viernes, 18 de septiembre de 2015

ADOJO (A+J). Del déficit a la invención







http://www.bocanord.cat/2015/07/20/documental-el-barrio-mio/


Adojo (Adolescentes + Jóvenes) es un proyecto socioeducativo de creación audiovisual dirigido a adolescentes y jóvenes. Un proyecto realizado por profesionales* de los Servicios Sociales Básicos (SSB) del distrito de Horta-Guinardó que lleva ya dos ediciones (2013-2015).

Su razón de ser es la constatación, a partir de la atención individual, de situaciones de chicos/se adolescentes que presentan problemáticas diversas: fracaso escolar, consumo de tóxicos, conflictivas familiares o aislamiento social.

Estas dificultades producen una nominación negativa de estos adolescentes que pasan a ser vistos (y ellos mismos se representan así) como deficitarios, enfatizando aquello que de lo que carecen.

Nuestra hipótesis es que hay que ir más allà de este déficit, como definitorio del sujeto, y poner en valor sus invenciones, aquello que crean y les permitirá –si se pone de relieve- otro vínculo mas productivo y una autorepresentación positiva.

Por eso hay que partir del hecho que cada adolescente tiene un presentimiento, una cosa más o menos difusa que conecta la niñez con la vida adulta. Este presentimiento es el anhelo de crecer haciendo aquello  que le es propio y que le permitirá vincularse al otro y le proporcionará un cierto sentimiento de utilidad social y personal.

Por eso se tiene que construir una vida ejemplar, que le sirva a él dado que no se dispone del prêt-à-porter ni de la medida estándar. Realitzar  este presentimiento requiere un lenguaje nuevo, que sea propio y donde cada adolescente se reconozca. Un lenguaje desafiante y provocador, sentido como vivo y que diga algo del malestar experimentado. Este lenguaje se hace con diferentes herramientas: palabras, música, baile, dibujo, fotografía, rap, hip hop, tatuajes, peinados, formas de vestir.


Una muestra del trabajo realizado se puede encontrar en:
 

https://vimeo.com/133752488
http://vidarealjovenes.blogspot.com.es



* Eva Azaña (educadora social), Iolanda Pérez (educadora APC) y José R. Ubieto (psicólogo).  eazana@bcn.cat; apccarmel@progess.com; jubieto@bcn.cat






martes, 8 de septiembre de 2015

Pasión por tener un síndrome






La Vanguardia. Tendencias, 2 de setiembre de 2015.


El verano languidece, la rutina asoma y con ella vuelve el mismo síndrome de todos los finales de verano: el SPV. Síndrome Post Vacacional o dicho de otra manera: “¿y ahora qué?” Un síndrome es un conjunto de síntomas característicos de una enfermedad o de un cuadro patológico determinado. Hasta la fecha nadie ha podido demostrar que el SPV sea algo que justifique un diagnostico y menos un tratamiento.

Claro que cosas más difíciles hemos visto y no hay que descartar que un día de estos se nos proponga un fármaco eficaz, tras rigurosos estudios que demuestren su necesidad. Eso ya está inventado y se llama disease mongering (promoción de enfermedades), expresión que se refiere al esfuerzo de algunas compañías farmacéuticas por llamar la atención sobre condiciones o enfermedades frecuentemente inofensivas con objeto de incrementar la venta de fármacos.

Esa pasión tan actual de nombrar como síndrome circunstancias de la vida cotidiana, que nunca se pensaron como enfermedades sino como malestares propios del vivir, tiene más causas que el lobby farmacéutico. Michel Foucault lo avanzó en los años 70 con su idea de la biopolítica. Una nueva gestión de los ciudadanos que considera la salud como el bien supremo, entendida como el funcionamiento óptimo del cuerpo. Para ello hace falta el control y la seguridad mediante estadísticas y protocolos, que reducen al individuo a una cifra y un código de barras en forma de etiqueta diagnóstica.

Cualquier “anomalía” precisa de esa clasificación, a partir de la cual se establece el protocolo de tratamiento que puede incluir uno o varios fármacos y la etiqueta correspondiente. Es una fórmula que ofrece una doble ventaja. Por una parte nombra lo que nos pasa y le da un sentido. Incluso “fabrica un mundo” (N. Goodman) alrededor suyo. ¿Cuantos adultos diagnosticados de TDAH se explican, a partir de esa clasificación psicopatológica, todo lo que les pasó en la vida: problemas escolares, de pareja, laborales? Como si formar parte de esa categoría de hiperactivos –o de bipolares- les diese una identidad.

Por otra parte, refugiarnos en el síndrome es la forma que tenemos de desentendernos de nuestra responsabilidad en la educación (síndrome del emperador), en las relaciones sociales y familiares (síndrome de alienación parental) y en nuestra propia intimidad (síndrome de Peter Pan). La pseudociencia que genera estas etiquetas nos da así una “solución” fácil y rápida.

