José R. Ubieto- Psicólogo clínico y psicoanalista
La noticia del anuncio realizado por un hombre sevillano en internet en el que ofrecía uno de sus riñones por 100.000 euros, ha revelado el aumento de ofertas de venta de riñones, pulmones y médula por personas que indican estar atravesando graves problemas económicos . Los expertos calculan que aproximadamente el 10% de las operaciones de transplantes se realizan al margen del sistema legal. Se hace aquí realidad la ficción de obras como Nunca me abandones, de Kazuo Ishiguro o el filme La Isla de Michael Bay.
Podríamos creer que se trata sólo de una respuesta acuciante ante la necesidad económica pero la tendencia que se perfila va mucho más allá. Confirma el nuevo paradigma del cuerpo como mercancía, propio de la hipermodernidad . Cuerpo fetiche, cuyas partes se intercambian o permutan al amparo de un mercado negro del tráfico de órganos, reforzado por las manipulaciones genéticas alentadas por el progreso de la biotécnica. Aquí el cuerpo es tomado por su valor de equivalencia y no por su valor de uso, integrándose, como otro objeto transaccionable más, en el mercado.
El hombre, nos dice el psicoanalista Jacques Lacan, está capturado por la imagen de su cuerpo, lo adora como si fuese su única consistencia. El cuerpo se convierte así en nuestro nuevo partenaire y por eso asistimos a un culto alrededor de ese nuevo ídolo, un intento de anudarlo al individuo con el soporte de los diferentes objetos cotidianos: comida, drogas, medicamentos, gadgets (ipods, ordenador, móvil,..) en una conexión permanente. Esa búsqueda de la excelencia corporal en realidad nos oculta la verdad que ahora emerge con estas noticias: la colusión cada vez mayor entre la producción humana (el reciclaje) y la función de los organos corporales como pedazos separables y sustituibles del sujeto.
Pero quizás donde se aprecia mejor la función del cuerpo como fetiche es en el proyecto Human Visible, la cartografía digitalizada más completa del cuerpo humano. Una realización del sueño del anatomista Vesalio, que toma dos cadáveres, de un convicto y una mujer muerta de infarto, para dar cuenta imagen por imagen de cada parte del cuerpo humano. Estas partes (imágenes virtualizadas) pueden ser a la vez cortadas, movidas, ensambladas o articuladas de cualquier manera. Una mirada que, corte a corte y guiada por la cibernética, atraviesa cada poro de la piel objetivándolo.
Lo que queda aquí velado, por las luces de esta fabulosa pantalla, es que en realidad ese cuerpo adorado y cultivado es nuestra última posesión, nuestro último activo para ofrecer al otro como objeto consumible. Queda así al desnudo nuestra condición de resto, objeto nominado para ser evacuado como recuerdan a menudo los reality shows. Entonces es cuando surge la angustia y las voces que exigen poner límites a esos intercambios.
Publicado en el diario LA VANGUARDIA
Tendencias | jueves, 14 de mayo de 2009 |