La Vanguardia, 1/9/24
El racismo es un fenómeno de discurso (nada en la biología o en el color de la piel lo justifica) que se apoya en una condición humana defensiva. Combatirlo implica reconocer las diferencias como elecciones singulares, legítimas, pero sin más validez unas que otras. Y aceptar, por tanto, que no pueden cobrar valor absoluto, como entes sagrados, para nadie. Lo común son los derechos y las normas de convivencia, exigibles para todos por igual.