Hoy no podemos pensar la subjetividad de los adolescentes
sin tomar en cuenta tres transformaciones claves, todavía en curso, que inciden
en ella y que supone un monto de incertidumbre y angustia considerable, para
los padres, los docentes, los psi y por supuesto para los propios adolescentes..
En primer lugar la que afecta al trabajo, como
significante amo y como polo identificatorio en la construcción de la persona.
La actual precariedad, que no parece vaya a ser pasajera, la crudeza del
vínculo que propone, donde el rendimiento/beneficio es el único valor constata,
como nos han mostrado Sennett, Bauman y otros, que el sujeto es en sí mismo un
objeto consumible y desechable. Si hasta hace unas décadas la promesa del
sacrificio que implicaba la formación y el esfuerzo se traducía en estabilidad
futura y buena vida, hoy el trabajo se asocia más bien a la degradación. Eso incide
ya en la infancia y en la adolescencia donde el saber se ve también afectado
por esa degradación y esa subordinación al rendimiento.
El debate actual sobre el futuro de la educación nos
muestra los intentos desesperados