La Vanguardia, Tendencias
29 de abril de 2012
José R. Ubieto. Psicólogo clínico y psicoanalista
El anuncio de Guardiola ha generado un
sentimiento de tristeza e incertidumbre más allá de los socios y aficionados.
No en vano, el técnico recibió la
Medalla de Honor del Parlament por su ejemplo de coraje y
lucha por sus ideas. Si además tenemos en cuenta la coyuntura general, más down
que up, no es de extrañar esta reacción psicológica amplia.
Toda pérdida de una figura social relevante
o muy significativa emocionalmente requiere de un duelo, tiempo para
comprenderla. Ese duelo será siempre más difícil para las personas más cercanas
(jugadores, técnicos y directivos) que deben hacerse cargo de que ya no
volverán a ser lo que eran para ese líder desaparecido.
Ese es el duelo real,
no el del personaje que será sustituible. El duelo que cuenta es que los
jugadores ya no serán esos “chicos fantásticos” para ese entrenador, ni los
técnicos “colegas imprescindibles” ni los directivos “interlocutores
preferentes”. Cada uno deberá renunciar a continuar siendo lo que imaginaba ser
para ese otro que ya no está y confiar en renovar ese lugar con el sustituto.
El duelo se inicia con la extrañeza, sigue
con el vacío y la tristeza, y continúa con algunos sentimientos de hostilidad y
reproche, que traducen la rabia por la pérdida y que no deben ahogarse sin más
ya que ayudan a o metabolizarla.
Finalmente habrá vida más allá del vacío y
aparecerá el acuerdo que cada uno deberá dar con la nueva situación. Acuerdo
posible porque renovará su deseo vehiculado con otros líderes, siempre y cuando
cada uno haya hecho ese trabajo de asumir su pérdida y no exigir al nuevo que,
de manera inmediata como un potente analgésico, nos haga olvidar lo que un día
fuimos.
“Som i serem” es un buen lema para encarar el futuro con el dolor
necesario, pero no más de ese.