lunes, 3 de diciembre de 2012

EL TABÚ DEL AMOR


José R. Ubieto


J-A. Miller plantea la acción lacaniana como una interpretación, más que un ataque o una defensa, del malestar contemporáneo. Hay que hablar la lengua del otro para decirle lo que no quiere saber del real que emerge en los “síntomas sociales”.

El asesinato, hace unos días, de la niña de 13 años en Albacete ha resucitado un viejo debate a propósito de la llamada violencia de género. Las encuestas sobre adolescentes ponen de manifiesto la pervivencia, en algunos grupos, de una idea del amor romántico que los lleva a creer que los rasgos celotípicos de sus parejas - y la violencia que a veces comportan- son signos de una pasión por ellas. A pesar de ello los “expertos” niegan indignados el uso de la palabra amor para hablar de esta violencia, aunque sea con epítetos como patológico o obsesivo, ya que su benevolencia, dicen, “dulcifica el drama y el crimen”.

Tampoco parecen tener en cuenta la clínica y la práctica de muchos profesionales que constatan en mujeres jóvenes y adultas los afectos jugados en la relación al partenaire, esos signos de amor que nunca llegan. La única explicación posible, para ellos, es el ejercicio del poder del “hombre que impone su mando y su violencia machista”. Hablar de amor es pues un tabú, y debe quedar fuera del discurso políticamente correcto en materia de violencia de género.

Lacan nos da indicaciones precisas para interpretar este fenómeno cuando habla del estrago en la relación madre-hija que consiste en una fijación a la ligazón-madre preedípica, figura maternal todopoderosa. A eso se refiere con lo que llama esperar subsistencia de la madre, es decir, no soltarse de esa posición. No abandonar la ligazón-madre es quedar condenada a la decepción y la hostilidad.

Como describe muy bien M. Duras en su novela El Amante: “Mi madre, mi amor, mi increíble pinta con las medias de algodón zurcidas por Dô, en los trópicos sigue creyendo que hay que ponerse medias para ser la señora directora de la escuela, vestidos lamentables, deformados, remendados por Dô (…) nos avergüenza, me avergüenza en la calle delante del instituto, cuando llega en su B. 12 delante del instituto todo el mundo la mira, ella no se da cuenta de nada, nunca, está para encerrar, para apalizar, para matar. Me mira, dice: quizás tú te salgas de eso. Día y noche la idea fija. No se trata de que sea necesario conseguir algo, sino de que es necesario salirse de donde se está”

Como el marido hereda esas malas relaciones, encontramos aquí otra forma del estrago cuando la mujer accede a ocupar el lugar de objeto del fantasma del partener-estrago sin “límites a las concesiones que una mujer puede hacer por un hombre”. Este sacrificio de la mujer tiene sin duda un beneficio identitario claro que la hace además única para su partener. Ese es el drama que escuchamos en muchas mujeres maltratadas. Esa exigencia de ser amada como la única, infinitiza la espera de un signo de amor que nunca llega y que a veces desemboca en lo peor. Aquí el ser amada anula su castración, su soledad en el goce femenino.

Publicado en:  http://www.blogelp.com/index.php/cartas-de-almor-aperiodico-de-6

lunes, 26 de noviembre de 2012

La angustia de las influencias. El joven Van Dyck en el Prado



LA VANGUARDIA, Cultura / 17 de noviembre de 2012


José Ramón Ubieto

Todo creador afronta, en sus inicios especialmente, el temor de la falta de originalidad. ¿Cómo pintar después de Rubens o escribir después de Borges o tocar el celo después de Pau Casals? La figura del padre artístico se proyecta sobre cada nuevo autor provocando lo que el crítico Harold Bloom nombró, en los años 70, como el síndrome de la angustia de las influencias en un famoso libro de igual título.

A menudo escuchamos a algunos creadores que se resisten a conocer a sus antecesores para de esta manera evitar su influencia. Tarea vana ya que las influencias, cuando se trata de grandes creadores, impregnan -a menudo sin ser conscientes de ello- nuestro entorno cultural. Bloom concluye que todo nuevo autor está condenado, en su crítica o en su versión alternativa, a interpretar al antecesor. Y en esa interpretación reside su diferencia.

