jueves, 5 de noviembre de 2009

¿Por qué el erotismo nos lleva a los museos?

LA VANGUARDIA, Cultura / Jueves, 5 de noviembre de 2009

El interés del ser humano por el erotismo es tan antiguo como el propio mito que lo sustenta. Eros simboliza en la mitología griega la satisfacción sexual que junto a su lado amable presenta también la vertiente “agridulce y cruel”, calificativos que le dedico la poetisa Safo para destacar su falta de escrúpulos.
Esa doble cara del mito nos enseña que en el erotismo hay algo siempre velado que Freud destacó al unir Eros y Tanatos, la pulsión de vida y la pulsión de muerte.

Esa función de ocultamiento ha estado presente, a lo largo de las civilizaciones, en los discursos del amor: desde el culto a la belleza y la estética del cuerpo en la Grecia clásica hasta los modelos del amor cortes medieval y por supuesto en la moral victoriana del siglo XIX.

Hoy el interés por el erotismo convive con fenómenos como el consumo de cibersexo, cuyas cifras crecen de manera espectacular, siendo un mercado con grandes beneficios. No se trata de lo mismo pero tampoco son cuestiones ajenas. La sexualidad, fuente del erotismo, en sus manifestaciones actuales destaca por una ausencia de normas y modelos para la construcción de la identidad sexual. Ello abre la vía a una banalización de la relación sexual que tendría como consecuencia borrar al mismo tiempo el ideal amoroso sin que por ello surgiera ninguna desesperación.

Hoy ya no nos confrontamos a la prohibición de las prácticas sexuales puesto que hay mayor permisividad que nunca, sino al traumatismo propio de lo sexual, a lo que carece de palabras porque nos faltan esos modelos que “dirían” bien el sexo. Todo ello acentúa el desfase entre sexo y sentimiento: la relación sexual se presenta con crudeza, sin mediaciones convenidas, sin semblantes de los discursos instituidos. Es por eso que los afectos que les acompañan son el tedio y la morosidad (véanse las películas de Gus Van Sant).

La confesión amorosa desaparece, particularmente por parte de los varones (entregados a los gadgets y videojuegos), y no por el pudor viril, sino porque no encuentran palabras que digan ese sentimiento que resuena en su cuerpo.
La paradoja actual es que hay sexo por todas partes, pero en un mundo donde todo se ve falta la intimidad, propia de lo subjetivo, al faltar el saber sobre el sexo. ¿Quizás es eso lo que buscamos en maestros del erotismo como Picasso?

José R. Ubieto, psicólogo clínico y psicoanalista

martes, 22 de septiembre de 2009

¿Por qué los adolescentes de hoy obedecen menos?

José R. Ubieto. Psicólogo clínico y psicoanalista

El inicio del nuevo curso nos trae viejas cuestiones relativas a la autoridad. Jóvenes que desafían a policías o amenazan a profesores suscitan reacciones diversas. Desde los nostálgicos de la disciplina victoriana hasta los bienintencionados creyentes en las promesas de las nuevas tecnologías como solución mágica a los problemas educativos.

Lo cierto es que algo insiste como sintomático y es que, efectivamente, nuestros adolescentes obedecen menos y lo hacen además de otras maneras. Obedecer, y sobre todo consentir a las propuestas del otro, exige la creencia previa en ese otro. Una creencia que ya no se genera a partir de los discursos y las buenas intenciones, sino de los hechos y prácticas de estos adultos. Ese otro hoy se presenta más que nunca desnudo y mostrando su inconsistencia, su falta como rasgo consustancial. ¿Acaso alguien conoció a un padre perfecto, un maestro ejemplar o un marido sin tacha?

El velo que proporcionaba el poder, asociado al cargo de la autoridad competente, nos despistaba sobre la verdadera naturaleza de ese otro. Los jóvenes de hoy se engañan menos, saben que la distancia real entre sus progenitores y los padres Simpsons es mucho menor que la existente entre esos mismos padres y los ideales de perfección y buenas prácticas que nos autoproponemos como canon de la paternidad actual.

