestar.
Desde hace 16 años venimos desarrollando un programa de trabajo en red,
Interxarxes, que nos ha permitido realizar una práctica colaborativa real entre
escuela, salud y atención social. Nos ha enseñado que abordar muchos de estos
malestares sin tener una valoración global, sin captar la lógica que guía cada
caso y sin consensuar una cierta hoja de ruta, nos conduce muchas veces a la
deriva. O sea a una derivación, que es más una segregación y un sacarse de
encima el caso que no una decisión argumentada.
Nuestro lema es
que, cuando se trata de problemas de aprendizaje o dificultades en el ámbito
educativo, debe ser primero la educación quien actúe. Consciente de sus límites
y capaz de solicitar ese trabajo en red cuando sea necesario.
Interpretar ese
síntoma llamado TDAH requiere muchas veces de esa práctica entre varios que nos
permitirá afinar en cada caso la dimensión del malestar, su gravedad, su
abordaje y su pronóstico. Reducirlo a un trastorno “igual para todos” nos
conduce a un callejón sin salida y a la rigidez de unas respuestas que no toman
en cuenta al sujeto que lo padece y sin el cual, no nos engañemos, no habrá
cambios posibles.
[2] Stephen P. Hinshaw; Richard
M. Scheffler. “La explosion del TDAH” http://adhdexplosion.com/stephen-p-hinshaw/
[3]
Susanna Visser, DrPH: CDC, National Center on Birth Defects and Developmental
Disabilities “The epidemiology of attention-deficit/hyperactivity disorder “ https://www.cartercenter.org/resources/pdfs/health/mental_health/2014-mental-health-forum-power-point-presentations.pdf
[4] J.
Lacan. Alocución sobre las psicosis del niño (1967)