El verano se acaba y la vuelta al Insti es percibida por ellos y ellas con cierta ambivalencia. La curiosidad por los rencuentros se mezcla con alguna inquietud por todo aquello que huele a incertidumbre. Los profes, los exámenes cuando lleguen, pero sobre todo los amigos y amigas. Las dudas sobre el papel que le espera a cada uno en ese nuevo curso.
El pánico hoy, para muchos adolescentes, es permanecer invisibles y marginados de la pandilla, virtual o presencial. Que nadie se fije en ellos, que queden situados en el bando de los frikis o pringaos, esos que nunca recibirían un like ni optarían jamás al título de popus y menos al de superpopus.
Para conjurar ese temor cada uno debe buscar sus alianzas, y en caso de
conflicto estar atento para no terminar siendo objeto de acoso o burla,
confundido en esa tribu de excluidos.
Esos temores están directamente
relacionados a la cohabitación que todos tienen que lograr con su nuevo cuerpo
púber. Si hasta entonces el cuerpo infantil funcionaba por defecto, ahora hay
que manipularlo para domesticar esos signos extraños que no para de enviar: temblores,
excitaciones, escalofríos, molestias y decepciones por sus formas y
volúmenes…Para hacerse con ese cuerpo hay que manipularlo con lo que se tiene a
mano: tatuajes, dieta, gimnasia, alcohol, porros, ropa, peinados.
A veces esas formulas fallan