Jacques Lacan, al referirse al padre -si bien en otro contexto- decía que se puede prescindir del padre a condición de servirse de él. Es decir que mantener la idea de una originalidad ex.nihilo, de una creación sin deuda no deja de ser una ilusión del yo.  Más vale pensar que para ser un auctor (aquel que crea e inventa) hay que pasar por el padre, “usar” su herencia y transformar, por las vías particulares que uno encuentra, los materiales recibidos. Es en la repetición donde surge la diferencia que hace a la obra propia.

Matar al padre implica asumir la falta de una originalidad absoluta, aquella que no debería nada a las generaciones precedentes y al tiempo arriesgar una versión propia que es siempre sin garantías, sin esa protección paterna que validaría cada avance. El artista está solo frente a su obra pero es una soledad con otros artistas, contemporáneos o precedentes. Ni siquiera el aislamiento, a veces buscado por algunos para evitar la “contaminación” artística, sostiene esa ilusión mítica del único.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Consecuencias psicológicas de los deshaucios (entrevista Cadena Ser)





Gemma Nierga (Hoy por Hoy) entrevista a José Ramón Ubieto sobre las consecuencias psicológicas de los deshaucios.

Martes, 13 de noviembre



Audio entrevista


domingo, 11 de noviembre de 2012

Sujetos desahuciados



La Vanguardia  |  Portada, 10 Noviembre 2012

¿Qué sentimientos desata la pérdida de la casa?
José Ramón Ubieto. Psicólogo clínico y Psicoanalista

El suicidio de Amaia Egaña, tras dejar abierta la puerta de su casa a la comisión judicial que iba a proceder al desahucio, nos confronta de nuevo con el ejercicio de una violencia, legal pero inhumana.

La pérdida de la casa va mucho más allá de la pérdida de un bien material. Los acontecimientos del socavón del barrio de El Carmel nos enseñaron muchas cosas sobre la significación de ese hecho para las personas a las que atendimos en ese momento.

La casa tiene una función de protección y ha sido tradicionalmente un elemento de subsistencia frente a las amenazas externas. Por otra parte proporciona un sentimiento de identidad y pertenencia social. La casa es el domus del clan,  referencia simbólica de las generaciones y del linaje.

Además la casa es, en la realidad psíquica de cada persona, una proyección de su cuerpo y de su intimidad, aspecto más moderno y menos presente en la antigüedad  donde la intimidad no era un valor puesto que el “yo” no existía como tal. Es por ello que los robos y la desaparición de objetos personales comportan un sufrimiento añadido y la sensación, muchas veces, de haberse sentido violados en su intimidad.

La pérdida de la casa, cuando se produce como resultado de un imperativo (desahucio, ruina, catástrofe) comporta un sentimiento de desamparo, de indefensión y una angustia por el futuro que a veces puede provocar actos extremos como el suicidio.

Cada nuevo episodio nos recuerda que quebrar los mecanismos de solidaridad colectiva, los pilares del estado del bienestar (salud, educación, vivienda y trabajo digno) no es sin un precio alto. Saltar al vacío empieza a ser la única salida para muchos sujetos que sienten que han sido dejados caer por aquellos que deberían protegerles.

lunes, 5 de noviembre de 2012


Col.legi Oficial de Psicòlegs de Catalunya - Secció de Psicologia Clínica i de la Salut
El Grup de Treball Adolescència i Clínica 

us convoca a la taula rodona:

Com escoltar als adolescents?



Dimecres, 7 de novembre de 2012, 19:30h.



Entrada lliure. Sala d'actes del COPC .c/ Rocafort, 129



Intervindrán:



Eugenio Díaz. Psicoanalista. Coordinador del CAPCTUA, programa per adolescents en risc d'exclusió de la Fundació Cassià Just.



José Ramón Ubieto. Psicoanalista. Psicòleg SSB Ajuntament de Barcelona. Professor de l'UOC.



Mario Izcovich. Psicòleg, psicoanalista. Coordinador del Grup de Treball Adolescència i Clínica (COPC)


http://www.copc.org/Eventos/wf_curso.aspx?IdMenu=d94ff862-99b6-463b-bde4-de56a1789838&Cod=1248




lunes, 29 de octubre de 2012

Obsesionado por protegerla de sí misma



La Vanguardia, Tendencias 23 de octubre de 2012


Crónica de dos muertes anunciadas


José R. Ubieto. Psicólogo clínico y Psicoanalista

El caso de El Salobral se suma a la ya larga lista de episodios de violencia de género en que el agresor se suicida tras matar a su pareja y a otras personas. El drama se redobla y nos aparece todavía más traumático por lo que tiene de aparente sinsentido.