Los adolescentes, más que nadie, necesitan una orientación que los ayude a regular sus tensiones, entre ellas las que sus nuevos cuerpos sexuados les originan constantemente. Para ello quieren que los adultos de proximidad (padres, educadores) estén bien despiertos y por eso no dudan en hacer cualquier cosa para quitarles el sueño. A veces incluso equivocan el destinatario de sus mensajes, fenómeno que las madres conocen bien cuando reciben los reproches que no van dirigidos sino a ellos y ellas mismas por el odio que sienten por sus faltas y temores.

¿Cómo proporcionarles esa orientación, a modo de brújula, más que como protocolo fijo? Por el retorno al castigo clásico no parece muy viable, entre otras cosas porque el castigo se basaba en su función ejemplificadora y en la extracción de sus consecuencias. No parece que los propios adultos extraigamos demasiado de nuestros propios errores como para ser ejemplos creíbles de las nuevas generaciones de jóvenes.

¿Apabullándolos con las nuevas tecnologías? No hay que renunciar a ellas, pero nunca una máquina, ni siquiera los sofisticados GPS, nos llevó a allí donde nosotros no decidimos, previamente, ir.

Nos queda lo que siempre estuvo en el corazón del ser humano, la única garantía posible de esa auctorictas (de autor): la invención, guiada por el deseo, de encontrar respuestas a nuestras preguntas acerca de lo fundamental: el saber, las relaciones personales, la satisfacción, el cuerpo, la muerte... ¿Cómo podría un profesor de historia transmitir un deseo por las civilizaciones si no estuviera él mismo apasionado por todas esas cuestiones?

Los cuerpos adolescentes, frente a frente, en el aula o en la familia, nos angustian porque nos recuerdan lo inacabado de cada uno de nosotros, aquello que en cada uno desborda la palabra y la comprensión, la culpa de existir como seres en falta. No busquemos el alivio demasiado rápido, soportemos en conversación con los otros ese malestar y es posible que ese ejemplo sirva a nuestros adolescentes como signo de autoridad, como índice de lo que cada uno debe tolerar de su falta de completud.

Publicado en LA VANGUARDIA, Jueves, 17 de setiembre de 2009

jueves, 25 de junio de 2009

LA VANGUARDIA TENDENCIAS Página 29

Escuela, salud mental y servicios sociales se compenetran para abordar los malestares de la adolescencia: ¿la clave?, trabajar en red

Más allá del protocolo

MARICEL CHAVARRÍA - Barcelona

El psicólogo José Ramón Ubieto analiza la experiencia del proyecto Interxarxes en ´El trabajo en red´



Aunque es un hecho que los sistemas asistenciales - salud, educación y servicios sociales-se han decantado por observar a sus beneficiarios como objetos medibles y cuantificables para a partir de ahí aplicarles un protocolo, también es cierto que está avanzando el modelo de asistencia que entiende el malestar no como un mero problema de neurotransmisores, sino como la expresión de un sufrimiento que surge de una complejidad.

Este modelo de abordaje global del malestar de la infancia y la adolescencia (desde problemas escolares, violencia, dificultad de aprendizaje, transtornos de la salud mental, hasta precariedad social o exclusión) toma fuerza cuando está en desuso el tratamiento del sufrimiento de manera compartimentada. Es decir, cuando el problema lo aborda por su cuenta y riesgo un único profesional, ya sea de la medicina, la enseñanza o el trabajo social. Ahora vivimos en una era de redes, ya no existe el saber absoluto.

"Ese tiempo de la modernidad que ha ido minándose: ha caído el tiempo de la autoridad absoluta en la que el psiquiatra sabía lo que te sucedía y te daba la solución. Las redes proveen de una respuesta actual y plural, a veces paradójica, ante la inconsistencia de esa versión única y absoluta, de tipo patriarcal".

