La Vanguardia, viernes 7 de febrero de 2020
La epidemia del coronavirus nos confronta a una de las paradojas de nuestra sociedad: a pesar de ser la más segura de cuantas existieron, eso no nos ha librado del sentimiento subjetivo de inseguridad. Hoy tenemos apps y tecnología suficiente para controlar cualquier variable, desde antes del nacimiento hasta la muerte, y sin embargo uno de los malestares más frecuentes, y origen de muchas consultas y de un elevado consumo de ansiolíticos, lleva el nombre del miedo: panic attack. La sociedad del riesgo (Beck) es ya hoy la sociedad del miedo, donde el fantasma de la muerte se hace viral y planea sobre cada uno. Esa promesa de monitorización exhaustiva de nuestras vidas nos ha hecho, curiosamente, más vulnerables.
El desconocimiento y la incertidumbre siempre provocan temor y rechazo y la “infección viral” del miedo desata las peores tendencias xenófobas, como estamos viendo. Por eso, las personas necesitamos un relato para aproximarnos a ese enigma, una especie de intermediario y acompañante. Cuando lo logramos, el rechazo cede y lo extranjero se hace más familiar....
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