La culpa edípica conecta el goce al superyó por la vía paterna. Somos culpables de nuestros pecados morales. Lacan, sin anular este registro de la culpa -que Freud teorizo alrededor del mito edipico-, va más allá con su concepto de goce. En “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano” (1960) señala: “(…) Ese goce cuya falta hace inconsistente al Otro, ¿es pues el mío? la experiencia prueba que ordinariamente me está prohibido, y esto no únicamente, como lo creerían los imbéciles, por un mal arreglo de la sociedad, sino, diría yo, por la culpa del Otro si existiese: como el Otro no existe, no me queda más remedio que tomar la culpa sobre Yo [Je], es decir creer en aquello a lo que la experiencia nos arrastra a todos, y a Freud el primero: al pecado original. (…) Pero lo que no es un mito, y lo que Freud formuló sin embargo tan pronto como el Edipo, es el complejo de castración”.
Unos meses antes, en el Seminario de “La ética del psicoanálisis” había explorado los límites de la transgresión y las barreras (bien, belleza y piedad) que el discurso crea para recubrir lo imposible. La separación entre el padre y el superyó se va haciendo más nítida y la culpa aparece desconectada del hecho mismo del goce y de su prohibición para conectarse, en cambio, a la falta-de-gozar, al hecho que el goce está perdido.
A esto se refiere en “Televisión” (1970) cuando dice: “La gula con que denota al superyó es estructural, no efecto de la civilización, sino «malestar» (síntoma) en la civilización”. El mito del padre ya no sirve para explicar lo imposible y el hecho de que se es culpable de gozar poco, lo que obliga al sujeto a hacerse cargo de esa falta. El padre deviene síntoma (Miller).
Un poco más tarde, en “Encore” (1973), y refiriéndose al goce, introduce el equívoco entre coupabilité y cupabilité: (…) Supongan que haya otro, pero justamente no hay. Y por lo mismo, porque no hay, y que de ello depende el que haría falta que no, la cuchilla, pese a todo, cae sobre el goce del que partimos. Tiene que ser ese, por falta— entiéndase como culpabilidad— por
falta del otro, que no es”.
La culpa encuentra su causa en el corte, la coupabilité. El sujeto está afectado por un goce cortado, limitado, velado por el mito del padre. Es de este imposible de donde se nutre el superyó cuando profiere su orden imposible: goza!!. A esto se refiere Lacan en “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano” cuando dice “A lo que hay que atenerse es a que el goce está prohibido a quién habla como tal, o también que no puede decirse sino entre líneas para quienquiera que sea sujeto de la ley, puesto que la Iey se funda en esa prohibición misma. En efecto, aun si la ley ordenase: Goza, el sujeto sólo podría contestar con un: Oigo, donde el goce ya no estaría sino sobreentendido”.
La respuesta a esta falta-de-gozar es la culpa que deviene así estructural. En el Seminario XXI “Los no incautos yerran” (1973-1974) -inmediatamente posterior a “Encore” - en su clase del11 de Diciembre de 1973, vuelve a referirse al corte y la culpa: “El redondel de hilo es algo que les permite la teoría de un nudo. Para romperse, exige tener que ser cortado (coupé). La culpabilidad (coupabilité)”.
Esa es la culpa secreta, a la que se refiere el texto de presentación de las Jornadas, condición del imperativo superyoico que exige de nosotros un esfuerzo más y un sacrificio que hoy toma formas diversas, muchas de ellas ligadas a la “gestión” xtreme de los cuerpos. Recientemente, el New York Times informaba de varios estudios que estiman que un 35 por ciento de los estudiantes universitarios toman ilegalmente psicoestimulantes para combatir el estrés de los periodos de exámenes y otras circunstancias similares . Todo ello en un país donde los últimos datos alertan de una prevalencia del TDAH de más del 20% en secundaria.
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