Así lo asevera el psicólogo y psicoanalista José Ramón Ubieto (Sabiñánigo, Huesca), profesor de la Universitat Oberta de Catalunya y colaborador de La Vanguardia.En su último libro, El trabajo en red. Usos posibles en Educación, Salud Mental y Servicios Sociales,analiza cómo abordar problemas concretos de la adolescencia implicando a la familia y a varios departamentos de la administración, algo que, por razonable que parezca, no es la norma.

Y lo hace a partir de la experiencia del proyecto Interxarxes de infancia y familia, en el distrito de Horta-Guinardó de Barcelona, que lleva diez años en marcha e implica tanto a ayuntamientos, como a la Diputación, así como al Govern. De hecho, goza ya de un reconocimiento entre la comunidad científica y profesional.

"Ahora, el saber está fragmentado y el malestar no acude a un profesional en concreto - puntualiza Ubieto-;la demanda es difusa, ante lo cual el profesional tiene dos opciones: o seguir manteniendo esa idea de que su saber provee de recursos a esa persona que acude a él, o creer que él en realidad forma parte de un tratamiento que hoy en día es la red de profesionales."

La cuestión ahí es cómo se lleva a la práctica esa transversalidad. Porque la red puede ser tanto un apoyo como una trampa que atrapa al sujeto y le encasilla en una etiqueta diagnóstica y un protocolo asistencial rígido. Ubieto reconoce que sólo con una red orientada conjuntamente se pueden abordar esos problemas y que la interdependencia debe tomarse no como una debilidad, sino como una riqueza. "Que el médico no pueda tratar él solo a partir de ahora una enfermedad y tenga que depender del trabajador social o del educador no debe observarse en términos de impotencia, sino de oportunidad. No es que seamos impotentes, sino que hay cosas que no son educables y eso hay que admitirlo, cosas que no pasan por la educación, sino por la ética. La conclusión es que hay que trabajar en red bajo una orientación que parta de los interrogantes, en lo que no sabemos, en la búsqueda del porqué ese chaval se autolesiona, por ejemplo".

Porque ese tipo de comportamiento genera alarma entre la familia y los profesionales, pues les confronta con su impotencia para reconducir la situación. La solución fácil, advierte Ubieto, es sacarse el problema de encima y segregar a esa persona, ya sea en un psiquiátrico - si es que hay suficientes signos de trastorno mental-o bien en un centro residencial de acción educativa, si la familia tiene dificultades para atenderle. Se le interna y punto.

"La otra fórmula que proponemos, que privilegia otro tipo de vínculos entre los profesionales, es iniciar una conversación sobre el caso, que debe ser permanente, para captar la complejidad de esa conducta - concluye Ubieto-y darse cuenta de que es el resultado de muchos factores".

domingo, 17 de mayo de 2009

¿Es inevitable la violencia en las celebraciones deportivas?

José R. Ubieto. Psicólogo clínico y Psicoanalista

La violencia está en la raíz misma del vínculo social, por ella se establecen las fronteras de una nación y se conservan las leyes (W.Benjamin). La educación misma incluye ciertas “coacciones” que aceptamos como condición de la vida en sociedad. A partir de aquí podemos dar al fenómeno de la violencia un estatuto de normalidad como manifestación de una agresividad constitutiva del sujeto humano y del orden social.

Jacques Lacan situaba la agresividad en el origen mismo del nacimiento del yo y de la adquisición de una imagen corporal. Definió ese momento del estadío del espejo como una identificación primaria con la imagen del semejante que nos permite apropiarnos de nuestra propia imagen. Es viendo al otro que nos podemos hacer una idea de lo que somos. Antes de ello nuestro cuerpo carece de unidad y sus sensaciones se ligan a imágenes de un cuerpo fragmentado. Los juegos infantiles donde se destripan peluches, se golpean muñecos, o las pesadillas donde el cuerpo se disloca son manifestaciones clínicas de un hecho que un pintor como El Bosco supo reflejar mejor que en nadie en su obra.

