La confianza es clave en cualquier
ámbito de la vida social: finanzas, política, salud, educación. Los clásicos
llamaban affectio societatis, a ese
pegamento social sin el cual la convivencia se resiente gravemente y aparece la
desafección, la indiferencia o directamente la hostilidad ante las propuestas
del otro. Hace ya algunas décadas que la confianza hace aguas y eso mina la
credibilidad de los líderes pero también de los llamados sistemas expertos: docentes, médicos, científicos.
Ha bastado un pequeño pangolín (u otro pequeño animal) para
que el sentimiento del miedo haya emergido como un temor colectivo y puesto de
manifiesto esa crisis generalizada de confianza. Ni instituciones autorizadas como
la OMS o científicos y profesionales reconocidos tienen ya la confianza plena de
los ciudadanos para hacer frente a la infección viral. Ni tampoco, por
supuesto, los media son de fiar. A todos se les puede “suponer” otros intereses
ocultos que no serían los del bien común.