José Ramón Ubieto: “Los centros deben anticiparse al bullying”
Revista EDUCACIÓN 3.0
El psicoanalista y psicólogo José Ramón Ubieto, autor del libro ‘Bullying. Una falsa salida para los adolescentes‘ (Ned Ediciones), ha recibido el III Premio Ángel Garma al mejor trabajo de psicoanálisis, galardón convocado por la Asociación Española de Neuropsiquiatría.
Con él hemos charlado de este trabajo, pero también de otras cuestiones de interés relacionadas con el bullying o acoso escolar. ¡No te lo pierdas!
– Violencia: Cuando la palabra no logra traducir las sensaciones y el sujeto se siente desbordado y fracasado.
– Sensibilidad: Saber escucharse a sí mismo y conectar con los deseos, pero también con las dificultades.
– Escuela: La oportunidad de aprender, de jugar, de investigar y de estar con otros con la finalidad última de hacerse mayor.
– Miedo: Algo que nos alerta de un peligro pero también algo que nos puede paralizar si no somos capaces de ‘decir’ esa angustia en nuestra lengua, dándole así una forma aceptable.
Con él hemos charlado de este trabajo, pero también de otras cuestiones de interés relacionadas con el bullying o acoso escolar. ¡No te lo pierdas!
¿Qué aporta esta lectura a un tema de actualidad como es el bullying?
Ofrece una mirada distinta tomando la perspectiva de la significación psicológica del acoso para todos los participantes (victima, victimario, testigos y adultos) y poniendo énfasis, en el caso de los adolescentes, del momento vital que atraviesan; especialmente en el tratamiento que tienen que hacer de su cuerpo -que se les presenta como algo nuevo y extraño- y que, en cierto modo, los acosa con sus nuevas sensaciones de carácter sexual. También toma en cuenta los cambios sociales en lo que afecta a las figuras de autoridad y al papel creciente de la mirada y la imagen como elementos omnipresentes, a través de la realidad digital, en las infancias y adolescencias del siglo XXI.¿Qué análisis se realiza en el libro del acoso escolar y desde qué perspectiva?
El análisis es interdisciplinar y fruto de una investigación realizada durante un año. Las hipótesis de trabajo se orientan a la experiencia educativa, social y clínica de los autores y, en especial, a las aportaciones del psicoanálisis. La idea es que el acoso es una escena con cuatro elementos: victima, victimario, testigos y adultos. Cuando los adolescentes se sienten “acosados” por la pubertad y sus transformaciones en el cuerpo y en la imagen tienen la tentación de elegir un chivo expiatorio para que pague por todos. Manipulando, ninguneando y golpeando el cuerpo del otro creen, ilusoriamente, que su cuerpo queda a resguardo del acoso. En el caso de las chicas la forma principal es la marginación, el ninguneo y en los chicos aparece más el acoso físico.El acoso es una escena con cuatro elementos: victima, victimario, testigos y adultos
¿Cuál es el perfil del estudiante que adquiere el rol de ‘acosador’? ¿Qué le lleva a desarrollar este comportamiento?
No hay un perfil claro como tampoco de las víctimas. Cualquiera puede ocupar alguno de los lugares que implica la escena del bullying. De hecho, observamos como a veces –no necesariamente siempre- los agresores han sido antes víctimas de otras situaciones de abuso (maltratos, abusos sexuales) e incluso de bullying. Pueden presentar conductas desafiantes frentes a los padres y los profesores (y adultos en general); actitudes de desprecio y abuso hacia otros compañeros; bajo rendimiento académico; no suelen tener mucho buena opinión del ambiente de la escuela; y, aunque a veces lo escondan, tampoco tienen muy buena percepción de sí mismos. En el fondo se sienten unos frikis y/o ‘pringaos’ pero hacen un esfuerzo para imputar esta situación a las víctimas. Cuando no son los líderes del acoso, son chicos fácilmente influenciables por otros.En el caso del estudiante que lo sufre, ¿se puede hablar de una personalidad o forma de ser concreta?