A esta rivalidad especular (“o tú o yo”), que implica una tensión con el otro (¿quién no la ha experimentado en un cara a cara en situaciones de territorio cerrado y limitado como la cabina de un ascensor?) viene en ayuda eso que llamamos socialización, la asunción de una serie de ideales colectivos que tienen un efecto pacificador y cohesionador (nación, familia, Barça,..).

Toda sociedad debe, pues, prever formas sociales de exteriorización de esa agresividad que permita al sujeto canalizarla. La violencia de los jóvenes de las clases populares, ligada a las bandas juveniles, a los ritos iniciáticos, a las fiestas ha sido tradicionalmente tolerada y animada por los adultos a pesar de que oficialmente sea condenada. Sus formas clásicas –boxeo, peleas, novatadas – han sido suavizadas por la cultura de la clase media que ha ocultando todas aquellas formas viriles que atentaban a los ideales de paz y seguridad.

El fútbol, y otros deportes, han tomado el relevo. Cuando esas manifestaciones no están localizadas en un marco territorial fijo (el estadio) ni regidas por unos rituales claros (cánticos, banderas, rival..) adquieren un mayor furor y una mayor capacidad de destrucción. Sin ese ritual y acuerdo social, la violencia queda como un acto sin sentido, desligado del contexto social y simbólico donde encuentra su significación y muestra entonces su cara más cruel y destructiva.
Publicado en el diario LA VANGUARDIA

Tendencias | sábado, 16 de mayo de 2009 |

¿El cuerpo y sus organos son ya una mercancia más del mercado?

José R. Ubieto- Psicólogo clínico y psicoanalista

La noticia del anuncio realizado por un hombre sevillano en internet en el que ofrecía uno de sus riñones por 100.000 euros, ha revelado el aumento de ofertas de venta de riñones, pulmones y médula por personas que indican estar atravesando graves problemas económicos . Los expertos calculan que aproximadamente el 10% de las operaciones de transplantes se realizan al margen del sistema legal. Se hace aquí realidad la ficción de obras como Nunca me abandones, de Kazuo Ishiguro o el filme La Isla de Michael Bay.
Podríamos creer que se trata sólo de una respuesta acuciante ante la necesidad económica pero la tendencia que se perfila va mucho más allá. Confirma el nuevo paradigma del cuerpo como mercancía, propio de la hipermodernidad . Cuerpo fetiche, cuyas partes se intercambian o permutan al amparo de un mercado negro del tráfico de órganos, reforzado por las manipulaciones genéticas alentadas por el progreso de la biotécnica. Aquí el cuerpo es tomado por su valor de equivalencia y no por su valor de uso, integrándose, como otro objeto transaccionable más, en el mercado.

El hombre, nos dice el psicoanalista Jacques Lacan, está capturado por la imagen de su cuerpo, lo adora como si fuese su única consistencia. El cuerpo se convierte así en nuestro nuevo partenaire y por eso asistimos a un culto alrededor de ese nuevo ídolo, un intento de anudarlo al individuo con el soporte de los diferentes objetos cotidianos: comida, drogas, medicamentos, gadgets (ipods, ordenador, móvil,..) en una conexión permanente. Esa búsqueda de la excelencia corporal en realidad nos oculta la verdad que ahora emerge con estas noticias: la colusión cada vez mayor entre la producción humana (el reciclaje) y la función de los organos corporales como pedazos separables y sustituibles del sujeto.

