Definir i precisar les estratègies d’acompanyament en el treball amb adolescents esdevé imprescindible per ajustar la nostra intervenció educativa i/o terapèutica. L’article analitza l’impacte de tres transformacions socials en les vides dels adolescents del segle XXI: l’exigència de rendiment constant, la crisi del model binarista per definir les identitats sexuals i la nova realitat digital com a escenari de vida de les infàncies i adolescències. A
partir d’aquí ofereix claus de lectura i estratègies d’intervenció, basades en experiències, adequades a aquest nou entorn social.
Educació social. Revista d’intervenció socioeducativa, 2022, Núm. 82, p. 13-30, https://doi.org/10.34810/EducacioSocialn82id408305.
És útil la conxorxa de pares contra els mòbils? “Els hem d’ajudar a sortir de l’esclavitud”
El psicòleg clínic José Ramón Ubieto considera una magnífica notícia que famílies i escoles s'organitzin per desterrar el mòbil del dia a dia dels adolescents
¿Cómo hacer? Un niño nos lo explica, en una frase que le dice a su tía a la que le pide en la cama que le hable en medio de la oscuridad: “Hay más luz cuando alguien habla”. Esta anécdota, relatada por Freud, nos enseña que, si bien el miedo y su oscuridad no desaparecen de la vida de los niños, hay fórmulas para hacerlo soportables. Se trata, pues, de trazar algún límite que sirva de referencia, la palabra sin duda es uno importante. Hablar con los hijos/as de estos temores y de las medidas previstas es un primer paso. Eso ayuda a servirse activamente del miedo como un elemento de protección del peligro, en lugar de sufrirlo pasivamente como fuente de inhibición.
El estado natural del adolescente es el acoso, acoso de
su cuerpo púber. La tentación es desplazar ese acoso a un chivo expiatorio.
Manipular el cuerpo del otro para dejar el suyo a salvo. Y todo esto en grupo,
como falsa solución para salir del atolladero de la pubertad[1].
Los testimonios que encontramos en la clínica y en la
literatura nos confirman el carácter traumático de ese acontecimiento, que deja
huellas indelebles y singulares, hasta el punto que a veces tienen que pasar
décadas para poder hablar de ello[2].
El bullying es además un síntoma social que forma parte
del malestar en la civilización. Analizarlo implica tomar en cuenta dos ejes:
aquello que aparece ligado al momento histórico donde emerge y lo atemporal: aquello
que lo conecta con el pasado y con las razones de estructura. En el caso del
bullying, lo que no cambia, aquello que permanece fijo, es la voluntad de
dominio y la satisfacción cruel que algunos sujetos encuentran al someter a
otros a su capricho, para así defenderse del desamparo ante lo nuevo. Eso ha
existido siempre como el ejercicio del matonismo en la escuela, fundado en el
goce que proporciona la humillación del otro, la satisfacción cruel de insultar
y golpear a la víctima.
¿Qué habría de nuevo en nuestra época para explicar las
formas actuales que toma este fenómeno? Por una parte, el eclipse de la
autoridad encarnada tradicionalmente por la figura del padre y sus derivados
(maestro, cura, gobernante); la importancia creciente de la mirada y la imagen
como una nueva fuente privilegiada de goce en la cultura digital -junto a la
satisfacción de mirar y gozar viendo al otro-víctima, hay también el pánico a
ocupar ese lugar de segregado, quedar así invisible, overlocked[3]-;
la desorientación adolescente respecto a las identidades sexuales y el
desamparo del adolescente ante la pobre manifestación de lo que quieren los
adultos por él en la vida, y la subsecuente banalización del futuro.
Esta soledad ante los adultos y la vida supone una
dificultad no desdeñable para interpretar las fantasías y las realidades que
puede llevar al extravío y a la soledad. Entre los refugios encontrados en los
semejantes, la pareja del acoso es una solución temporal.
Estos cuatro elementos convergen en un objetivo básico
del acoso que no es otro que evitar afrontar la soledad de la metamorfosis
adolescente y optar por atentar contra la singularidad de la víctima. Esta
“fórmula” genera un tiempo de detenimiento en la evolución personal. Elegir en
el otro sus signos supuestamente “extraños” (gordo, autista, torpe) y rechazar
lo enigmático, esa diferencia que supone algo intolerable para cada uno, es una
crueldad contra lo más íntimo del sujeto que resuena en cada uno y cuestiona
nuestra propia manera de hacer.
