“¿Extraeremos la consecuencia de un término
como el de niño generalizado?...He ahí lo que signa la entrada de todo un mundo
en la vía de la segregación. ¿No es acaso porque hay que contestarla por lo que
vislumbramos ahora por qué probablemente Freud sintió que debía reintroducir
nuestra medida en la ética del goce? ¿Y no es tratar de actuar con ustedes como
con aquellos para quienes la ley desde entonces es dejarlos con la pregunta:
qué alegría encontramos en eso que constituye nuestro trabajo?”
J. Lacan.
Alocución sobre las psicosis del niño (1967)
Lacan habló en 1967
del “niño generalizado”, la infantilización de los adultos y de la
sociedad, para indicar la incidencia que
la ciencia tenía sobre el valor que dábamos al cuerpo. Intuyó incluso lo que
sería posteriormente el intercambio de órganos, como un negocio boyante.
Hoy el cuerpo ocupa
el primer lugar de nuestras preocupaciones: en la moda, en el espectáculo, en
el deporte, en la salud y en las terapias de todo tipo (las que lo reducen al
cerebro y lo estimulan y aquellas que lo masajean y manipulan con mayor o menor
éxito). Eso sin olvidar el destino dramático de aquellos cuerpos que buscan
refugiarse del odio y la violencia y para los que no encontramos acogimiento.
Sin embargo, y es a
lo que apuntaba Jacques Lacan, no queremos saber mucho de las paradojas de la
satisfacción de ese cuerpo.