Pero quizás donde se aprecia mejor la función del cuerpo como fetiche es en el proyecto Human Visible, la cartografía digitalizada más completa del cuerpo humano. Una realización del sueño del anatomista Vesalio, que toma dos cadáveres, de un convicto y una mujer muerta de infarto, para dar cuenta imagen por imagen de cada parte del cuerpo humano. Estas partes (imágenes virtualizadas) pueden ser a la vez cortadas, movidas, ensambladas o articuladas de cualquier manera. Una mirada que, corte a corte y guiada por la cibernética, atraviesa cada poro de la piel objetivándolo.

Lo que queda aquí velado, por las luces de esta fabulosa pantalla, es que en realidad ese cuerpo adorado y cultivado es nuestra última posesión, nuestro último activo para ofrecer al otro como objeto consumible. Queda así al desnudo nuestra condición de resto, objeto nominado para ser evacuado como recuerdan a menudo los reality shows. Entonces es cuando surge la angustia y las voces que exigen poner límites a esos intercambios.

Publicado en el diario LA VANGUARDIA

Tendencias | jueves, 14 de mayo de 2009 |

miércoles, 29 de abril de 2009

¿Por qué nos sentimos cada día más inseguros?





JOSÉ R. UBIETO - Psicólogo clínico y psicoanalista

Nunca una sociedad estuvo tan protegida como la nuestra, en todos los ámbitos: militar, sanitario, policial, tecnológico..., y sin embargo somos presa, cada vez más, de nuestros propios miedos. La sociedad del riesgo, a la que se refería el sociólogo alemán Ulrich Beck, es ya hoy la sociedad del miedo en la que la inseguridad, como nos señalaba hace poco el psicoanalista Jacques Alain Miller, se ha vuelto el mal absoluto.

La alarma que empieza a suscitar la actual gripe porcina se suma a una serie en la que encontramos otros temores vinculados a la salud, las catástrofes naturales o el terrorismo. En todas ellas, más allá de las causas específicas y de la gravedad real, el fantasma de la muerte planea sobre cada uno. Los historiadores dan fe de la presencia del miedo colectivo en las diversas épocas y de las reacciones que generaron. Para enfrentarlo, el hombre ha supuesto siempre una causa, tradicionalmente ligada al castigo divino por los vicios humanos. ¿Qué tiene de novedoso el miedo actual? Fue la ciencia y su progreso técnico quien nos liberó de esa teoría para hacernos "mánagers" de nuestro destino y prever así los obstáculos en nuestro camino. La fe y la confianza en ese progreso nos liberó, hasta bien entrado el siglo XX, del temor irracional, al precio de tecnificar nuestra vida, incluido el más mínimo detalle.

La prevención generalizada que forma parte hoy de lo cotidiano nos debiera asegurar la longevidad, la elección a la carta de la descendencia y su educación, el moldeamiento del cuerpo saludable, el evitamiento de trastornos mentales, detectados precozmente por sofisticados métodos (cuestionarios, imaginería cerebral)... Paradójicamente hoy somos una sociedad donde la confianza se ha vuelto un activo tóxico y esa idolatría del management (gestión) y la tecnología, ideologías revestidas de pseudociencia, descubren sus falsas promesas de seguridad. Una buena parte de sus cálculos financieros, políticos y sanitarios están seriamente cuestionados por la realidad misma.

Por supuesto, no se trata de demonizar los avances tecnológicos en todo aquello que facilitan nuestra existencia, sino de reconocer los límites propios de toda ciencia verdadera en los asuntos humanos. La técnica, entendida aquí como la monitorización protocolizada de la vida, en la que la palabra y la elección del individuo apenas cuenta, nos ha hecho más vulnerables. Derrocamos al Dios de la providencia y ahora vemos como los charlatanes pseudocientíficos nos reducen a un cálculo, una cifra de vulnerabilidad o un factor de riesgo, a tratar estadísticamente.