La escena del
acoso: 4 elementos y un nudo
Una lectura que el psicoanálisis nos permite hacer del bullying es que se trata básicamente de
una escena, un cuerpo a cuerpo en el que participan varios. Nuestra lectura no
puede ignorar lo pulsional como clave subjetiva. Hay una intencionalidad
agresiva que propone un destino a la pulsión sádica; una continuidad de la
escena fija y un desequilibrio acosador-acosado marcada por la falta de
respuesta de la víctima, por su inhibición ante ese acoso. La víctima es
elegida por su silencio, su imposibilidad de responder.
La escena del acoso incluye al acosador, la víctima, los
testigos y el Otro adulto (padres, docentes), que no está pero al que se dirige
también el espectáculo. Lo que los embrolla es la subjetividad y sus impasses,
que pasa básicamente por hacer algo con el cuerpo que se les revela como un
misterio, pero un misterio que habla y esa extranjeridad (otredad) los perturba
e inquieta. Lacan lo anticipaba en 1967 cuando en una de las clases de su
seminario decía “El Otro, en última instancia y si ustedes todavía no lo han
adivinado, el Otro, tal como allí está escrito, ¡es el cuerpo!”[4]
De allí que la acción resulte inevitable, y manipular el
cuerpo del chivo expiatorio bajo formas diversas: ninguneo (dejarlo de lado),
insultos (injuriarlo), agresión (golpearlo), sea una solución temporal para
calmar la angustia. Para los testigos es crucial no quedar del lado de los
pringaos, aquellos designados como chivos expiatorios. La escena del acoso –en
su dimensión de acting-out-, es una
escena que daría acceso a un cierto goce del cuerpo del otro a través del
grupo, si seguimos las indicaciones de JAM en su texto “En dirección a la
adolescencia“.[5]
Una escena, pues, alrededor de “la extraña pareja” que
cada sujeto forma con el objeto innombrable. Una pareja donde el amor/odio se
confunden y como uno de los protagonistas de la película Bully –inspirada en sucesos reales- que se deja maltratar por su
mejor amigo a la espera de ese signo de amor que nunca llega. [6]
José R. Ubieto, psicoanalista en Barcelona. Miembro de la
AMP y de la ELP. Profesor de la UOC. Co-autor de “Bullying. Una falsa salida para los adolescentes”
[1] Ubieto, J.R.(2016). Bullying. Una falsa salida para los adolescentes,
Barcelona: Ned
[2] Ubieto, J.R.(2016).
“Testimonios literarios del Bullying”. En La Vanguardia. Cultura(s).Sábado 20 de
febrero de 2016. Disponible en Internet.
[3]. Lacan, J.
(2014). El Seminario. Libro 6. El
deseo y su interpretación (1958-59). Barcelona: Paidós, p.29
[4]Lacan, J. (1967).
El Seminario. Libro 14. La lógica del fantasma (1966-67). Inédito.
[5]Miller, J.A. (2016). “En dirección a la adolescencia”. En El Psicoanálisis, número 28, p.15-26.
Psicólogo clínico y psicoanalista. Profesor de la UOC.
Autor de “TDAH. Hablar con el cuerpo”, “Bullying. Una falsa salida para los adolescentes”
(ed.) y “Niñ@s Híper” (con Marino Pérez-Álvarez).
Leer los trastornos de conducta exige, de entrada,
explicitar el marco donde se encuadran porque desde los conceptos y palabras
con los que los definimos hasta sus coordenadas básicas (etiología,
comorbilidad, incidencia social) ya determinan esa lectura.
Los metanálisis mostrados[1]
derivan de una concepción de las problemáticas conductuales derivada del marco
DSM como referencia teórica (e ideológica) que aunque se plantee como aséptica
y ateórica, no lo es en absoluto.
En el DSM estas problemáticas conductuales tienen
nombre propio: TDAH (impulsividad), TOD (desafío, confrontación), TC
(violencias varias) y conllevan ya un programa de actuación muy definido y que
incluye la psiquiatrización y psicologización con, en muchos casos, una
posterior medicalización e incluso una judicialización de esas conductas (TC).
El problema de optar por este marco es que deja de
lado otras “problemáticas conductuales” muy importantes, aunque a veces sean
más discretas: parasitismo (adicciones), inhibición (fracaso escolar,
aislamientos voluntarios) o estados melancólicos y desvitalizados (depresión,
suicidio, autolesiones).
Es relevante que en una gran mayoría de los casos de
masacres escolares, protagonizados por adolescentes “discretos”, donde no había
registros anteriores de “problemáticas conductuales” explicitas, lo que sí se
constata son
La matanza escolar de Santa Fe se suma a una larga serie que tuvo en Columbine su matriz original. Muchos de los adolescentes que perpetraron posteriormente un ataque se refieren a él como su fuente de inspiración. Quizás este hecho nos da una pista sobre las claves psicológicas de esta repetición, más allá de la evidente cultura bélica en el caso norteamericano.
