domingo, 27 de noviembre de 2011

¿Por qué nuestra época se resiste a Freud?


LA VANGUARDIA, Cultura / Domingo, 27 de noviembre de 2011


José R. Ubieto. Psicólogo clínico y psicoanalista

La pasión de algunos intelectuales y profesores universitarios por “enterrar” a Freud no deja de ser un síntoma del malestar en la cultura. Dosieres temáticos en magazines de amplia difusión o panfletos, disfrazados de ensayos rigurosos, perseveran en hacernos olvidar el legado freudiano. Vana ilusión para la obra de alguien que nos recordó que lo reprimido, eso que no se quiere saber, retorna siempre por mucho empeño que pongamos en ocultarlo.

¿Qué resulta incomodo para el pensamiento actual de la obra de Freud? Por un lado su idea de la subjetividad como algo irrenunciable del ser humano. Para Freud el ser hablante no es dueño absoluto de sus actos ni de sus pensamientos. La dimensión del inconsciente es innegable y palpable en nuestra psicopatología cotidiana (lapsus, olvidos, síntomas).

Esa “otra escena” de nuestro psiquismo nos inquieta porque nos dificulta saber lo que somos, razón por la que algunas personas consultan cuando eso se les vuelve angustiante. Frente a esa incertidumbre, el cientificismo en boga apunta a la extinción de lo subjetivo en nombre de una programación genética o neuronal que dejaría al hombre a merced de su cerebro, único creador de nuestras vidas. Freud piensa al sujeto como responsable de sus dichos y de sus actos y su herencia genética no le exime de las decisiones que toma, no lo hace irresponsable.

La segunda razón del rechazo es su descubrimiento, en el contexto dramático de la primera guerra mundial, de algo que desdice la aspiración a la felicidad. Lo llamó pulsión de muerte y fue la constatación de que el sujeto no siempre quiere su propio bien y que, más allá de sus buenas intenciones, persigue su destrucción de múltiples maneras: guerras, accidentes de tráfico, destrucción del planeta. Hoy esa pulsión sigue la vía privilegiada del empuje a repetir conductas que dan forma a esa sociedad, cada vez más adictiva, en la que vivimos.