“A decir verdad, no es
obligatorio que el hombre sea educado, ya que él realiza su educación
solo. De una manera u otra, se educa.
Hace falta que aprenda algo, que sude la gota gorda, y los educadores son
personas que creen poder ayudarlo. Piensan incluso que hay un mínimo para dar a
fin de que los hombres sean hombres, y que esto pasa por la educación. No están
en absoluto errados: se necesita, en efecto, cierta educación para que los hombres lleguen a soportarse entre sí”
Jacques
Lacan. El triunfo de la religión
“Me
evadí en 1940 con el futuro capellán de Vercors. Poco tiempo después de la
evasión nos encontramos en el pueblo de Drȏme donde él era cura y donde daba
certificados de bautismo a los Israelitas, siempre a condición de bautizarlos.
(Le pregunté) –¿Desde cuándo confiesa usted? –Desde hace unos quince años. -¿Y
qué le ha enseñado de los hombres la confesión? –Sabe usted, la confesión no
enseña nada porque cuando uno confiesa uno es otro, está la Gracia. Y por lo
tanto... De entrada la gente es mucho más desdichada de lo que uno cree y
además... Levantó sus brazos de leñador en la noche estrellada: ...Y además, en el fondo, es que no hay personas mayores.”
Andrè Malraux. Antimemorias
La educación tiene
como objetivo final que el sujeto alcance el máximo grado posible de autonomía,
que le permita apropiarse de su vida y definir sus propias metas con su estilo
propio. Tomará sus referencias de sus educadores pero será ya él quien se haga
cargo de su realidad.
Establecer metas es
pues un principio básico de la educación. Es el educador quién debe ayudar a
las familias a definirlas, tomando en cuenta las dificultades pero sobre todo
los recursos y los deseos de las propias familias. En el modelo tradicional de
la educación era el educador quien establecía, de manera unilateral, esas metas
y explicitaba así su intencionalidad educativa. Hoy ese esquema es ya
impensable al margen de los principios de participación y co-responsabilidad.