El Pais, Retina, 22 de octubre de 2019
"Vimos a gente haciéndose selfis. Esa es otra
modalidad de la pulsión: ser mirados y reconocidos como los que estuvieron
allí, ese día y en ese momento, ya que esas selfis terminarán la mayoría en las
redes sociales. Al igual que la ingente cantidad de fotos y videos publicados
por los medios de comunicación, que envían allí a centenares de fotógrafos.
Este reconocimiento tiene un valor especial
tratándose de jóvenes porque podemos pensarlo como la búsqueda de una
perspectiva de sí mismos, en un momento donde eso no viene de serie. Para tener
una perspectiva hay que alzarse, tomar una distancia y ver (se) en el
horizonte. En la adolescencia y la primera juventud, saber cómo te ven los
otros (iguales), qué eres para ellos, es mucho más importante que el amor o los
ideales de los padres. Hay pues una demanda insistente y una espera de
respuesta que no se calma fácilmente. No quieren que los otros les devuelvan
una mirada de fracaso y de resignación.
Esta viralización y repetición infinita de las
imágenes no es sin consecuencias. Por un lado, alimenta las pulsiones ya
mencionadas y atrae a unos cuantos mirones que no se quieren perder el
espectáculo. Por otro, descentra el problema situándolo en otro escenario,
importante sin duda, y preocupante, pero no es el principal asunto que tenemos
entre manos. Da el protagonismo –y eso en la era digital quiere decir también
el poder- a actores secundarios y no tan relevantes para la resolución del
problema.