Los Hikikimori españoles también existen si bien las condiciones sociales, y por ende discursivas, son diferentes del Japón. Mientras que en el país nipón se calcula que el número de adolescentes y jóvenes encerrados en casa supera ampliamente el millón1, aquí apenas hay datos pero en todo caso dista mucho de esa cifra2.
Los servicios de emergencias a domicilio y los servicios sociales son los dispositivos más cercanos y conocedores de estos casos. Todos coinciden en que no existe ningún perfil homogéneo y que cada sujeto se encierra con su juguete particular, parafraseando la ópera prima del novelistaJuan Marsé.
Lo común es el acoso que todos sienten respecto a un imperativo que sitúan en el otro,
Con él hemos charlado de este trabajo, pero también de otras cuestiones de interés relacionadas con el bullying o acoso escolar. ¡No te lo pierdas!
¿Qué aporta esta lectura a un tema de actualidad como es el bullying?
‘Bullying. Una falsa salida para los adolescentes’, una obra de José Ramón UbietoOfrece
una mirada distinta tomando la perspectiva de la significación
psicológica del acoso para todos los participantes (victima, victimario,
testigos y adultos) y poniendo énfasis, en el caso de los adolescentes, del momento vital que atraviesan;
especialmente en el tratamiento que tienen que hacer de su cuerpo -que
se les presenta como algo nuevo y extraño- y que, en cierto modo, los
acosa con sus nuevas sensaciones de carácter sexual. También toma en
cuenta los cambios sociales en lo que afecta a las figuras de autoridad y
al papel creciente de la mirada y la imagen como elementos
omnipresentes, a través de la realidad digital, en las infancias y
adolescencias del siglo XXI.
¿Qué análisis se realiza en el libro del acoso escolar y desde qué perspectiva?
El análisis es interdisciplinar y fruto de una investigación realizada durante un año.
Las hipótesis de trabajo se orientan a la experiencia educativa, social
y clínica de los autores y, en especial, a las aportaciones del
psicoanálisis. La idea es que el acoso es una escena con cuatro
elementos: victima, victimario, testigos y adultos. Cuando los
adolescentes se sienten “acosados” por la pubertad y sus
transformaciones en el cuerpo y en la imagen tienen la tentación de
elegir un chivo expiatorio para que pague por todos.
Manipulando, ninguneando y golpeando el cuerpo del otro creen,
ilusoriamente, que su cuerpo queda a resguardo del acoso. En el caso de
las chicas la forma principal es la marginación, el ninguneo y en los
chicos aparece más el acoso físico.
El acoso es una escena con cuatro elementos: victima, victimario, testigos y adultos
¿Cuál es el perfil del estudiante que adquiere el rol de ‘acosador’? ¿Qué le lleva a desarrollar este comportamiento?
No hay un perfil claro como tampoco de las víctimas. Cualquiera puede ocupar alguno de los lugares que implica la escena del bullying.
De hecho, observamos como a veces –no necesariamente siempre- los
agresores han sido antes víctimas de otras situaciones de abuso
(maltratos, abusos sexuales) e incluso de bullying. Pueden presentar
conductas desafiantes frentes a los padres y los profesores (y adultos
en general); actitudes de desprecio y abuso hacia otros compañeros; bajo
rendimiento académico; no suelen tener mucho buena opinión del ambiente
de la escuela; y, aunque a veces lo escondan, tampoco tienen muy buena
percepción de sí mismos. En el fondo se sienten unos frikis y/o ‘pringaos’ pero hacen un esfuerzo para imputar esta situación a las víctimas. Cuando no son los líderes del acoso, son chicos fácilmente influenciables por otros.
En el caso del estudiante que lo sufre, ¿se puede hablar de una personalidad o forma de ser concreta?
Tampoco. Pareciera
que tener un rasgo de debilidad o de diferencia los hace más
vulnerables y si bien eso es cierto en muchos casos, no siempre funciona
así. Hay niños ‘débiles’ que, por eso mismo, son protegidos
por el grupo sin sufrir acoso e igualmente los hay con diferencias
marcadas que, en lugar de hacerlos vulnerables, los hace dignos de ser
admirados. Su ‘frikismo’ puede ser tomado como algo a imitar. Lo que sí
encontramos como rasgo característico de la víctima es que es alguien
que ante una intimidación no puede responder y queda callado frente al
acoso. Ese no poder responder es lo que los acosadores captan enseguida y
los convierte en víctimas. Las razones de esa inhibición son diversas y
tienen que ver con la historia personal de cada uno y cada una.
