La
Vanguardia. Tendencias, viernes 7 de marzo de 2014
La filmación de la paliza en la escuela de Sabadell nos
conmociona por la brutalidad misma de la violencia ejercida, pero también por la
difusión en las redes sociales y por la inhibición de los testigos, compañeros
y adultos. Varios estudios recientes confirman el aumento de las conductas
agresivas por parte de las chicas que se suman a las ya clásicas de la
difamación o rechazo de otras compañeras.
Dejando de lado -la desconocemos- la motivación
particular de la agresora, ¿cómo entender la inhibición de los testigos? ¿Se
trata de una aprobación de la agresión, de un miedo insuperable, de un goce del
espectáculo o de una mera indiferencia ante el dolor de la agredida? Es posible
que varias de estas razones cuenten para algunos de los presentes.
En cualquier caso lo que comprobamos en estos hechos es
que la figura del testigo mudo y cómplice es clave por dos razones. Por una
parte su mirada –muchas veces retransmitida por las pantallas (móviles, redes
sociales) – añade un plus de goce al recrearse en la violencia y el dolor del
otro sin por ello implicarse en el cuerpo a cuerpo. Al tiempo concede cierto
protagonismo al agresor por la viralidad de las imágenes.
Por otro lado inhibirse y, por tanto hacerse cómplice del
fuerte, asegura a cada uno –imaginariamente- su inclusión en el grupo dominante
y evitar ser así excluido de él por friki
o pringao. Los adolescentes dudan de su condición de “normales” , temen “no dar
la talla” y ser apartados quedando como los raros, aquellos que encarnan, más
que otros, la diferencia extraña y provocan por ello el odio, la burla y el
acoso.
El pánico de verse segregado de ese espacio compartido
(pandilla, círculo del patio, facebook,..) y de los beneficios identitarios que
conlleva, hace que el sujeto se anticipe en su inclusión cómplice por temor a
ser rechazado.
Por ello, el bullying
plantea siempre un ternario formado por el/ los agresor/ es, la víctima y el
grupo de espectadores, muchas veces mudos y expectantes. Sus testimonios
resaltan su deseo: callar y aplaudir para no convertirse en víctimas, ellos
también.