miércoles, 15 de marzo de 2017

Psicología de las masas en la era digital y post-patriarcal (III)Una nueva topología de la violencia: la realidad estallada






Si la realidad aumentada es el sueño, que la tecnología digital nos procura, la realidad estallada es el despertar a lo real de nuestra existencia. Otro escenario donde la realidad, más que aumentar, parece estallar de rabia, indignación u odio. La crisis, desencadenada por la burbuja inmobiliaria y continuada por la precariedad sociolaboral, ha generado muchos movimientos de indignación, desde las primaveras árabes hasta el Occupy Wall Street pasando por los indignados del 15M o de Brasil. El uso de las redes sociales es aquí también clave.

Estas nuevas multitudes, diversas en su composición y contexto cultural, tienen sin embargo algunos rasgos comunes. Ya no se orientan a partir de un líder ni de un ideal común preciso y claro. Estos movimientos, como señalaba recientemente el psicoanalista francés Eric Laurent, se desarrollan en dos tiempos. Primero está el grito de indignación y rabia, un llamado que cada uno hace, a partir de una pérdida (de casa, de trabajo o incluso de patria), sin otra reivindicación inicial que pedir un lugar para él en un mundo que parece volverse loco y cada vez más excluyente. Son los nuevos desahuciados que se resisten a ese destino de marginados.


A ese grito le sigue la identificación de un culpable, alguien situado en el exterior y al que se hace responsable del estado de la cuestión. Ese cuerpo indignado, afectado hasta su raíz de esa pasión, empieza a pensar con los otros y dar forma a la rabia en un programa político nuevo que los constituye como una masa organizada. Fue el caso de Podemos en nuestro país o la incidencia clara que el movimiento Occupy ha tenido en el éxito del candidato demócrata Bernie Sanders. Otros países como Brasil, Túnez, Egipto han tenido mayores dificultades para traducir esa indignación en propuestas de cambio real.

Un movimiento más reciente, la “Nuit debout” en Paris, difundió el pasado 7 de abril, un comunicado firmado bajo el seudónimo de Camille Delaplace donde se evoca “un vacío, una disponibilidad” que simboliza en París la plaza de la República, lugar de encuentro de sus participantes. En ese texto se denuncia esa falta de lugar del sujeto actual: “Este vacío no tuvimos que hacerlo alrededor nuestro. Vivíamos en su interior hacía tiempo. Es el vacío de legitimidad en el cual hoy se toman casi todas las decisiones”. Vacío que, a juicio de Byung-Chul Han, anuncia la muerte del sujeto.

Aquí, como veíamos antes en las comunidades virtuales, tampoco se trata de un lazo social organizado alrededor de un líder ni de un ideal común. Se trata de un vacío compartido, una pérdida alrededor de la cual los sujetos toman la calle tratando de bordear el vacío para no caer en él. Es conocido el aumento de la tasa de suicidios, en la última década, vinculados a procesos de precarización social (desahucios, despidos, burn-out,..). Cuando la realidad, propia y singular que sostenía a estos sujetos estalla, el propio sistema los deja caer como consumibles ya obsoletos, resorte luego de muchas propuestas políticas actuales (Brexit, Trump, extrema derecha).