José R. Ubieto
¿Existe el instinto maternal?
A juzgar por las “imágenes y símbolos de la mujer” (Lacan) pareciera que en ciertos sectores ideológicos los lazos biológicos siguen siendo sagrados y la reducción de la mujer a la madre un destino universal de la sexualidad femenina. Sin embargo es un hecho que para las mujeres, hoy la relación con la maternidad y con los hombres no se presenta igual: la significación fálica, el valor libidinal de sus bienes, hijos incluidos, ha cambiado. Lo cual no excluye las paradojas y contradicciones, como sucede con el ideal de mujer independiente, madre tardía, y el notable aumento, a su vez, de los embarazos adolescentes. O su incidencia en las formas en que se plantean la propia maternidad: ¿sola o en pareja?
La maternidad es más bien una elección subjetiva, respuesta posible, entre otras, para la mujer en relación a un deseo. Y si es una respuesta es porque hay una falta, algo que interroga el ser femenino y el niño vendría a colmar esa falta, a dar una respuesta a esa pregunta tan freudiana ¿qué quiere una mujer?
Para Freud, el deseo de falo es lo que conduce a la mujer a la búsqueda del hijo y si la mujer acepta la ley de prohibición del incesto, habrá una falla necesaria en el narcisismo, lo que hará posible la sustitución de falo por hijo. Lacan parte, en cambio, del goce y allí no hay un (-) sino un (+) como plus de gozar e insiste en la maternidad como falsa salida e incluso –dice- como patología, si de lo que se trata, con ella, es esquivar el no tener deviniendo madre por no poder ser mujer. De esta manera, la maternidad se vuelve una forma de suplencia a
Madres e hijas: el estrago
¿De qué resto se trata, entonces, si la maternidad mantiene esa insatisfacción en relación a lo femenino? Freud abordó ya esta cuestión en términos de "odio de la madre", fuente del sentimiento de persecución en la niña. Es un reproche en clave fálica pero Lacan será más radical y esta hostilidad de la niña va a ser la fuente del estrago en la relación madre-hija, versión femenina del síntoma.
El estrago no es un asunto de madres malvadas, sino de hacer de lo imposible de esa armonía sexual algo insoportable, que adquiere estatuto patológico cuando funciona como mecanismo regresivo cada vez que surge una vacilación ante la asunción de la posición femenina (ruptura amorosa, fracaso profesional, maternidad). Es allí que surge la tentación de hacer del goce suplementario (femenino) un goce complementario que privilegia el objeto único, en su condición de fetiche. No es por tanto un síntoma a curar sino un hecho de estructura que pone de manifiesto que la sustancia (esencia) femenina no es transmisible.
El fundamento del estrago es la insatisfacción, y estamos entonces en el terreno del goce, allí donde ubicamos la dimensión del odio. Consiste en una fijación a la ligazón-madre preedípica, figura maternal todopoderosa, y a eso se refiere Lacan con lo que llama esperar subsistencia de la madre, es decir, no soltarse de esa posición. No abandonar la ligazón-madre es quedar condenada a la decepción y la hostilidad.
Como el marido hereda esas malas relaciones, encontramos aquí otra forma del estrago cuando la mujer accede a ocupar el lugar de objeto del fantasma del partener-estrago sin “limites a las concesiones que una mujer puede hacer por un hombre”. Este sacrificio de la mujer tiene sin duda un beneficio identitario claro que la hace además única para su partner (es el drama que escuchamos en muchas mujeres maltratadas). Esa exigencia de ser amada como la única, infinitiza la espera de un signo de amor que nunca llega y que a veces desemboca en lo peor. Aquí el ser amada anula su castración, su soledad en el goce femenino.
Así como no es posible construir un universal de las mujeres, tampoco es posible determinar cómo ser madre. Una por una, cada mujer se sitúa frente a la maternidad por la aceptación o por el rechazo ; como madre del deber o del deseo dentro del régimen fálico; por su amor o por su odio; desde una posición masculina o femenina.
*Resumen de la conferencia dictada por el autor el 4 de Diciembre de 2010 en el Ciclo "Las mujeres y el psicoanálisis" organizado en Madrid por el NUCEP