Por los detalles que conocemos del caso parece confirmarse que se trataba de una relación patológica marcada por la obsesión del asesino que quería “protegerla del mundo a toda costa”. Para ello no dudó en amenazar a su familia para quedarse con ella. Los antecedentes del caso (denuncias de los padres, insultos del asesino a la niña por la calle) muestran como esa obsesión iba tomando consistencia alrededor de una tesis celotípica: es una “zorra y puta” a la que debe proteger de sí misma.

Cualquier signo de goce y de alegría de Almudena, como pasear con sus amigos adolescentes por la calle, eran interpretados por el asesino como la confirmación de esa idea delirante que él vivía como un perjuicio y una indignidad. Parece que se trata, según sus vecinos, de alguien solitario y cuyos hermanos pasan también encerrados largas temporadas.

De nuevo, como en el caso del caso reciente de Baleares, aparece la desconexión social como índice subjetivo y el recurso a las armas como defensa ante una realidad vivida como peligrosa. La respuesta violenta aparece como una “salida” que lo protege de esa dificultad subjetiva, aunque sea al precio de la desaparición del partenaire.

Esa acción violenta de aniquilación del otro implica en muchos casos como éste  su propia desaparición, ya que al matar al objeto amado queda sin interlocutor, sin doble con el que jugar ese peligroso combate entre su sentimiento íntimo de privación vital –disimulado por su apariencia de hombre potente, francotirador-  y la confirmación, que imputa a la pareja, de esa carencia.

El otro drama es que esta niña lo consideraba inofensivo, quería estar con él y en ocasiones se escapaba para verlo e incluso le escribía. Cartas de amor en vano, como vemos en otros muchos casos.

lunes, 22 de octubre de 2012

Nosotros y la cámara



La Vanguardia, Tendencias 21 de octubre e 2012



José R. Ubieto. Psicólogo clínico y psicoanalista

El vídeo “gamberro” filmado por dos policías de Cerdanyola patrullando se une a la una larga lista de imágenes “privadas”, captadas por los propios protagonistas y que más tarde, consciente o inconscientemente, terminan circulando por la red. En la mayoría de casos se trata de contenidos sexuales o degradantes (humillación) cuando no de ambos a la vez.

La paradoja, aparente, es que su difusión generalizada (Youtube) acaba por provocar perjuicios graves a sus protagonistas, si bien la filmación misma fue placentera. ¿Por qué entonces facilitar su difusión?

Podemos hacer la hipótesis de que la satisfacción esperada al “dar a ver” su obra supera las penalidades de la reprobación legal. Incluso podríamos pensar que el imperativo de mostrar esa hazaña virtual es una ley más poderosa que la normativa legal y por ello empuja a su transgresión. Parece que toda la escena carecería de sentido si no fuese globalmente compartida ya que mantenerla en privado la dejaría como una satisfacción interrupta.

Nuestra relación con la(s) cámara se ha acrecentado en el siglo XXI y ha modificado de manera radical nuestro estar y ser en el mundo. Webcams, neuroimágenes, escáneres corporales, reality shows, cámaras de vigilancia, móviles, nos miran cada día como un ojo absoluto (G. Wajcman).

Compartir eso que llamamos intimidad es una pasión a la que no siempre resulta fácil resistirse porque en el “juicio” del otro que la mira está buena parte de nuestra autoestima. Lo que desconocemos es que no somos nosotros que miramos a través de la cámara, sino que es la cámara quien nos mira y nosotros accedemos a prestarnos como objeto de esa mirada, compartida luego por millones de ojos en la red.

Ese consentimiento dice mucho del especial valor que damos hoy, como tarjeta de presentación, a nuestro cuerpo y a su envoltorio imaginario en detrimento del valor que antaño otorgábamos a los ideales o referencias simbólicas. En el fondo la intención última, más allá de las formas sofisticadas actuales, sigue siendo responder a la pregunta sobre nuestro origen: ¿qué soy yo para el otro? ¿qué valor tengo en su deseo?. La cámara y su reflejo en la pantalla no hacen sino velar el afecto de angustia que siempre acompaña a ese interrogante.