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domingo, 13 de septiembre de 2020

Estrategias para convivir con el miedo







 ¿Cómo hacer? Un niño nos lo explica, en una frase que le dice a su tía a la que le pide en la cama que le hable en medio de la oscuridad: “Hay más luz cuando alguien habla”. Esta anécdota, relatada por Freud, nos enseña que, si bien el miedo y su oscuridad no desaparecen de la vida de los niños, hay fórmulas para hacerlo soportables. Se trata, pues, de trazar algún límite que sirva de referencia, la palabra sin duda es uno importante. Hablar con los hijos/as de estos temores y de las medidas previstas es un primer paso. Eso ayuda a servirse activamente del miedo como un elemento de protección del peligro, en lugar de sufrirlo pasivamente como fuente de inhibición.

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jueves, 14 de mayo de 2020

5 propuestas para afrontar una crisis psicológica desde la escuela en tiempos del Covid-19




Recuperar los vínculos

13/05/2020. Blog Obrim l'educació. Fundació Bofill
(Versió original /català)


Nuestras vidas están cambiando y cambiaran todavía más, esto afectará la vida social, familiar, las relaciones personales y también la escuela. Todavía no sabemos cómo, pero podemos anticipar algunas cuestiones, las más urgentes.

Estamos viviendo una emergencia sanitaria pero también un tipo de pandemia social, reveladora de otros problemas existentes en nuestra sociedad: desigualdades sociales, brecha digital, olvido en los cuidados de las personas vulnerables, falta recursos sanitarios…Todo esto se ha hecho evidente estos días y viviremos las consecuencias por un largo tiempo.

Es la primera vez en la historia que una crisis nos ha hecho sentir la existencia de un sujeto global y planetario como nunca lo habíamos visto. Hemos conocido campañas, algunas virales, en las que decíamos “Todos somos...” pero ésta nos ha tocado a todos y todas, en cada cuerpo ha resonado el miedo, la incertidumbre. Los niños y jóvenes no han quedado al margen y, si bien tienen menos preocupaciones por el futuro, ellos también viven con desazón el miedo al contagio, suyo o de sus familiares, la restricción de los contactos con amigos, las salidas a la calle y los lugares cerrados.

viernes, 16 de febrero de 2018

¿El fin de la infancia?




Niño de 9 años, violado en jaén por 4 menores de 12-14 años


La Vanguardia, viernes 9 de febrero de 2018

Que un niño de 9 años sea acosado por sus compañeros a lo largo de meses sin que ningún adulto se dé cuenta no es una novedad, a pesar de la gravedad del hecho. Los datos que tenemos sobre el acoso escolar nos hablan de un aumento y de un inicio precoz. Si antes el bullying se centraba básicamente en la adolescencia, hoy vemos como se adelanta a los 9-10 años en sus primeras manifestaciones, algunas ya muy crueles.

Lo que sí resulta más novedoso, y al tiempo más traumático por lo que tiene de inexplicable, es que ese acoso incluya una agresión sexual como la sucedida a este niño de Jaén. Sobre todo cuando los agresores son menores de 14 años. Es lógico, pues, que tratemos de encontrar una explicación para esa violencia sinsentido que ha hecho estallar nuestra ficción de una infancia más apacible. Las causas son, como siempre, múltiples y diversas.

En primer lugar está la responsabilidad individual, uno por uno, de estos niños preadolescentes, que no por ser inimputables legalmente son irresponsables. Ellos tienen que responder de sus actos y aceptar las consecuencias de ello. No podemos anticipar esas explicaciones que sólo ellos podrán dar. Lo que sí constatamos en nuestra experiencia clínica es que la violencia a veces no tiene más causa que el puro deseo de destruir, de romper algo o a alguien. Freud habló de la pulsión de muerte que anida en cada sujeto para mostrar ese lado oscuro que tanto nos cuesta aceptar, y que sólo la realidad, en su versión más cruel como aquí, nos obliga a ello.

lunes, 30 de octubre de 2017

Niños y adolescentes: ¿desamparados digitalmente?





La Vanguardia, sábado 21 de octubre de 2017

Hoy en España el 50% de los menores navegan habitualmente por Internet y el 95% de los mayores de 15 años tienen un smartphone que usan entre tres y cuatro horas al día (una cuarta parte más de seis horas).

El uso es variado: para vincularse, mostrar sus creaciones e imágenes, recabar información, jugar. Sin olvidar las apuesta online que han aumentado exponencialmente (14-25 años) por su facilidad de acceso, anonimato y recompensa inmediata, amen del marketing agresivo y vinculado a ídolos deportivos.También las violencias encuentran su lugar, en especial el ciberbullying que ha aumentado en la última década.

