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domingo, 12 de mayo de 2024

Eurovisión: ¿Zorra o Loke?



La capacidad del capitalismo para reciclar cualquier cosa, incluido aquello que pretende subvertirlo, es ilimitada. ¿Un revolucionario cubano y comunista, azote de la industria de la fruta? Estampado en camisetas, cuadros o ceniceros. ¿Un narco, asesino sin piedad? Protagonista de una serie. Lo mismo con cualquier lema en pro de la sostenibilidad del planeta o la no discriminación. Lacan analizó el discurso capitalista como aquel que niega toda imposibilidad: imposible is nothing. Cualquier pérdida es impensable, de ahí que no se lleve bien con el amor (que siempre evoca la falta) salvo cuando llega febrero y lo envuelve en celofán.

Y, ya puestos ¿por qué no reciclar un insulto misógino como zorra, tan del gusto de los maltratadores (aparece en 15.000 sentencias)? Convenientemente envuelto se puede revender en un escenario glamouroso televisivo como ‘icono del empoderamiento de la mujer’. Asegura un cierto éxito porque a muchos y a algunas (no faltan grupos de WhatsApp de chicas que se autodenominan zorras o zorritas) les gusta su sonido, intenso y lleno de matices. ¿Cuál sería la razón de ese aprecio?

En su artículo “Sobre la degradación de la vida erótica”, Freud ya nos explicó la dificultad para muchos varones de conciliar el amor -que deriva del vínculo originario a la madre idealizada- y la atracción sexual hacia una mujer (sustituta de la anterior). Eso les obliga -en la fantasía o en el acto- a degradar al partenaire como si solo en su versión de puta/zorra -disponible para todos- resultase atractiva. Algunos optan por una doble vía (pareja y amante) para evitar el horror que les produce lo femenino (¿qué demonios quiere una mujer?) y otros más atrevidos no dudan -libres de pudor- en afirmar su elaborada tesis de que ‘todas, menos la madre (y la hermana, si la hubiera), son unas…’ La violación (familiar o ajena) es el paradigma de esa degradación, donde la mujer debe ser reducida a un objeto despreciable.

¿Y, ellas que ganan acogiéndose a ese insulto? Resignificarlo como agentes, en lugar de sufrirlo pasivamente, es siempre una estrategia psíquica para elaborar un abuso real o sentido. Por eso, muchos juegos infantiles muestran cómo hacer de profesor/a mandón -en casa con los muñecos o hermanos- resarce de la docilidad escolar. Por otra parte, reivindicar ese lado no sumiso, libre e independiente -incluyendo la posible infidelidad- las mantiene alejadas de la cosificación.

La duda es por qué conformarse con el marco de un fantasma masculino, por qué no inventar algo propio, más allá del falocentrismo. Sin ánimo de originalidad sugiero un “Soy una Loke(meplazca)”, como alternativa al degradante y castizo zorra. Evoca, además, ese punto de desafío del orden que entronca con la tradición de brujas, hechiceras, locas o vampiresas. Términos con los que el imaginario masculino las estigmatizaba, mirando de atrapar aquello femenino que siempre se escurre del control patriarcal.