La pasión por el bienestar y la seguridad como valores absolutos nos hace consentir a una sociedad anestésica que propugna el olvido como solución, que no quiere saber nada de las razones de cada uno respecto a su sufrimiento estandarizándolo, y que prefiere como salida las respuestas adictivas (hipermedicación, drogas, comida...). Todo ello aumenta sin duda la inseguridad porque es una fórmula que renuncia a hacerse cargo de los propios miedos, profundamente humanos y por eso tan éxtimos.

Publicado en el diario LA VANGUARDIA

Tendencias | miércoles, 29 de abril de 2009 | Página 30

miércoles, 22 de abril de 2009

¿De dónde surge esta pasión a hacer pública la intimidad?



José Ramón Ubieto. Psicólogo clínico y psicoanalista


La sociedad moderna, hasta mediados del S.XX, practicaba una doble verdad reflejada en el conocido dicho de “virtudes públicas, vicios privados”. Sólo algunos osados y extravagantes, generalmente artistas más o menos geniales, exponían en público aspectos de su vida privada, de lo que podía considerarse su intimidad, sexual y afectiva. Todas las otras versiones de la intimidad, alimento de la prensa del corazón, eran versiones edulcoradas que se proponían más como ejemplo o ideal que como piedra de escándalo.


La postmodernidad, desde Mayo del 68 hasta la actualidad hipermoderna, pasando por la caída del muro de Berlín, ha modificado sustancialmente la relación entre lo público y lo privado. Sin duda Internet ha sido el último, y poderoso, eslabón de una cadena que ya se venía fraguando décadas antes.


La intimidad se ha convertido en un producto más del mercado, un objeto de compra-venta, al que primero se apuntaron los famosos y que ahora está al alcance de cualquiera. El caso reciente de la venta de su muerte por Jade Goody ha puesto el listón muy alto para futuros intercambios comerciales.


Un dato sintomático de esta tendencia es la “asimilación” al lenguaje periodístico y coloquial del término psicoanalítico “extimidad”, neologismo que el psicoanalista Jacques Lacan uso en una sola ocasión y que más tarde, su heredero intelectual, el también psicoanalista Jacques Alain Miller desarrolló ampliamente en un curso titulado precisamente así: Extimidad.

Hoy encontramos ese término en blogs, proyectos artísticos de diseñadores, críticos literarios,..en la mayoría de los casos el uso que se hace poco tiene que ver con el concepto original. Se usa como reverso de la intimidad y se asemeja al hecho de que hoy la intimidad sale afuera, al exterior, se hace pública.


Extimidad, tal como la entendemos en psicoanálisis, tiene otro significado, alude a aquello de lo más íntimo que es irreconocible para el sujeto porque se sitúa en un espacio mental ajeno a su conciencia. Lo éxtimo carece de sentido, no es explicable para el sujeto, porque apunta a lo más real de cada uno. Imaginemos al defensor más decidido de la igualdad de sexos que, sin embargo, no tolera –y no se percibe como intolerante- ciertos gustos y detalles propios de su pareja. O el defensor a ultranza de la autoridad patriarcal que cede, sin apenas darse cuenta, a escenas en las que es humillado.


El malentendido en el uso del término nos da la pista del fenómeno. Eso que hoy llamamos intimidad en realidad es también una intimidad parcialmente edulcorada, ajustada a los requisitos de la época. Es una intimidad light que sólo muestra la cara de mentira que tiene toda verdad íntima. Es una versión de nosotros mismos que nos explicamos y compartimos como si fuera la estación última de nuestro ser, cuando en realidad se trata sólo de una parada más.


La verdadera intimidad, esa que apenas mostramos porque es éxtima para nosotros mismos, tiene otra cara, apenas se entreve en la angustia que es la brújula más precisa para alcanzar ese real más singular de cada cual. La intimidad de Jade Goody no es su cuerpo falleciente, ni sus sentimientos, paseados con afán en las pantallas de medio mundo, eso son sólo las respuestas que ella ha encontrado para dar forma a su nudo de angustia.


