«El aburrimiento es la clave de la creación: si llenamos toda la vida del niño con actividades o gadgets, lo dejamos sin recursos para buscar sus propias vías»
¿A qué hace referencia el concepto niños hiper, que da título a tu último libro?
Al exceso que vemos hoy en día en las expectativas y en el funcionamiento de las infancias actuales: las queremos aceleradas cuando la infancia, decía Freud, es un tiempo lento, para curiosear, aburrirse y comprender las cosas, incluyendo un cierto «fracaso». Equivocarse es una herramienta de aprendizaje.
¿Cómo surgió la necesidad de hablar de este tema en tu caso personal?
Tuve una infancia feliz, en un pueblo del Pirineo aragonés en los sesenta, sin interferencias de ningún «especialista». Quería responder las preguntas básicas: ¿de qué deseo soy hijo (qué quieren mis padres)?, y ¿cómo saldré de la infancia y me haré mayor? Con la llegada de la pubertad y el encuentro con la sexualidad, los padres me llevaron a un neurólogo porque tenía algunos síntomas de conversión, y allá me vi observado como si fuera algún monstruo. Esa angustia de alguien que se siente observado es también la angustia que hoy sienten muchos chicos y chicas cuando los diagnosticamos y etiquetamos, muchas veces por problemas cotidianos, como fue también mi caso.
Según tu punto de vista, ¿cuáles son los errores más importantes que los padres actuales cometen con sus hijos?
El más grave es olvidar que fueron niños y niñas y decepcionaron a sus padres (esto lo hacemos todos), igual que sus padres también los decepcionaron a ellos. Cuando lo olvidamos y buscamos el déficit cero en nuestros hijos, nos volvemos vulnerables a cualquier charlatán que nos promete un artilugio electrónico o una técnica nueva que nos permitirá monitorizar y controlar a nuestros hijos o hijas.
¿Qué consecuencias puede tener esta hiperactividad en los más pequeños a la larga?
La sobreactividad motora es típica de la infancia, pero en algunos casos (ansiedad, asma, duelos difíciles, violencias familiares) se agrava. Etiquetar todas estas situaciones como TDAH es un grave error porque reprime la singularidad de cada caso. El futuro será siempre diferente y dependerá de cómo se resuelven las dificultades que han motivado esa respuesta agitada.
Vivimos en una sociedad que huye de la inactividad. En el caso de los niños, parece que queremos conseguir que no estén nunca aburridos. ¿Es esto peligroso para el desarrollo de su creatividad?
Sí, porque el aburrimiento es la clave de la creación y del pensamiento. Inventamos cosas a partir de un vacío. Si llenamos con actividades o gadgets toda la vida del niño lo dejamos sin recursos para buscar sus propias vías.
También parece que cada vez hay más padres «quemados» con su rol. ¿Cuáles son las causas que explican este sentimiento cada vez más generalizado?
Como decía antes, el imperativo actual de conseguir el déficit cero, el riesgo cero y la excelencia máxima se convierte en una exigencia para padres y madres. Cuando estos no pueden resistirse, tienen que olvidar su pasado, intentar borrarlo con los resultados de sus hijos. Eso se convierte en una tarea imposible que los agota, sin muchos resultados positivos. Unos padres imperfectos son siempre una suerte.
¿Qué consejos prácticos darías a los padres que se encuentran en esta situación?
Que se relajen, que conecten con su propia niñez, que vean cómo salieron adelante y den testimonio a sus hijos de esa salida. No todo depende de ellos: los hijos eligen y deciden sobre su futuro. Y, sobre todo, que conversen con los hijos sin mucho prejuicios.
En tu libro también hablas de la «hipersexualización» de los más pequeños. ¿A qué hace referencia este término?
A que ponemos la sexualidad adulta como un horizonte inmediato de la infancia, cuando eso no es lo que toca. Hay que dar tiempo para que cada uno haga su trayecto y llegue a la pubertad para descubrir y vivir la sexualidad con los demás. Hipersexualizarlos es también ponerlos en el lugar de un objeto de goce. Este fenómeno no es ajeno al hecho de que hoy el «porno» sea la vía de iniciación sexual de la infancia y las adolescencias.
Finalmente, en el caso de la hiperconectividad, ¿cómo pueden los padres pretender que los hijos tengan una relación con los dispositivos electrónicos diferente de la que ellos mismos tienen? ¿Se puede educar en la no dependencia cuando nosotros mismos no podemos vivir sin nuestros móviles o tabletas?
No puedes transmitir lo que tú no deseas. Si te apasiona conectarte y no puedes dejarlo, será difícil que puedas transmitir esa regulación. La realidad digital es muy importante para las nuevas generaciones y hay que darles acceso a ella pero, al mismo tiempo, hay que regularla porque es evidente que no se autorregula. Si no intervenimos los dejamos en una nueva forma de desamparo: el digital.
http://cv.uoc.edu/estudiant/mes-uoc/es/actualitat/noticies/comunitat/entrevista_jose_ramon_ubieto.html