martes, 19 de junio de 2012
Padres al sol*
José R. Ubieto. Psicólogo clínico y psicoanalista
Un dato novedoso del impacto de la crisis es que los más afectados, junto a los niños, son hombres jóvenes y de mediana edad con hijos a cargo. “Hombres al sol” que enfrentan un futuro incierto, a veces con respuestas –en aumento- de carácter violento y/o depresivas importantes, que pueden llegar en algunos casos al suicidio. En la clínica privada y pública constatamos también el incremento, en los últimos meses, de las consultas de estos sujetos inestables, carentes de la salud que Freud atribuía a la “capacidad de amar y trabajar”.
Françoise Sagan, en sus novelas Adiós tristeza y Una cierta sonrisa (mediados de los 50’s) ya anunciaba este declive de lo viril y su reemplazo por una nueva masculinidad basada en la igualdad hombre – mujer. ¿Cómo caminar entonces hacia ese horizonte unisex? Una vía, elegida por muchos hombres, es la del ideal de una nueva paternidad que se ofrece como el buque insignia de las transformaciones de la masculinidad. Se presenta, además, como la “solución” a la guerra de los sexos ya que aquí sí hay una armonía (libre de violencia y competencia) que contrarresta la desigualdad de género. No en vano la crisis de la masculinidad va pareja con el declive de la imagen social del padre, avanzada por Jacques Lacan (1938).
Se trata de una paternidad igualitaria, distinta de la tradicional, donde los hombres “comparten el polvo” (lema de la campaña de igualdad que en 1998 promovió la Diputación provincial de Córdoba) y eso incluye también el trabajo domestico y la crianza. Este “hombre nuevo” debe hacer el duelo por la pérdida de la autoridad tradicional y obtener su nueva ganancia a través de los afectos y el cuidado de los hijos. Los datos que los sociólogos nos ofrecen no desmienten esta estrategia pero matizan el alcance real de ese ideal y en la consulta no escasean los casos de padres “agobiados” y desorientados ante este reto.
La crisis actual, con la pérdida de su rol de sustentadores principales de la familia, que en poco tiempo ha pasado del 85% al 50%, abre diversos interrogantes: ¿Cómo ejercer ese nuevo rol masculino y paterno cuando los varones pierden su principal activo, el trabajo y los beneficios obtenidos? ¿Se trata, para recuperarles, simplemente de entrenarles en habilidades y competencias parentales para reinventar su rol y elaborar el duelo de este renovado Adiós al macho? ¿La parentalidad positiva, promovida por la UE, subsume la relación de pareja? ¿Estas nuevas reglas familiares son sólo un asunto privado, a dilucidar entre hombre y mujer?
Cada uno es, sin duda, responsable de sus actos pero las cartas con las que juega la partida de su vida condicionan sus factores de riesgo y protección. Por eso liquidar las formas de solidaridad colectiva, como es el modelo del estado del bienestar, no será sin consecuencias.
Recurrir a la violencia, contra sí mismo o contra la pareja o los hijos es una de ellas. La violencia retorna como salida fallida a una crisis personal, familiar o social. Su aumento es un síntoma que contiene un mensaje al que no podemos ser sordos salvo que queramos condenarnos a su repetición ciega y mortífera.
*Publicado al diario La Vanguardia, Tendencias, miercoles 20 de Junio de 2012