¿Y con el SPV que hacemos, con ese ahora qué? La mejor píldora es no renunciar al deseo, eviten olvidar las tertulias con los amigos, lo imprevisto que descubre cosas nuevas, los tiempos muertos de no hacer nada, il dolce far niente. Háganles un sitio en su rutina otoñal y prolonguen así su estado vacacional. Pero sobre todo no alimenten la promesa de ser más y mejores a costa de mortificarse. Tendrán menos éxito profesional, pero quizás descubran que el otium produce un placer al lado del negotium

José Ramón Ubieto. Psicoanalista


*Algunos extractos del texto fueron publicados en La Vanguardia. Tendencias, 2 de setiembre de 2015. Reportaje “Trastornos para todo”. http://www.lavanguardia.com/20150902/54436172106/trastornos-para-todo-j-ricou.html

miércoles, 29 de julio de 2015

Declaración del Observatorio Psi de la ELP




Las paradojas de los protocolos asistenciales para el TDAH

La protocolización de la atención clínica en la salud mental deriva, en nuestro país, de la puesta en marcha hace unos años de la Estrategia en Salud Mental del Sistema Nacional de Salud (ESM-SNS). Estrategia de ámbito nacional que se implementa en las distintas CCAA de acuerdo a normativas y proyectos específicos.
En 2010 el Ministerio de Sanidad y Política Social  publicó la Guía de Práctica Clínica (GPC) sobre el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) en niños y adolescentes. Desde entonces han ido apareciendo documentos autonómicos con una estructura similar. Esta GPC ha iniciado un proceso de actualización, dentro del marco de las Guías salud (GPC) del SNS.
El proceso mismo de elaboración de estos documentos incluye ya un primer  sesgo al dejar de lado todas aquellas orientaciones discrepantes con el modelo dominante aunque en algunos casos se invite a asociaciones y profesionales diversos, cuyas opiniones escasamente son tomadas en cuenta. Es asimismo sorprendente la ausencia de algunas referencias bibliográficas relevantes.
En el análisis de estas guías y protocolos constatamos una serie de paradojas destacables. Una se refiere a la contradicción entre dos afirmaciones contenidas en esta GPC. Por un lado se afirma que "el diagnóstico del TDAH sigue siendo clínico, no disponiendo en la actualidad, de ninguna prueba con suficiente especificad y sensibilidad para su diagnóstico" y a renglón seguido se manifiesta, sin pudor alguno, que "estamos ante un Trastorno consolidado, basado en rigurosos criterios diagnósticos y con una robusta evidencia detrás."

Sobre la etiología y siguiendo la estela del DSM5 se da por sentado "el carácter crónico, arraigado en el neurodesarrollo, del TDAH" y el hecho de que "su carácter de trastorno del neurodesarrollo y la afectación de múltiples aspectos de la vida del paciente, determinan su frecuente persistencia en la vida adulta" cuando la tasa de prevalencia adulta es de 3,4%. Se afirma además, sin evidencia alguna, que esta persistencia del trastorno en adultos es de un 50% respecto a la infancia construyendo así el paradigma de la cronicidad.

Por lo que hace al supuesto infradiagnóstico, se dice que "La prevalencia acumulada total de TDAH se estima en un 6,4% " y que "… actualmente se está diagnosticando y tratando menos de lo esperado por la prevalencia real", obviando que hay dispositivos públicos de salud mental con más de un 50% de sus pacientes diagnosticados de TDAH y un porcentaje importante de niños diagnosticados en la consulta privada, e incluso niños medicados con psicoestimulantes sin diagnóstico de TDAH.

Las propuestas de intervención abogan por el tratamiento multimodal si bien luego se restringen a la Terapia Cognitivo Conductual (TCC) y a los fármacos, prestando poco atención a las estrategias educativas y a otras intervenciones clínicas.

Estas paradojas adquieren significación si tomamos en cuenta la “lógica del escultor” que subyace. Se trata aquí de acciones parciales, centradas en la implementación de guías y protocolos sobre temas específicos (Autismo, TDAH,..), que van dando forma a normativas, de manera discreta y sectaria, sin que se tome consciencia del resultado hasta que se desvela finalmente “la obra”. Estas normativas producen una exclusión del psicoanálisis de facto de manera discreta pero persistente por vías diversas: ignorando la formación, condicionando los conciertos asistenciales y las acreditaciones profesionales e imponiendo la vía única, disfrazada de consenso inter pares.

Por todo ello consideramos que estos protocolos, los existentes y sus próximas actualizaciones (siguiendo a tenor de los borradores la misma orientación), merecen una descalificación general por su carácter parcial, poco riguroso y poco adecuado a una sociedad democrática donde la pluralidad debiera ser un valor a respetar estrictamente por parte de los gobernantes. Y más en un tema sensible en el que el propio Ministerio, en su Guía, admite la diversidad de opiniones y la ausencia de evidencias y criterios fuertes. Constatamos además como muchos padres agradecen una visión menos determinista, sesgada y catastrofista sobre el malestar de sus hijos. Una visión que tenga en cuenta la singularidad de cada sujeto.