The Conversation, 25/8/22
Las redes y los mundos virtuales, incluidos los metaversos que vienen, nos permiten imaginar tantas perspectivas de nosotros mismos que finalmente nos desorientan con esa multifrenia del yo fragmentado en múltiples avatares, deslizándose metonímicamente de uno a otro.
Narrar el propio dolor es una manera de saltar de ese tobogán y recuperar la enunciación propia, hablar en primera persona, desnudarnos anímicamente como hicieron Charlie y Olatz para dar (nos) un sentido a nuestras vidas, sea con la ayuda del arte o de la ejemplaridad de una conducta.