lunes, 22 de octubre de 2012

Nosotros y la cámara



La Vanguardia, Tendencias 21 de octubre e 2012



José R. Ubieto. Psicólogo clínico y psicoanalista

El vídeo “gamberro” filmado por dos policías de Cerdanyola patrullando se une a la una larga lista de imágenes “privadas”, captadas por los propios protagonistas y que más tarde, consciente o inconscientemente, terminan circulando por la red. En la mayoría de casos se trata de contenidos sexuales o degradantes (humillación) cuando no de ambos a la vez.

La paradoja, aparente, es que su difusión generalizada (Youtube) acaba por provocar perjuicios graves a sus protagonistas, si bien la filmación misma fue placentera. ¿Por qué entonces facilitar su difusión?

Podemos hacer la hipótesis de que la satisfacción esperada al “dar a ver” su obra supera las penalidades de la reprobación legal. Incluso podríamos pensar que el imperativo de mostrar esa hazaña virtual es una ley más poderosa que la normativa legal y por ello empuja a su transgresión. Parece que toda la escena carecería de sentido si no fuese globalmente compartida ya que mantenerla en privado la dejaría como una satisfacción interrupta.

Nuestra relación con la(s) cámara se ha acrecentado en el siglo XXI y ha modificado de manera radical nuestro estar y ser en el mundo. Webcams, neuroimágenes, escáneres corporales, reality shows, cámaras de vigilancia, móviles, nos miran cada día como un ojo absoluto (G. Wajcman).

Compartir eso que llamamos intimidad es una pasión a la que no siempre resulta fácil resistirse porque en el “juicio” del otro que la mira está buena parte de nuestra autoestima. Lo que desconocemos es que no somos nosotros que miramos a través de la cámara, sino que es la cámara quien nos mira y nosotros accedemos a prestarnos como objeto de esa mirada, compartida luego por millones de ojos en la red.

Ese consentimiento dice mucho del especial valor que damos hoy, como tarjeta de presentación, a nuestro cuerpo y a su envoltorio imaginario en detrimento del valor que antaño otorgábamos a los ideales o referencias simbólicas. En el fondo la intención última, más allá de las formas sofisticadas actuales, sigue siendo responder a la pregunta sobre nuestro origen: ¿qué soy yo para el otro? ¿qué valor tengo en su deseo?. La cámara y su reflejo en la pantalla no hacen sino velar el afecto de angustia que siempre acompaña a ese interrogante.