¿Cuál es el único lugar donde un adolescente no se lleva casi nunca el móvil?

jueves, 31 de marzo de 2016

¿Cómo puedo saber si mi hijo es hiperactivo?

  • Vivimos en una época donde se esperan los resultados rápidos y falta paciencia para que se recorra el camino | Los niños se ven atrapados en esta dinámica



¿Cómo puedo saber si mi hijo es hiperactivo?
(Getty)








Niños movidos y desatentos en relación a los aprendizajes ha habido siempre. La novedad ahora radica en la mentalidad contemporánea, ligada a la prisa y a una noción del tiempo que no contempla la espera ni la pausa necesaria para comprender qué hacemos o qué queremos hacer.
Por eso el aumento de niños diagnosticados de hiperactividad, y en muchos casos medicados con psicoestimulantes, no sería pensable sin esa idea tan actual de que hay que ir corriendo, sin parar, para poder evitarnos la pérdida del tiempo.

Así cultivamos la ilusión que sumando actividades extraescolares o extra laborales llenaremos todos los vacíos de nuestras vidas en un estado de apresuramiento tan aceptado socialmente en nuestra época.

domingo, 20 de noviembre de 2011

¿De qué sufren hoy los niños y adolescentes?


LA VANGUARDIA, Tendencias / Viernes, 18 de noviembre de 2011



José R. Ubieto. Psicólogo clínico y psicoanalista

El periodo vital de la infancia y la adolescencia no está exento de padecimientos psíquicos. Sus manifestaciones más importantes giran alrededor de la escuela y de los aprendizajes, principal foco socializador, tanto por lo que se refiere a la adquisición de conocimientos y de hábitos como a la interacción social con sus semejantes.
Es allí donde constatamos cómo los niños sufren cuando son objeto de acoso (bullying) o bien en situaciones de violencia en la relación con los adultos, adoptando a veces las formas de comportamientos perturbadores. La relación que mantienen con el saber y los aprendizajes no siempre resulta fácil y muchas veces constatamos la ausencia de un deseo y de un consentimiento a aprender. La proliferación del denominado TDAH (Trastorno por déficit de atención con hiperactividad), diagnóstico que sirve en muchos casos como cajón de sastre, incluye verdaderas dificultades de atención, vinculadas a conductas hiperactivas, pero también otras situaciones de origen y etiología diferente.

Otros escenarios privilegiados para captar los sufrimientos son las relaciones sociofamiliares y, por supuesto, las vivencias personales donde encontramos manifestaciones diversas: fenómenos de violencia intrafamiliar (maltratos) y de violencia social; agresiones sexuales y conflictos inter-generacionales; reacciones de ansiedad y estados depresivos que condicionan los rendimientos académicos y también la socialización y el desarrollo personal.

Quizás la novedad más radical de este nuevo siglo se refiere a lo que podríamos llamar las “patologías del exceso” vinculadas al consumo y a la relación de dependencia y adicción a los objetos, preferentemente los gadgets (móviles, ordenador, videoconsolas) y los tóxicos (alcohol, cannabis). Resulta frecuente recibir a pacientes jóvenes (16-30 años) que consultan preocupados por los excesos que cometen los fines de semana en las fiestas o salidas con amigos.
Excesos que los angustian y desorientan porque más allá de las “medidas” (¡tantas cervezas, tantos porros, tantas horas..!) no encuentran otra referencia más sólida para nombrar esa satisfacción “líquida”. Incluso en ocasiones presentan lagunas de memoria, producto en parte del efecto tóxico pero también de la ausencia de un relato que de sentido a conductas con un marcado carácter compulsivo, carentes de significación.

Esos excesos, a veces espectaculares y que por ello alarman e inquietan a los adultos, no siempre son sinónimo de placer. En realidad enmascaran fenómenos de angustia e inhibiciones en relación a elecciones que postergan: relaciones de pareja, estudios, carreras profesionales. A las dificultades actuales de la emancipación, algunas objetivas (paro juvenil, dificultad de acceso a una vivienda), se suman las propias de alguien que debe renunciar a la comodidad y seguridad del grupo familiar y asumir un riesgo, personal e intransferible, para verificar si está o no a la altura de las expectativas, las propias y las ajenas.

Obviar ese riesgo, bajo la forma de un exceso frecuente, es una tentación (nada ajena al marketing) que empuja a algunos jóvenes a eternizar ese momento vital en la fiesta colectiva. La trampa es que los riesgos así evitados retornan, como ocurre siempre con lo reprimido, aumentados bajo la forma de malestares psíquicos diversos y/o de las llamadas “conductas de riesgo”, con consecuencias más graves.