miércoles, 19 de diciembre de 2012

¿Siempre hay una causa? Razones de una masacre




La Vanguardia, Tendencias. Miércoles 19 de diciembre de 2012



¿Siempre hay una causa? Razones de una masacre

JOSÉ R. UBIETO. Psicoanalista



El asesinato de  28 personas, entre ellas 20 niños, por parte de Adam Lanza,  joven norteamericano de 20 años, deja abiertos muchos interrogantes sobre sus razones. Freud nos propuso, para entender la realidad psíquica, distinguir entre la causa, en singular, y las condiciones, en plural. Las decisiones que uno toma, como en este caso perpetrar una masacre, contemplan siempre esa doble vertiente.


Todos estamos sujetos a unas condiciones que rigen en nuestro entorno, desde el más próximo (familiar) hasta el más amplio (sociedad) incluyendo todos esos ámbitos intermedios (vecindario, ciudad) en el que nos socializamos. Allí encontramos valores y normas legitimadas y establecidas que nos incumben como miembros de esa comunidad. En el caso que nos ocupa esas condiciones incluyen el valor social y legal que tiene la tenencia de armas y su uso, legitimado por la propia constitución, como medio de autodefensa. En otro artículo nos referimos a ello para entender las raíces de la violencia en la sociedad norteamericana.


Esas condiciones, universales en una sociedad pero diferentes de otras comunidades y países, nos permiten situar las causas particulares que concurren en cada caso, bajo la forma de un trastorno mental, una desinhibición favorecida por el consumo de drogas o la inducción fanática de un acto de odio.


Los datos que tenemos hasta ahora nos hablan de un joven retraído, aislado socialmente,  que ocupaba los asientos de la clase cercanos a la puerta y cuyo mutismo y evitación de la atención de los otros era notable. “Plano afectivamente” según palabras de uno de sus profesores e irritado ante las risas de sus compañeros pero con excelentes resultados en matemáticas. En el anuario escolar su foto inexistente se sustituía por una anotación “camera shy” (tímido ante la cámara).

 Hijo de padres separados, convivía con la madre, coleccionista de armas que alentaba a sus hijos a las prácticas de tiro en un lugar donde se encuentran muchos entusiastas de las armas. Parece que tanto ella como su hijo presentaban dificultades psicológicas que habían ocasionado la exclusión de la escuela en la que atentó, si bien no queda claro si la decisión la tomó la escuela o la propia madre, insatisfecha con el sistema escolar.


La decisión de volver a la escuela en la que parece no encontró un lugar de acogida y elegir a los niños como víctimas preferentes, nos da la pista de una trama mental, de evolución seguramente larga, y en la que esos niños adquieren un significado especialmente odioso e insoportable para él. Su función de dobles infantiles de él mismo los hacían propicios para este sacrificio y podrían explicar también que él mismo se suicidara posteriormente (al matar al doble es uno mismo que desaparece).


Esta característica podría explicar también por qué no se han encontrado escritos, videos o mensajes, como en la mayoría de matanzas, ya que en este caso el registro imaginario de la tensión psíquica (duelo mortal entre él o su imagen) prevalece claramente sobre otros registros simbólicos que implicarían referencias externas (racistas, ideológicas, religiosas). Sus graves dificultades con la propia imagen abundan en ello.


Prevenir el pasaje al acto de una persona como Adam Lanza no resulta fácil. Hay que estar atentos a su sufrimiento y ofrecerle respuestas de acogida, a él y a su familia. El acceso fácil y entusiasta a las armas en su medio familiar no ayuda a que ese malestar encuentre otras salidas que no sean las más destructivas.