El Periódico, 2 de diciembre de 2020
Llenar la vida de los hijos de regalos deviene hoy una obligación. Dar demasiados regalos es degradar el don -eso es un regalo- a un objeto de consumo, y de paso se rebaja el amor, siempre presente en el don. Un regalo, no hay que olvidarlo, no es un objeto. Únicamente una de las cinco acepciones que la Real Academia Española da al verbo regalar se refiere a un objeto. Las otras aluden a halagar, acariciar, recrear, alegrar. Y, además, la acumulación de objetos impide apreciar los detalles de cada uno y refuerza todavía más la insatisfacción.