LA VANGUARDIA, 1/04/2009

miércoles, 18 de marzo de 2009

Psicoanálisis Siglo XXI
https://sites.google.com/site/psicoanalisissigloxxi/

Manifiesto
“A favor de la subjetividad”

Desde sus orígenes, el psicoanálisis ha estado atento a los avatares de cada época y a las formas sintomáticas que toma el sufrimiento. Como discurso y como práctica clínica, ha privilegiado la defensa de la subjetividad como algo irrenunciable, por tratarse de lo más valioso del ser humano, con sus paradojas y sus contradicciones.

Su práctica y su teoría han ido desarrollándose a lo largo de más de cien años y han sido la base de formación de muchas generaciones de profesionales: psicoanalistas, psicólogos, psiquiatras y psicoterapeutas, sin olvidar la función clave que ha tenido en la formación complementaria de todos aquellos que hacen de su tarea profesional una relación asistencial: médicos, enfermeras, educadores, trabajadores sociales, maestros,…Por otra parte, las conexiones del psicoanálisis con el arte y sus diversas manifestaciones (cine, artes plásticas, literatura, música, teatro, performance,..) han sido también constantes y han generado fructíferas producciones.

Las aplicaciones terapéuticas del psicoanálisis han permitido que hoy esté presente en muchas instituciones, públicas y privadas, dedicadas a la asistencia y a la prevención, tanto en salud mental como en servicios sociales, educación, toxicomanías, atención precoz, justicia, servicios de salud en general, y en el análisis institucional y de las organizaciones.

No obstante, actualmente, desde fuertes prejuicios ideológicos, sin rigor y con un amplio desconocimiento del alcance del método y la teoría psicoanalítica, se cuestiona su vigencia como práctica clínica en este nuevo siglo XXI y se pretende su desaparición de las instituciones públicas. Dichos prejuicios no son nada ajenos al compromiso y a las servidumbres, que muchos grupos de opinión y de presión tienen, respecto a intereses económicos diversos.

En el momento actual, asistimos al devenir de una clínica cada vez menos dialogante, más indiferente a las manifestaciones del padecimiento psíquico, aferrada a los protocolos y al abuso de la medicación generalizada como “soluciones eficaces”.



Por todo ello,

MANIFESTAMOS nuestra defensa de un modelo asistencial donde la palabra sea un valor a promover y donde cada persona sea considerada en su particularidad. La defensa de la dimensión subjetiva implica una confianza en las invenciones, recursos siempre singulares, que en cada persona se ponen en juego para tratar aquello que en él mismo se revela como insoportable, extraño a sí mismo, pero sin embargo tan familiar. Confiar en el sujeto es confiar en sus respuestas posibles, que si bien pueden ser cuestionadas y elaboradas, nunca pueden ser ignoradas.

MANIFESTAMOS nuestra repulsa al pensamiento y a las políticas imperantes que hacen de la seguridad un metavalor, con desprecio de las libertades y los derechos. A las políticas que, con el pretexto de las buenas intenciones y de la búsqueda del “bien” del sujeto, lo reducen a un cálculo de su rendimiento, a un factor de riesgo o a un índice de vulnerabilidad que debe ser eliminado por técnicas imperativas, muchas veces asimiladas a la domesticación.

MANIFESTAMOS nuestro compromiso para contribuir al fortalecimiento de la inteligencia reflexiva, profunda y plural, dentro de la cual también tenga cabida la visión que desde el vértice de observación psicoanalítica se pueda aportar, como teoría en sí misma y como práctica que tiene como centro de atención al sujeto.



La Plataforma, que ahora se constituye, se ofrece como un espacio abierto a todos aquellos que rechazan la reducción actual del sujeto a una cifra, a un protocolo, a un informe curricular, a un funcionamiento programado y cosificado.

