29 de
abril de 2014. La Vanguardia
Noelia
Conrado
Las
nuevas tecnologías de la información y la comunicación generan afición, pero
también adicción. El exceso de consumo de pantallas digitales preocupa cada vez
más a los padres
Unos
envian whatsapps, otros leen correos electrónicos, hay quien consulta el tiempo,
o busca el itinerario más eficaz para llegar a un lugar… El móvil es ya un
instrumento imprescindible sin el cual algunos no sabrían vivir. Su utilización
permanente y hasta compulsiva es preocupante. Lo habitual es realizar un
promedio de 150 consultas diarias.
Lo
dice el psicólogo clínico y psicoanalista José Ramón Ubieto, quien
sostiene que el móvil se ha convertido en una herramienta de trabajo, en una
linterna, en un GPS… “un instrumento multiuso que se puede utilizar con
frecuencia y al cual se pueden realizar 150 consultas diariamente sin que eso
suponga que seamos unos adictos a la tecnología, ya que la adicción no viene
determinada por el número de consultas sino por la necesidad de
hacerlas”.
Como
el móvil, el resto de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC)
–ordenadores, consolas, reproductores de audio y vídeo, etc.– están llamadas a
facilitarnos la vida, pero en ocasiones consiguen alterarla. El problema aparece
cuando pasa de ser una afición o una herramienta de trabajo a convertirse en una
obsesión. Ubieto distingue entre una adicción y un uso tecnológico muy
frecuente: “Los nativos digitales, por ejemplo, han nacido en la era tecnológica
y para ellos utilizar el móvil o internet a menudo es habitual, mientras que la
adicción es una condición singular de cada individuo, hay personas que son más
susceptibles de ser adictas a cualquier objeto, ya sea un móvil, un videojuego o
una máquina tragaperras”.
LOS
JÓVENES Y LAS TIC
Para
Ubieto vivimos en una “sociedad adictiva”, dependiente de los objetos,
donde todo incita a necesitar un producto determinado. Una conducta que es más
proclive en los adolescentes, que sucumben ante las novedades y todavía no
tienen forjada su personalidad.
Un
dato significativo es que en 2013 entre la población infantil (de 10 a 15 años)
el uso de las TIC fue muy elevado, nueve de cada diez niños utilizaron el
ordenador e internet y seis de cada diez de los menores disponía de teléfono
móvil, según datos del Instituto Nacional de Estadística.
Asimismo,
según el estudio Jóvenes y Comunicación: la Impronta de lo Virtual, realizado
por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, las TIC y las redes
sociales son entendidas por los jóvenes como el lugar en el que hay que estar y
en el caso de las personas más tímidas o inseguras les ayudan a perder la
vergüenza.
Datos
que corroboran que para los jóvenes la realidad virtual se ha convertido en una
nueva forma de integración social y disponer de una cuenta en las redes sociales
ya es imprescindible.
LA
OTRA CARA DE LAS TIC
El
consumo excesivo de las pantallas digitales –móvil, ordenador, tabletas,
videojuegos o televisión– en algunos casos genera “un cambio de comportamiento
como obsesión por las novedades, necesidad permanente de estar conectado,
aislamiento del entorno familiar o pérdida de contacto con la sociedad y más
amigos virtuales”, explica Enric Gómez, psicólogo del centro médico
Atlàntida de Barcelona.
Gómez sostiene que cuando
aparecen estos síntomas entre los adolescentes muchos padres acuden preocupados
a las consultas, ya que no saben cómo manejar la situación, cómo vencer el uso
compulsivo de las videoconsolas o cómo gestionar el tiempo que pasan utilizando
las TIC. Situación que, en parte, es agravada –según Gómez–, por la
ausencia de reglas, ya que no hay un manual sobre el uso adecuado de las redes
sociales y no está estipulado el tiempo recomendable de consumo tecnológico, lo
cual genera más incertidumbre.
Tanto
Gómez como Ubieto coinciden en destacar que el uso de las TIC no
se puede negar, la clave está en enseñar a utilizarlas correctamente. Para ello,
los padres deben convertirse en aliados de las tecnologías y controlar el uso
que hacen sus hijos de ellas.
Un
caso controvertido es el de Facebook. El psicólogo de Atlàntida explica que un
joven no puede tener Facebook hasta cumplir la mayoría de edad, ya que así lo
indica la red social. No obstante, si los adolescentes desean crearse una cuenta
los padres pueden llegar a un acuerdo. “Pueden proponerles que accedan a
Facebook a través de sus cuentas, y si los padres no tienen deberían
familiarizarse con el mundo digital, así sabrán qué es lo que quieren sus hijos
y qué buscan en las redes”. Estarán demostrando que confían en sus hijos y
ganarán su confianza, ya que les dejarán navegar, pero ellos controlarán la
situación, ya que esta inmersión en Facebook se hará a través de su
cuenta.
Además
de estas indicaciones, Ubieto añade que es importante no dejarles solos:
“Ellos aprenden rápido, pero nosotros tenemos que mostrarles las consecuencias
del uso tecnológico, ya que cualquier actividad en la red deja una huella
digital”. La red almacena todo –imágenes, vídeos, comentarios...– y “si no
hacemos un buen uso de la información después se puede volver en contra”,
sentencia.