Tampoco. Pareciera que tener un rasgo de debilidad o de diferencia los hace más vulnerables y si bien eso es cierto en muchos casos, no siempre funciona así. Hay niños ‘débiles’ que, por eso mismo, son protegidos por el grupo sin sufrir acoso e igualmente los hay con diferencias marcadas que, en lugar de hacerlos vulnerables, los hace dignos de ser admirados. Su ‘frikismo’ puede ser tomado como algo a imitar. Lo que sí encontramos como rasgo característico de la víctima es que es alguien que ante una intimidación no puede responder y queda callado frente al acoso. Ese no poder responder es lo que los acosadores captan enseguida y los convierte en víctimas. Las razones de esa inhibición son diversas y tienen que ver con la historia personal de cada uno y cada una.¿Están los centros escolares y los docentes preparados para afrontar el acoso escolar? ¿Qué recomendaciones les daría?
Ese no poder responder es lo que los acosadores captan enseguida y los convierte en víctimasEs difícil generalizar porque las situaciones son muy diversas. Hay centros con planes de convivencia y con docentes sensibilizados y formados, y otros donde se trata de negar la existencia de cualquier conflicto pensando, vanamente, que así el problema se esfuma. Creo que todos los centros deberían ser conscientes que este problema existe. La primera recomendación es que se sensibilicen y piensen en el significado y en el impacto del problema. Una vez hecho esto, hay que pensar cómo intervenir en términos globales (convivencia), más que de una manera reactiva, cuando pasa algo. Deben anticiparse a las dificultades. Y eso requiere también plantearse la participación y la corresponsabilidad de todos los agentes (alumnos, padres y docentes) ya que esto no es un asunto de dos (víctima y agresor) sino de toda la comunidad educativa.
¿Qué herramientas y recursos considera adecuados para poner fin a esta práctica?
Con estos supuestos asegurados no es complicado encontrar mecanismos concretos para definir ese plan de convivencia. Hace falta sistemas de detección que combinen las tutorías y los espacios abiertos de conversación con los alumnos, junto a algunos recursos más anónimos de denuncia: existen buzones, correos electrónicos y apps que permiten esto. Pero lo primero es crear un clima de confianza que permita hablar del tema abiertamente. También las fórmulas de tutoría entre iguales se han revelado útiles. Cuando nada de esto funciona queda, lógicamente, el recurso judicial (denuncia).¿Hay temor al hablar de bullying?
Sí, hay temor y existe esa falsa idea de que callar sobre un conflicto lo anula. Temor porque el acoso es una violencia y sobre todo es una crueldad, un sadismo que nos angustia ya que conecta con lo más íntimo de cada uno de nosotros. No son conductas psicopáticas propias de personajes ‘monstruosos’ psíquicamente. Cualquiera puede pasar al acto si se dan las condiciones. Es esa disposición tan general lo que nos produce temor. Por otra parte, algunos centros temen que hablar de conflictos ahuyente a las familias de potenciales alumnos y prefieren ocultar los hechos dejando solos a aquellos más vulnerables.Por último, un pequeño test. ¿Qué le sugieren las siguientes palabras?
– Adolescencia: Encontrar la salida del túnel que nos lleva de lo infantil a lo adulto superando la extrañeza de un cuerpo nuevo y exigente.– Violencia: Cuando la palabra no logra traducir las sensaciones y el sujeto se siente desbordado y fracasado.
– Sensibilidad: Saber escucharse a sí mismo y conectar con los deseos, pero también con las dificultades.
– Escuela: La oportunidad de aprender, de jugar, de investigar y de estar con otros con la finalidad última de hacerse mayor.
– Miedo: Algo que nos alerta de un peligro pero también algo que nos puede paralizar si no somos capaces de ‘decir’ esa angustia en nuestra lengua, dándole así una forma aceptable.