La Vanguardia, 20/11/2022
No querer saber de lo inmundo de nuestro mundo es un modo habitual de habitarlo, negar aquello que nos horroriza. El fútbol y sus pasiones siempre fue un buen somnífero como pan y circo de la contemporaneidad, el metaverso primordial, una realidad alternativa en la que sumergirnos dando rienda suelta a pasiones y performances que no nos permitimos fuera de él. En ocasiones, resulta imprescindible seguir durmiendo para sobrevivir a tanta tragedia, violencia o injusticia porque nadie resistiría anímicamente en la indignación permanente. Por eso, de tanto en tanto, cuando alguien desvela el lado oscuro de la vida y no podemos mirar para otro lado, hacemos una mueca de malestar y torcemos el pulgar para señalar al que pagará por todos. Nos tranquiliza saber que el pecado tendrá su castigo, pero también conviene saber que lo real que el sueño oculta (abusos, violencias, muertes, desigualdad social) un día u otro volverá como pesadilla.