La Vanguardia, Tendencias, 13 de abril de 2014
En un época de incertidumbres lo único cierto son las paradojas, signo de
una nueva era en la que ya no funciona únicamente la lógica que inauguro el
régimen patriarcal, donde todo estaba escrito y calculado en una misma clave.
“Estamos en la fase de salida de la era del padre, escribía el psicoanalista
Jacques Alain Miller, y lo femenino toma la delantera a lo viril”.
El factor más decisivo es el nuevo rol de la mujer que implica nuevas
maneras de hacer y sitúa lo femenino como la lógica que mejor convive con las
paradojas y la incertidumbre. Si lo fálico exige la previsión contable, cierto
conservadurismo y promueve vínculos jerárquicos, lo femenino se aviene mejor
con la improvisación, la horizontalidad de la red y una identidad en
construcción.
Basta echar un vistazo a los recientes movimientos sociales y políticos, a
los fenómenos de resistencia activa en los países islámicos, a las propuestas
de cambio social, donde el compartir se ofrece como alternativa al conflicto
directo, para percibir que el futuro es y será femenino. El liderazgo y la
presencia en ellos de muchas mujeres y hombres que coinciden en no rechazar lo
femenino que los constituye, anuncia esta nueva lógica del no-todo fálico,
opuesta a la idea de la norma-macho que definiría en exclusiva aquello que es
normal para hombres y mujeres. Lógica femenina que se expresa bien en las
prioridades, más cercanas al sufrimiento, a lo que no va, a lo que cojea en
cada uno y en cada comunidad.
La paradoja, decíamos, es el rasgo propio de la
hipermodernidad y por ello este cambio cohabita con el viejo paradigma
patriarcal: el totalitarismo en la política y el feminicidio en el ámbito de
las relaciones de pareja, son sus síntomas más claros.
"Para el hambre que dice usted estar pasando, la veo
bastante gordita". Esta frase, dicha por el periodista Alfonso Rojo a la
activista de la PAH Ada Colau rezuma un evidente machismo, aunque solo sea por
considerar que la “normalidad” de un cuerpo de mujer debería ser la delgadez.
Pero además Colau es una líder social atrevida, que no ha rehuido enfrentarse dialécticamente
a hombres poderosos, hecho también poco normal. No se trata de una simple anécdota
que condenar, llueve sobre mojado. Las leyes sobre el aborto y la educación, o
el auge en Europa de la extrema derecha son otras formas de “normalizar” esos
cuerpos femeninos agitados.
Si el
régimen del “todo fálico” supone que la mujer quede reducida a su condición de
objeto, en la escena sexual y en otros ámbitos de la vida, la propuesta actual
redefine los roles y torna problemático el papel del hombre. Para empezar ya no
puede servirse igual de la potencia que le otorgaba esa disimetría y su rol
central en la provisión de bienes. Hoy ya no son los hombres los únicos, y
pronto dejarán de ser los principales, sustentandores de la familia.
Algunos
leen este hecho, en su clave fálica, como la consecuencia de un cambio de
poder: ahora ellas quieren mandar. Eso les provoca desorientación, inhibición,
sentimientos de infantilización. Para otros el sentimiento de indignación y
rabia, mezclado con el afecto depresivo, alcanza formas de odio que llegan al
asesinato, tal como muestra la cifra de feminicidios.
El
duelo de este tiempo que se acaba, difícil para muchos y muchas, se prolongará
y en él mientrastanto asistiremos a la paradoja del retorno más feroz de modos
antiguos que resisten violentamente a un futuro que será femenino.