Es hora de dejar de ser rehenes de nosotros mismos y de esa seducción digital recuperando esa atención. Para ello, hay que regular su uso, tarea que compete a todos: gobiernos, industria, medios de comunicación, familias, escuelas y cada uno individualmente. La elección que tenemos es clara: o bien asumimos esa responsabilidad compartida (cada cual la suya) o seguimos confiando en la culpabilidad de los más débiles (profesores, familias y adolescentes) a los que, ingenua o cínicamente, les pedimos que regulen aquello que el gobierno más poderoso del planeta no ha conseguido hacer, en su confrontación con las compañías tecnológicas.