Si la realidad aumentada es el sueño, que la tecnología digital nos
procura, la realidad estallada es el despertar a lo real de nuestra existencia.
Otro escenario donde la realidad, más que aumentar, parece estallar de rabia,
indignación u odio. La crisis, desencadenada por la burbuja inmobiliaria y
continuada por la precariedad sociolaboral, ha generado muchos movimientos de
indignación, desde las primaveras árabes hasta el Occupy Wall Street pasando
por los indignados del 15M o de Brasil. El uso de las redes sociales es aquí
también clave.
Estas nuevas multitudes, diversas en su composición y contexto cultural,
tienen sin embargo algunos rasgos comunes. Ya no se orientan a partir de un
líder ni de un ideal común preciso y claro. Estos movimientos, como señalaba
recientemente el psicoanalista francés Eric Laurent, se desarrollan en dos
tiempos. Primero está el grito de indignación y rabia, un llamado que cada uno
hace, a partir de una pérdida (de casa, de trabajo o incluso de patria), sin
otra reivindicación inicial que pedir un lugar para él en un mundo que parece
volverse loco y cada vez más excluyente. Son los nuevos desahuciados que se
resisten a ese destino de marginados.