¿Están los centros escolares y los docentes preparados para afrontar el acoso escolar? ¿Qué recomendaciones les daría?
Ese no poder responder es lo que los acosadores captan enseguida y los convierte en víctimas
Es
difícil generalizar porque las situaciones son muy diversas. Hay
centros con planes de convivencia y con docentes sensibilizados y
formados, y otros donde se trata de negar la existencia de cualquier
conflicto pensando, vanamente, que así el problema se esfuma. Creo que todos los centros deberían ser conscientes que este problema existe.
La primera recomendación es que se sensibilicen y piensen en el
significado y en el impacto del problema. Una vez hecho esto, hay que
pensar cómo intervenir en términos globales (convivencia), más que de
una manera reactiva, cuando pasa algo. Deben anticiparse a las
dificultades. Y eso requiere también plantearse la participación y la
corresponsabilidad de todos los agentes (alumnos, padres y docentes) ya
que esto no es un asunto de dos (víctima y agresor) sino de toda la
comunidad educativa.
¿Qué herramientas y recursos considera adecuados para poner fin a esta práctica?
Con estos supuestos asegurados no es complicado encontrar mecanismos concretos para definir ese plan de convivencia. Hace
falta sistemas de detección que combinen las tutorías y los espacios
abiertos de conversación con los alumnos, junto a algunos recursos más
anónimos de denuncia: existen buzones, correos electrónicos y apps que permiten esto. Pero lo primero es crear un clima de confianza que permita hablar del tema abiertamente.
También las fórmulas de tutoría entre iguales se han revelado útiles.
Cuando nada de esto funciona queda, lógicamente, el recurso judicial
(denuncia).
¿Hay temor al hablar de bullying?
Sí, hay temor y existe esa falsa idea de que callar sobre un conflicto lo anula.
Temor porque el acoso es una violencia y sobre todo es una crueldad, un
sadismo que nos angustia ya que conecta con lo más íntimo de cada uno
de nosotros. No son conductas psicopáticas propias de personajes
‘monstruosos’ psíquicamente. Cualquiera puede pasar al acto si se dan
las condiciones. Es esa disposición tan general lo que nos produce
temor. Por otra parte, algunos centros temen que hablar de conflictos
ahuyente a las familias de potenciales alumnos y prefieren ocultar los
hechos dejando solos a aquellos más vulnerables.
Por último, un pequeño test. ¿Qué le sugieren las siguientes palabras?
– Adolescencia: Encontrar la salida del túnel que nos lleva de lo infantil a lo adulto superando la extrañeza de un cuerpo nuevo y exigente.
– Violencia: Cuando la palabra no logra traducir las sensaciones y el sujeto se siente desbordado y fracasado.
– Sensibilidad: Saber escucharse a sí mismo y conectar con los deseos, pero también con las dificultades.
– Escuela: La oportunidad de aprender, de jugar, de investigar y de estar con otros con la finalidad última de hacerse mayor.
– Miedo:
Algo que nos alerta de un peligro pero también algo que nos puede
paralizar si no somos capaces de ‘decir’ esa angustia en nuestra lengua,
dándole así una forma aceptable.
Infancias se escribe
en plural porque no hay una. Hay las infancias desamparadas y robadas, algunas
en países lejanos y otras aquí mismo. Infancias mal-tratadas y des-cuidadas
para las que el mejor regalo es la protección y el buen trato. Darles un lugar
de sujetos de pleno derecho.
Junto a estas, hay
otras infancias más afortunadas, donde los bienes no son el problema principal.
A veces lo material recubre otras faltas y ausencias. En las últimas décadas
han aparecido dos nuevos objetos en la vida de estos niños y adolescentes que
no estaban en la nuestra.
Por un lado la
medicación psicotrópica (psicoestimulantes, antidepresivos, antipsicóticos,
tranquilizantes, hipnóticos), cuyas cifras son ya muy altas y no paran de
crecer hasta convertirse en un verdadero problema de salud pública.España
figura, según un estudio internacional realizado en 2004, como el tercer país
del mundo en recetar psicofármacos a menores de 17 años, por detrás de Canadá y
los Estados Unidos y algunos autores presumen la cifra de 400.000 españoles
afectados del TDAH, uno de los ejemplos paradigmáticos de esta creciente
medicalización de la infancia.
A
este nuevo objeto, llamado a “proteger” al niño de sí mismo y de sus propios
excesos (oposicionismo, rebeldía, angustia, inquietud corporal), le corresponde
cada vez más un adulto mudo, que más que escucharlo se limita a clasificarlo y
etiquetarlo, sin interactuar demasiado con él. Baste el ejemplo del diagnostico
de TDAH que puede realizarse – y se hace con frecuencia- a partir de
observaciones de maestros y padres, sin hablar demasiado tiempo con el
niño/adolescente.
