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lunes, 17 de febrero de 2020

Políticas del miedo






La anulación del Mobile no ha sido un hecho aislado. Hace algún tiempo, desde el episodio del SARS (2003), se producen cancelaciones de eventos importantes: deportivos o ferias de negocios, sea por epidemias víricas o por atentados terroristas.

El sentimiento del miedo se viraliza rápidamente gracias a tres factores básicos: los discursos que agitan el pánico, sea con intencionalidad o por ignorancia; la movilidad cada vez mayor de la población que transporta así el virus o el explosivo y las tecnologías que permiten un flujo constante de imágenes, informaciones y cada vez más fakes. Según un estudio publicado en Elsevier[1], que analizaba diferentes noticias sanitarias escritas en múltiples redes sociales, el 40% de estas informaciones contenían errores o eran directamente falsas, y se compartieron 451.272 veces durante 5 años (del 2012 al 2017).  Y, en lo que se refiere al coronavirus,  sólo del 24 al 27 de enero se registraron más de 13.000 entradas en redes como Twitter, Facebook i Reddit que contenían desinformaciones. [2]

Podríamos añadir dos factores más recientes y cada vez más presentes: la judicialización de la vida cotidiana y el temor a dañar la imagen corporativa que convierten cualquier evento accidental en un motivo de reivindicación y de reclamación de daños.

martes, 20 de junio de 2017

La era del “naming”



La biopolítica, en su pasión por curar (y controlar) a la población en nombre del bien común y del cálculo de lo mejor (1), no cesa de producir falsos nombres para el sujeto. Nombres porque designan algo muy real, algo que habla de cómo cada uno se vincula al otro a través del cuerpo, una satisfacción en esa manera de agitarse, de despistarse o de desvanecerse. Nombran el modo de goce del ser hablante. Pero a la vez falsos porque su ser no se reduce a esa categoría cerrada. La operación de la biopolítica implica etiquetar ese goce que se sitúa en el cuerpo como sustancia gozante, e identificarlo mediante el naming.

¿Quién no tiene hoy un trastorno al que agarrarse para nombrar su malestar particular? El DSM V nos proporciona un amplio abanico de posibilidades. Una vez convenientemente etiquetado, se trata de inyectar la máxima significación para que la vida del sujeto se resignifique a partir de ese dato (hiperactividad, bipolaridad, autismo). Junto a ese sentido nuevo se proporciona también una pauta de actuación, protocolo rígido de monitorizaje, que puede ir acompañado de medicación o de psicoeducación (autoayuda, coaching, mindfulness, aprendizaje socioemocional) o de ambas a la vez.

Estas comunidades de goce tienen una utilidad evidente