Esta Plataforma nace con la voluntad de ser un punto de encuentro en la sociedad y de intercambio entre profesionales (psicoanalistas, psiquiatras, psicólogos, médicos, enfermeras, trabajadores y educadores sociales, docentes, psicopedagogos, antropólogos, sociólogos, filósofos, juristas, …), artistas, escritores, responsables políticos y ciudadanos para compartir y aportar reflexiones sobre las diversas formas contemporáneas del malestar en la civilización y sobre las respuestas posibles.

Queremos, con nuestra opinión, contribuir a un debate público, amplio, plural y abierto, e invitamos a todos aquellos que se sientan implicados, a participar activamente en esta iniciativa.

Los interesados en añadir su firma a este manifiesto pueden hacerlo en la dirección psicoanalisissigloxxi@gmail.com indicando nombre, apellidos y DNI.

¿Por qué no se suicidan ellos primero?

Diario La Vanguardia
AGRESOR HALLA EN LA VIOLENCIA UNA SALIDA QUE LE PROTEGE DE SU DIFICULTAD SUBJETIVA

¿Por qué no se suicidan ellos primero?
José R. Ubieto

Cada vez que conocemos un nuevo caso de violencia, doméstica, escolar o social, en que el agresor se ha suicidado (o lo ha intentado) tras matar a su pareja y/o a otros familiares o ciudadanos, nos preguntamos por la aparente inutilidad de su gesto posterior. ¿Por qué no se suicidó primero, si estaba tan desesperado, y hubiera evitado así la muerte de otras personas?

Tratar de responder usando los parámetros del sentido común ayuda poco, ya que si algo enseña la clínica es que lo más íntimo de cada uno, nuestro goce más particular, es todo menos útil, en el sentido pragmático habitual. ¿Qué tiene de útil fumar, comer o beber en demasía, conducir a velocidad excesiva o escuchar música a tope y en un ambiente cargado de humo y cerrado? Sin embargo, son actividades cotidianas de las que gozamos y a veces también nos quejamos por sus efectos colaterales.

En la mayoría de estas agresiones encontramos una dificultad subjetiva importante del agresor (definido generalmente como introvertido, callado, incluso bien adaptado socialmente en el caso del maltratador), de la que nada quiere saber y que encuentra en la respuesta violenta una salida que lo protege, aunque sea al precio de la desaparición del partenaire.

Esa dificultad tiene que ver con una idea fantasmática (no consciente de manera clara) sobre su propia desaparición como sujeto. Una idea que se ha ido formando en su mente acerca del lugar de excluido que le reservan y que toma la forma imaginaria, en algunos casos, de ser alguien sin valor y, en otros (maltratadores), de un poder disminuido. Para protegerse, proyecta esa desaparición y esa impotencia en el otro. Su pareja, su familia, sus compañeros de escuela o trabajo, son ellos quienes no saben ni hacen las cosas bien, y son objeto de desprecio, considerados desechos, y deben desaparecer o sufrir un castigo. Es el caso del asesino de Alabama, que tenía una lista de enemigos.

Para que el agresor pueda sostener su realidad psíquica y social, le es necesaria la disyunción entre su condición de sujeto (persona digna) y la del otro como objeto degradado. Esto se hace evidente en las relaciones sexuales (momento crítico para la verificación de la potencia masculina), donde el maltratador recurre a menudo a la agresión. El aplastamiento del otro le previene de la angustia propia del acto sexual y su carácter sádico le permite no detenerse en sus golpes.

La simple presencia del otro -aunque en la realidad ese partenaire sea más bien mutista- lo inquieta y le confirma su certeza de que es ese otro quien busca su perjuicio y por tanto justifica el pasaje al acto agresivo que hace de límite a su malestar.

La paradoja, dramática, es que esa respuesta de aniquilación del otro implica en muchos casos su propia desaparición, ya que al golpearle y matarlo queda sin interlocutor, sin doble con el que jugar ese peligroso combate entre su impotencia y la confirmación, que atribuye al otro, de esa carencia.