El otro nuevo objeto son
los gadgets (móviles, ordenadores, tablets,..) que los conectan a un otro
virtual, anónimo y escurridizo, que pasa fácilmente desapercibido para los
padres, al tratarse de un...
Hoy en España el 50% de los
menores navegan habitualmente por Internet y el 95% de los mayores de 15 años
tienen un smartphone que usan entre tres y cuatro horas al día (una cuarta
parte más de seis horas).
El uso es variado: para vincularse,
mostrar sus creaciones e imágenes, recabar información, jugar. Sin olvidar las
apuesta online que han aumentado exponencialmente (14-25 años) por su facilidad
de acceso, anonimato y recompensa inmediata, amen del marketing agresivo y
vinculado a ídolos deportivos.También las violencias encuentran su lugar, en
especial el ciberbullying que ha aumentado en la última década.
¿Cuál es el único lugar donde un
adolescente no se lleva casi nunca el móvil?
Hoy no podemos pensar la subjetividad de los adolescentes
sin tomar en cuenta tres transformaciones claves, todavía en curso, que inciden
en ella y que supone un monto de incertidumbre y angustia considerable, para
los padres, los docentes, los psi y por supuesto para los propios adolescentes..
En primer lugar la que afecta al trabajo, como
significante amo y como polo identificatorio en la construcción de la persona.
La actual precariedad, que no parece vaya a ser pasajera, la crudeza del
vínculo que propone, donde el rendimiento/beneficio es el único valor constata,
como nos han mostrado Sennett, Bauman y otros, que el sujeto es en sí mismo un
objeto consumible y desechable. Si hasta hace unas décadas la promesa del
sacrificio que implicaba la formación y el esfuerzo se traducía en estabilidad
futura y buena vida, hoy el trabajo se asocia más bien a la degradación. Eso incide
ya en la infancia y en la adolescencia donde el saber se ve también afectado
por esa degradación y esa subordinación al rendimiento.
El debate actual sobre el futuro de la educación nos
muestra los intentos desesperados
EL SUICIDIO. Un acto específicamente humano. José R. Ubieto . RTS num. 210 .
"El suicidio es un acto específicamente humano y, sin embargo, sus razones no siempre son evidentes, ni siquiera para el propio sujeto suicida. Sus formas, su aceptación o rechazo y su prevalencia varían con la época. Hoy suicidarse es objetar a la promesa de felicidad consumista. El artículo analiza cómo los adolescentes, las personas desahuciadas, los ancianos y aquellos que sufren un trastorno mental son más vulnerables a optar por este “final”, a veces como una salida digna y otras fruto de la desesperación. La prevención de este fenómeno requiere ante todo una mirada crítica."
Empecemos por el
principio: ¿a qué llamamos violencia? La pregunta, aunque parezca obvia, no es
banal. Nosotros no somos sociólogos ni educadores ni tampoco juristas o
policías. Por tanto nos conviene tener una definición operativa pero ajustada a
nuestra disciplina y a nuestro objeto que no es otro que la subjetividad
humana.
Y además se trata de un
término coloquial, usado para designar muchos fenómenos y por tanto tiene sus
riesgos como lo usemos. Sobre todo si lo acompañamos de un adjetivo como puede
ser el “juvenil”. Violencia juvenil implica casi una naturalización el
fenómeno, como si una palabra fuera naturalmente con la otra. Este efecto ha sido
muy estudiado en criminologia.
¿La violencia de un
conflicto como el de Siria o la de una banda mafiosa o la de un hombre que la
ejerce contra su pareja son homogéneas entre sí? ¿Y si añadimos la que puede
ejercer un joven con sus padres, con otros semejantes o contra el mobiliario
urbano? ¿Nos ayuda ponerlas en serie, homogeneizarlas?
Seguramente no porque lo
que ocurre entonces es que obviamos la significación que toma ese fenómeno para
cada uno y el carácter de impasse que tiene en una situación y en otra.
Ponerlos a todos en el mismo saco criminaliza y segrega a los adolescentes y
además pierde de vista que hay respuestas decididas, que obedecen a una
voluntad clara, y otras que son falsas salidas temporales como ocurre en la
mayoría de los actos violentos que realizan los jóvenes.
Para nosotros la
violencia es un síntoma que nos habla de un fracaso. Un síntoma, decía Freud, es la constatación del fracaso
de un ideal. Es la prueba evidente de que algo de la